Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 6 de enero de 2010

Epifanía gran fiesta de la fe, fiesta del desafío de Dios


Hasta aquella “gruta-establo en Belén, al sur de Jerusalén, donde nació Cristo, en la que «el Verbo se hizo carne» (Jn 1, 14), llegaron del Oriente extraños peregrinos, los Reyes Magos. Atravesaron Jerusalén. Los guiaba una estrella misteriosa, luz exterior que se movía en el firmamento. Pero más aún los guiaba la fe, luz interior. Llegaron. No les asombró lo que encontraron: ni la pobreza, ni el establo, ni el hecho de que el Niño yacía en un pesebre. Llegaron y postrándose "lo adoraron". Después abrieron sus cofres y ofrecieron al Niño Jesús los dones de oro e incienso de los que habla precisamente Isaías, pero le ofrecieron también mirra. Y después de haber cumplido todo esto, regresaron a su país...
Por esta peregrinación a Belén los Reyes Magos han venido a ser el principio y el símbolo de todos los que mediante la fe llegan a Jesús. el Niño envuelto en pañales y colocado en un pesebre, el Salvador clavado en la cruz, Aquel que, crucificado bajo Poncio Pilato, bajado de la cruz y sepultado en una tumba junto al Calvario, resucitó al tercer día. Precisamente estos hombres, los Reyes Magos del Oriente, tres, como quiere la tradición, son el comienzo y la prefiguración de cuantos, desde más allá de las fronteras del Pueblo elegido de la Antigua Alianza, han llegado y llegan siempre a Cristo mediante la fe.
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La Epifanía es la fiesta de la vitalidad de la Iglesia, es la gran fiesta de la fe….de los que ya han llegado… como los que se encuentran en camino …
¡A cuántos hombres es necesario llevar la fe también hoy!
A cuántos hombres es necesario reconquistar para la fe que han perdido, y esto, a veces, es más difícil que la conversión primera a la fe… la Iglesia, consciente de aquel gran don, del don de la Encarnación de Dios, no puede detenerse jamás, no puede cansarse jamás. Debe buscar continuamente el acceso a Belén para cada hombre y para cada época.
La Epifanía es la fiesta del desafío de Dios.”
(de la homilía del Papa Juan Pablo II 6 de enero de 1979)
Aquella solemnidad de la Epifanía no solo era la primera que Karol Wojtyla, el papa polaco celebraba como Obispo de Roma, sino que para la solemnidad habían venido a Roma muchos compatriotas suyos para “presentar a Jesús Niño un don: la ordenación episcopal de Mons. Franciszek Macharski , nuevo arzobispo de Cracovia, un don de fe, de amor y de esperanza" y lo consagraba el sucesor de Pedro, primer papa polaco quien así se dirigia a sus compatriotas en su propia lengua en la homilía:

“Este dia cuando por tradición se celebran ordenaciones episcopales… Todos nosotros, polacos hijos de la Iglesia de Cristo desde hace un milenio, reunidos aquí tomamos parte hoy en la solemnidad de la Epifanía. Son circunstancias extraordinarias: hemos venido a Roma, a San Pedro, donde el primer Papa en la historia hijo de la nación polaca, celebra la Eucaristía y consagra al obispo sucesor suyo en la cátedra de San Estanislao en Cracovia. Sucede esto justamente al principio de 1979, cuando nos separan 900 años de la muerte del mártir San Estanislao, que, al principio del milenio, predicando a nuestros antepasados a Cristo nacido en Belén, crucificado bajo Poncio Pilato y resucitado, con la fuerza del Evangelio los llevó a la fe, tal como lo han hecho obispos y sacerdotes en nuestra patria, durante centenares de años, y lo hacen ahora también. Pienso, queridos hermanos y hermanas, mis amados compatriotas, pienso queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, que nuestra presencia aquí hoy debe ser un acto singular de gratitud por la fe que ilumina todos estos centenares de años y que no deja de iluminar a nuestros tiempos, tiempos extraordinarios en los que debe madurar especialmente la responsabilidad por la fe; por el gran don de Dios encarnado; por la Epifanía. Para esta gratitud debe madurar el nuevo fruto de esta Epifanía en las almas de las generaciones que nacen y que vendrán después de nosotros, gracias al servicio de cada uno de nosotros, gracias a tu servicio, Franciszek, metropolitano de Cracovia.”

Y en su saludo final agregaba:
“Y hoy, ¿qué más puede desear el Sucesor de Pedro en esta basílica, en esta su nueva Cátedra, sino que ella sirva a la Epifanía?, que en ella y por ella los hombres de todos los tiempos y de nuestro tiempo, los hombres provenientes del Oriente y del Occidente, del Norte y del Sur, logren llegar a Belén, llegar a Cristo mediante la fe.”.

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