Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 13 de enero de 2021

La doctrina de Montfort, fuente de espiritualidad mariana de Juan Pablo II – François Marie Léthel, ocd (2 de 2)

 


Juan Pablo II hizo referencia muchas veces a San Luis Maria, como por ejemplo en la Redemptoris  Mater (nr 48). Pero, de modo especial y hacia el final de su pontificado, nos dejo una preciosa síntesis de su doctrina interpretada a la luz del Concilio Vaticano II en la Carta a los Religiosos y Religiosas de las Familias Montfortianas, escrita el 8 de diciembre de 2003. 

Este texto, poco conocido, es en realidad, el más importante para entender el significado profundo de Totus Tuus. Es quizás, una de las mejores claves para entrar en la profundidad de su alma, para contemplar la raíz de su santidad y también para volver a descubrir la importancia y la actualidad del Tratado. Conviene, pues, publicar esta Carta de Juan Pablo II como la mejor introducción a la lectura de este Tratado, asi como ha hecho P. Cortinovis en su excelente publicación del texto (Ed. Shalom)

Al inicio de esta carta (Nr 1) el Tratado de Montfort viene presentado como un texto  clásico de la espiritualidad mariana, que ha tenido una extraordinaria acogida eclesial y que se puede entender mejor después del Concilio. Efectivamente, haciendo referencia al Evangelio mencionado (Jn 19, 25-27), la Carta cita continuamente los textos de la Lumen Gentiumdel Tratado de la Verdadera Devocion y del Secreto de Maria (breve resumen del Tratado hecho por el mismo Montfort). Seguidamente, a la luz del cap. VIII de la Lumen Gentium sobre la Virgen Maria en el misterio de Cristo y de la Iglesia, la enseñanza del Tratado es considerada, en primer lugar, desde el punto de vista cristológico, después eclesiológico. El cristocentrismo es expuesto bajo el titulo “Ad Iesum per Mariam” (Nr 24) Le sigue el resumen sobre le aspecto eclesiológico titulado Maria, miembro eminente del Cuerpo mistico y Madre de la Iglesia (nr 5)  Al final de la Carta, a la luz del cap. Vi de la Lumen Gentium sobre la vocación universal a la santidad, viene ilumnado el camino eclesial de santidad vivido con Maria en la caridad, la fe y la esperanza.  De este modo, los tres últimos capítulos son: La santidad, perfección de la caridad (n 6), La “peregrinación de la fe” (nr 7) y Signo de esperanza cierta (Nr 8), citando también los textos del Concilio y de Montfort.

Es esta una síntesis preciosa para interpretar todo el Magisterio de Juan Pablo II sobre su maravilloso cristocentrismo (primera Enciclica Redemptor Hominissu riquísima enseñanza sobre Dios y sobre le hombre y la mujer, etc. Es igualm,ente preciosa para interpretar su vida santa, su “existencia teología”, completamente animada por la caridad, la fe y la esperanza, llamadas por santo Tomas virtutes theologicae, es decir virtudes teológicas (mejor que teologales). Son sus principales  “virtudes heroicas”, continuamente vividas ocn Maria.  Acerca de la caridad, que es “la más grande” (1 Cor 13,13) el Papa no teme recurrir al fuerte símbolo de la esclavitud de amor, citando el párrafo más importante del Tratado (nr 72) en el que se evidencia la raíz bíblica. Es la misma radicalidad del amor que Teresa de Lisieux expresara con el símbolo del holocausto al amor. Con estas expresiones fuertes, las dos santos iluminan el mismo camino de santidad para todos: vivir la gracia del bautismo en el Totus tuus, es decir en el don total de si a Jesus en la caridad del Espíritu Santo, a través de las manos y del Corazón de Maria. Tal caridad vivida con Maria es amor inseparable al Señor y al prójimo, a cada hombre, y es este el primer y fundamental testimonio de Juan hablo II, inseparable también de su testimonio de fe y de esperanza.  En efecto, junto a su caridad, Maria comparte ocn la Iglesia Peregrina la perfeccion de su fe y de su esperanza. El Papa cita un largo texto del Tratado que es como un “himno” a la fe de Maria (nr 214), a la luz de la expresión característica del Concilio la peregrinación de la fe, ampliamente comentada por él en la Redemptoris Mater (nr 25-27) , y en la que hace referencia también a san Juan de la Cruz, otro gran maestro suyo (su tesis de doctorado en teología en Roma, en 1948, tuvo precisamente como objeto la fe en san Juan de la Cruz).  Asi, en la presente Carta (nr 7) Juan Pablo II cita la palabra más fuertes de su Encíclica: «La Cruz es el momento culminante de la fe de Maria, como escribí en la Enciclica Redemptoris Mater: “Por medio de esta fe Maria está unida perfectamente a Cristo en su desposamiento […]. Es esta tal vez la más profunda kénosis de la fe en la historia de la humanidad” (nr 18) . El título del último punto de su Carta (nr 8)  es un reclamo del Papa a la Lumen Gentium, allí donde trata de Maria como “signo de esperanza cierta y de consuelo para el Pueblo peregrinante de Dios” (LG nr 68)   ofreciendo la correcta interpretación de los textos del Tratado sobre los “santos de los últimos tiempos” (nr 49-50), citando un hermoso texto en el que el santo aplica a Maria el gran símbolo de la esperanza, el ancora (nr 175, en referencia a Heb 6,19), y usando una expresión que recuerda la doctrina de Teresa de Lisieux: “Junto a la Virgen Maria, con el mismo Corazón de Madre, la Iglesia reza, espera e intercede por la salvación de todos los hombres.” Como la joven carmelita, declarada por él Doctora de la Iglesia, Juan Pablo II ha sido un excepcional testigo de la esperanza, incluso hasta “esperar por todos”.

 

François-Marie Léthel, París 1948, presbítero y teólogo francés de la  Orden de los  Carmelitas Descalzos, enseña teologia dogmatica y espiritual en la Pontificia Facultad teológica Teresianum, fue consultor de la Congregación para las Causas de los Santos, prelado secretario de la Academia Pontificia de teología,  y se lo considera uno de los principales expertos en la espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux.

 (Texto tomado de Totus Tuus, Nr 5 Oct/Nov 2000, Boletín de la Postulación de la Causa de Beatificación y Canonización del siervo de Dios Juan Pablo II)

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