Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 8 de abril de 2020

Jueves Santo comienzo del triduo sagrado (2 de 3)



2. Celebramos hoy la liturgia del crisma, mediante el cual la Iglesia quiere renovar, en los umbrales de estos días santos, el signo de la fuerza del Espíritu que ha recibido de su Redentor y Esposo.
Esta fuerza del Espíritu: gracia y santidad, que hay en El, es participada, al precio de la pasión y muerte, por los hombres mediante los sacramentos de la fe. Así se construye continuamente el Pueblo de Dios, como enseña el Concilio Vaticano II: "...los fieles, en virtud de su sacerdocio real, concurren a la ofrenda de la Eucaristía y lo ejercen en la recepción de los sacramentos, en la oración y acción de gracias, mediante el testimonio de una vida santa, con la abnegación y la caridad operante" (Lumen gentium, 10). 

Con este óleo sagrado, óleo de los catecúmenos, serán ungidos los catecúmenos durante el bautismo, para poder ser ungidos después con el santo crisma. Recibirán esta unción por segunda vez en el sacramento de la confirmación. La recibirán también —si fueren llamados a esto—. Durante la ordenación, los diáconos, presbíteros, obispos. En el sacramento de los enfermos, todos los enfermos recibirán la unción con el óleo de los enfermos (cf. Sant 5, 14). 

Queremos preparar hoy a la Iglesia para el nuevo año de gracia, para la administración de los sacramentos de la fe, que tienen su centro en la Eucaristía. Todos los sacramentos, los que tienen el signo de la unción, y los que se administran sin este signo, como la penitencia y el matrimonio, significan una participación eficaz en la fuerza de Aquel a quien el mismo Padre había ungido y enviado al mundo (cf. Lc 4, 18).
Celebramos hoy, Jueves Santo, la liturgia de esta fuerza, que alcanzó su plenitud en las debilidades del Viernes Santo, en los tormentos de su pasión y agonía, porque, mediante todo esto, Cristo nos ha merecido la gracia: "Con vosotros sean la gracia y la paz... de Jesucristo, el testigo veraz, el primogénito de los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra" (Ap 1, 4. 5). 





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