Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 24 de octubre de 2016

El horror, el santo y nuestros días (1 de 4)

Traducido de Rocco Buttiglione:  KAROL WOJTYLA – The thought of the man who became Pope por (William B. Erdman Publishing Co. 1997)

(fotografia de Auschwitz.org)  


Auschwitz/Oswiecim -  Maximiliano Kolbe   

“El campo de concentraciòn de Oswiecim, el pueblo polaco que los alemanes llamaron Auschwitz , es el símbolo más potente del horror de la guerra por un lado,  y por otro la culminación de la cultura del inmanentismo. En un universo que expulsa a Dios,  el respeto al hombre es nulo.  El hombre se torna un simple objeto, similar a otros objetos naturales, a merced de la voluntad de poder de otros hombres. Así cualquiera, acorde a su propio proyecto de vida, trata a otros como si fuese una herramienta.   De esta manera cualquier hombre se transforma en objeto del proyecto de otros hombres y  la vida social se convierte en un escenario de instrumentalización reciproca donde triunfa el principio darwiniano de “supervivencia del más apto”. (que Spencer aplicó a la especie humana). El hecho de que el mismo error que testimonia Auschwitz haya sido reproducido en un entorno político radicalmente diferente, muestra como la gran división que atraviesa la historia contemporánea – aquella que se opone radicalmente a  matanzas y victimas -  influencia nuestra manera de pensar acerca de los seres humanos.    La antítesis radica en la posición de aquellos que  - aunque persiguieran su propio interés - aun respetan cierta medida de verdad y justicia,  y aquellos que no aceptan límites en su carrera hacia el poder.
El horror de Auschwitz es tan inmenso que necesariamente debe tener un significado filosófico. No se trata solo del número de víctimas y de su horrenda manera de morir.  Auschwitz es el símbolo de la humillación del hombre que, bajo diferentes (aunque no menos emblemáticas) formas, no cesa de repetirse en nuestro tiempo.  Se nutre de una profunda desviación espiritual, que debemos comprender en sus raíces si queremos ponerle fin a la barbarie.
Nadie ha enfrentado estas cuestiones más frecuente y profundamente que Theodore Adorno. El se pregunta si después de Auschwitz aun es posible escribir poesía o filosofía. Porque el mundo al cual pertenece Auschwitz es un mundo sin alma, y las actividades espirituales que perduran solo sirven para equiparlo con una apariencia de legitimidad que contradice vergonzosamente su realidad. Si la II Guerra Mundial marca la catástrofe del inmanentismo ético, es precisamente en Auschwtiz donde el dogma fundamental de la filosofía de la historia, la manifestación paralela de justicia y fuerza, se contradice de la manera más cruenta.  Y la victoria militar de los Aliados no alcanza para refutar este juicio. Uno de los principales vencedores en la guerra mantuvo en su propio país un sistema Gulag a la altura de un comandante de campo Nazi.  Mas aun a fin de obtener la victoria, las fuerzas Aliadas causaron la muerte de cientos de miles de inocentes en Hiroshima y Nagasaki.  Mas alla de cierto nivel parecería que la fuerza casi inevitablemente se separa de la justicia.(1) La historia humana, una vez orientada hacia un progreso definitivo, se enfrenta con la amenaza de la destrucción.  Aunque no haya golpeado todas las ciudades y destruido vidas humanas, arrasó con los valores y la conciencia que debiera animar aquellas vidas.  El drama del hombre moderno consiste en haber sobrevivido físicamente su propia extinción espiritual.”
  
(1)   Simone Weil, citando a Homero, dice que “la justicia vuela de los vencedores” .   


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