sábado, 30 de noviembre de 2024

El Adviento en las Audiencias de Juan Pablo II - Significado y origen (1 de 4)



“El cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo”

En una serie de Audiencias al comienzo de su Pontificado en 1978,  Juan Pablo II nos invita a reflexionar sobre el ciclo del Adviento.

En la primera de estas Audiencias trata sobre el significado, el origen y el sentido del Adviento y nos habla sobre la profunda relación entre Dios y el hombre.

“Adviento quiere decir “venida”…. ¿Quién es el que viene?, y ¿para qué viene? -

“……muchos son los interrogantes que se plantean. El hombre tiene el derecho e incluso el deber de preguntar para saber. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría. Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo….. Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta..”

Y enseguida nos lleva a reflexionar más profundamente, sin perder de vista el corazón de niño que llevamos adentro:

“La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto de que una realidad parece explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera realidad se llama “Dios”, y la segunda “el hombre”. El cristianismo brota de una relación particular entre Dios y el hombre. En los últimos tiempos —en especial durante el Concilio Vaticano II— se discutía mucho sobre si dicha relación es teocéntrica o antropocéntrica. Si seguimos considerando por separado los dos términos de la cuestión, jamás se obtendrá una respuesta satisfactoria a esta pregunta. De hecho el cristianismo es antropocéntrico precisamente porque es plenamente teocéntrico; y al mismo tiempo es teocéntrico gracias a su antropocentrismo singular. Pero es cabalmente el misterio de la Encarnación el que explica por sí mismo esta relación. Y justamente por esto el cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo. El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios hacia el hombre, y de esta realidad palpita y late constantemente. Esta es sencillamente la vida misma del cristianismo. Se trata de una realidad profunda y sencilla a un tiempo, que resulta cercana a la comprensión y sensibilidad de todos los hombres y, sobre todo, de quien sabe hacerse niño con ocasión de la noche de Navidad. No en vano dijo Jesús una vez: “Si no os volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt 18, 3).”

“Pero para comprender el fondo de esta doble realidad” – agrega el Papa – “hay que remontarse hasta los comienzos mismos de la Revelación o, mejor, hasta los comienzos casi del pensamiento humano….y “precisamente en los comienzos nos encontramos enseguida con la vinculación fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre……….en el mismo libro del Génesis—, y ya en el primer capítulo, encontramos la verdad fundamental acerca del hombre que Dios (Elohim) crea a su “imagen y semejanza”. Leemos en él: “Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gén 1, 26), y a continuación: “Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó varón y mujer” (Gén 1, 27).

Hacia el final de la Audiencia Juan Pablo II vuelve a plantearnos la pregunta inicial y nos invita a la reflexión sobre el Adviento y su “relación particular entre Dios y su imagen, que es el hombre…Esta relación ilumina las bases mismas del cristianismo. Nos permite además dar una respuesta fundamental a dos preguntas: primera, ¿qué significa el Adviento?; y segunda, ¿por qué precisamente el Adviento forma parte de la sustancia misma del cristianismo?” y termina diciendo:

 “La realidad del Adviento está llena de la más profunda verdad sobre Dios y sobre el hombre.”

(es re publicacion de un post de 2011)

viernes, 29 de noviembre de 2024

Primer domingo de Adviento de 1978 - El primer Adviento de Juan Pablo II

 

"Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20)



En el Ángelus de su primer domingo de Adviento, como Sumo Pontífice, el Papa Juan Pablo II nos invitaba a prepararnos para la “venida” de Dios al hombre:


“Hoy es el primer domingo de Adviento. Comienza el nuevo año litúrgico: cada año, en efecto, empezando desde el primer domingo de Adviento, la Iglesia, a través del ciclo de domingos y fiestas, procura hacernos partícipes de la obra salvífica de Dios en la historia del hombre, de la humanidad y del mundo. Precisamente por este "adviento", que quiere decir "venida", Dios viene al hombre, y ésta es una dimensión fundamental de nuestra fe. Nosotros vivimos nuestra fe cuando estamos abiertos a la venida de Dios, cuando perseveramos en el Adviento. […]


Pienso sobre todo en el Adviento que se realiza en el sacramento del santo bautismo. Un hombre viene al mundo: nace como hijo de sus padres; viene al mundo con la herencia del pecado original. Los padres, conscientes de tal herencia e inspirados por la fe en la palabra de Cristo, llevan a su hijo al bautismo. Desean abrir el alma de su niño a la venida del Salvador, a su "Adviento". De esta manera el Adviento señala el comienzo de la nueva vida: en cierto sentido se le quita a ese niño el sello del pecado original y se le injerta el principio de la vida nueva, de la vida divina. Porque Cristo no viene "con las manos vacías"; nos trae la vida divina; quiere que nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia (cf. Jn 10, 10)”


Ese primer domingo de adviento – 3 de diciembre de 1978- como obispo de Roma realizaba su primera visita pastoral a una parroquia romana: San Francisco Javier en la Garbatella, que habia frecuentado ya durante su permanencia en Roma como estudiante, para ayudar en la pastoral (invito ver mi entrada San Francisco Javier en la Garbatella)


Recordamos recordamos tambièn un nuevo aniversario de la publicación de la encíclica  Dives in Misericordia dada a conocer un primer domingo de adviento, el 30 de noviembre de 1980.






 

miércoles, 27 de noviembre de 2024

La metáfora de las “dos alas” Fides et ratio – Filippo Morlacchi

 


«La fe y la razón son como las dos alas con que el espíritu   humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Es Dios quien ha puesto en el corazón del hombre el dseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerlo a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar la verdad plena sobre el mismo.»

La metáfora de las “dos alas” con que comienza la Encíclica Fides et Ratio (1998)  se ha hecho famosa, y encierra en una imagen poética y sugerente la idea principal de este texto, que se encuentra ciertamente entre los documentos más relevantes del magisterio de Juan Pablo II. 

Hay que reencontrar – afirma con convicción el Pontífice – esa armoniosa colaboración entre la búsqueda racional de la verdad y su acogida por la fe, algo que caracterizó durante tantos siglos la historia de Occidente, y que, sin embargo, parece haberse diluido en el curso de los últimos siglos. Y ello  no para reivindicar un privilegio de la Iglesia, sino para el bien del hombre, que esta naturalmente abierto a la Verdad y al Bien.  «Ad te vivendum factus sumn; et nondum feci propter quod factus sum» - «fui creado para contemplarte, pero aún no he realizado aquello para lo que he sido creado», confiesa humildemente a Dios San Anselmo, citado en la Fides et Ratio n.42. Todas las personas llevan en su corazón la imagen de Dios y la nostalgia de El, y por lo tanto pueden llegar a realizarse sólo si se abren a la fe; tal encuentro, realizado en Cristo, revelará al hombre también su misterio.

Por ello la fe que acoge el misterio de Dios en la propia vida se “esposa”  perfectamente con la aspiración humanísima de la razón hacia la verdad, como dos alas que hacen volar juntas al espíritu humano. Para alcanzar ese objetivo de armonía reencontrada, la razón humana y, en particular, la filosofía, deben recuperar su dimensión sapiencial original, interrogándose sobre el sentido del ser en su totalidad y aprendiendo a reflejar el amor del Creador: «La palabra de Dios revela el fin último del hombre y da un sentido global a su actuar en el mundo. Es por ello que la palabra invita a la filosofía a ocuparse de la búsqueda del fundamento natural de este sentido, que es la religiosidad constitutiva de cada persona.

Una filosofía que quisiera negar la posibilidad de un sentido último y global sería no sólo inadecuada, sino también errónea» (n.81). En otras palabras, el hombre s invitado a no quedarse en la superficie de las cosas, sino a profundizar, a «dar el paso, tan necesario como urgente, del fenómeno al fundamento» (n.83) de la apariencia a la sustancia de las coas. Tanto la fe como la recta ratio revelan por tanto que el fundamento de todo lo que existe es amor sapiencial del Padre: el mundo no es un simple montón de objetos arrojados al escenario del universo, sino la señal de que existe una inteligencia amante que sólo desea ser reconocida y acogida.

Una antigua historia causídica cuenta que un niño jugaba al escondite; salió de su escondrijo y se dio cuenta de que se había quedado solo, sin que ningún amigo lo siguiese buscando. Fue a casa de su abuelo llorando, a desahogarse por aquel abandono inesperado e inmerecido. Los ojos del abuelo se llenaron de lágrimas y dijo:  «También dice Dios: Yo me escondo, pero nadie me quiere buscar». Juan pablo II ha querido inspirar al hombre del tercer milenio el deseo de buscar de nuevo a Dios, y la fe para poder encontrarlo.”

Filippo Morlacchi “El deseo de buscar y la confianza de encontrar” Totus Tuus, Nr 3 mayo/junio/julio 2010  edición “Alianza entre fe y razón”   


 

jueves, 21 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla: su amada Cracovia (2 de 2)

 


El sacerdote Karol Wojtyła vivió en la calle Kanonicza, donde hoy se encuentra el Museo del Arzobispado, no sólo a partir de su nombramiento como obispo sino ya antes, en los años cincuenta, cuando era profesor en la Universidad de Lublin. Hoy, en aquel palacio, su habitación y sus objetos personales ocupan un lugar privilegiado.

 Las religiosas que trabajaban allí en aquel tiempo recuerdan que el joven profesor, ya con su doctorado bajo el brazo, cuando se acercaba la hora de sacar agua del aljibe, estaba siempre dispuesto a darle una mano a la religiosa de turno.  “Y ya obispo y cardenal siempre veía junto a si al prójimo” recuerda el señor Jozef Mucha, su chofer durante 14 años. Recuerda también la tarta de tres pisos que el Cardenal confiscó durante una fiesta para llevarla al grupo de pastoral juvenil. “Nosotros no necesitamos comer esta tarta – le dijo al casero – llevémosla a los jóvenes”…. Al Cardenal Wojtyła le gustaba mucho la lecha cuajada y era capaz de sacrificar cualquier comida – prosigue el señor Mucha sonriendo – antes de algún almuerzo especial,  pero sobre todo antes de las grandes festividades, las religiosas debían esconderla muy bien”.

 La calle Franciszkánska está estrechamente ligada a la persona de Karol Wojtył. Fue ordenado sacerdote en la capilla del Palacio Arzobispal, y regresó allì como cardenal.  Ocupaba el primer piso con la famosa ventana  desde donde se asomó como Papa, durante su primer viaje apostólico a Polonia. Todos los días los habitantes de Cracovia, mirándola, esperaban ver aparecer una figura blanca. ¡Cuánta alegría se apdoerò de sus corazones cuando elnuevo Pontìfice Benedicto XVI, siguiendo a su predecesor, les saludò desde aquella misma ventana!  En frente esta la Basìlia de San Francisco, donde el Cardenal  Wojtyła pasaba tantas horas en oración. Hoy su “banco” lleva una pequeña placa.

 


Desde aquí mismo, desde la calle Franciszkanska, Karol Wojtyła partió para el Conclave de 1978 para no regresar más a su amada Cracovia. Aquel momento el señor Mucha lo recuerda asì: “Cuando le llevé la noticia de la muerte del Papa Juan Pablo I,  el cardenal Wojtyła estaba sentado a la mesa almorzando. Escuche un fuerte ruido. Al recibir la noticia algo se le cayó de las manos al Cardenal. Después lo acompaño al aeropuerto, “Buen viaje, Eminencia, y hasta muy pronto” le dije. El cardenal después de un profundo y triste suspiro me respondió “Nunca se sabe”.

  Aleksandra  Zapotoczny, Boletin Totus Tuus Nro 5, mayo 2007

 


 

martes, 19 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla: su amada Cracovia (1 de 2)

 


Karol Wojtyła pasó 40 años de su vida en Cracovia. Por las calles de la ciudad caminaba de estudiante y de seminarista, de sacerdote, profesor, obispo y cardenal. Observaba el río Vístula, se detenía a escuchar el Heynal (son de la trompeta que se oye cada hora) de la Torre de la Basílica de Nuestra Señora, rezaba ante las tumbas de reyes y de poetas polacos.



Corría el año 1938 cuando comenzó a estudiar literatura en la Universidad Jagelloniana. 


En aquel tiempo vivía con su padre en un apartamento húmedo de la calle Tyniecka 10, vivienda que actualmente está a la espera de reformas incentivadas por el interés despertado por turistas y peregrinos que allí se detienen. En ese mismo periodo Karol frecuentaba el seminario clandestino y trabajaba en la cantera. Era el periodo en que Cracovia estaba bajo el régimen alemán.



Después, ya como sacerdote, Wojtyła comenzó su trabajo pastoral en Debniki, en la orilla opuesta del rio Vístula con respecto al centro de Cracovia, en la Parroquia de San Estanislao Kostka.  




Por eso cuando llego a Roma para estudiar, se encariñó tanto con la iglesia de San Andrés en el Quirinale, que guarda las reliquias del santo polaco, y le recordaba a su primera parroquia en Cracovia.

A dos pasos de Debniki, sobre el puente de Grunwald, se puede observar el panorama del Castillo de Wavel, residencia de los reyes polacos, y de la iglesia de Skalka, uno de los Santuarios Marianos más importantes de Polonia, donde fue asesinado uno de los primeros obispos polacos, San Estanislao Mártir (1079). Fue allí mismo, frente a su ataúd, donde rezó el joven sacerdote Wojtyla, el día de su ordenación sacerdotal. Y su Primera Misa la celebró en Wavel, en la cripta del siglo XVI dedicada a San Leonardo, el 2 de noviembre de 1946.


Otro lugar estrechamente ligado a la personal de Karol Wojtyła es la  Iglesia de San Florian,  donde le joven sacerdote desarrolla su primera tarea de pastoral académica. Fue un día, avanzada ya la tarde, cuando dos estudiantes se cruzaron en la calle con un joven sacerdote. Ya lo habían visto antes en la iglesia: venían buscando a alguien que guiara espiritualmente su grupo académico. Años más tarde habrían de escribir: “La Misa había terminado. Nosotros aún estábamos en el banco cuando lo vimos por primera vez. Había algo particular en su persona mientras recorría toda la iglesia. Caminaba de modo muy ligero, levemente inclinado hacia adelante, con un  mechón de cabellos que le caía sobre la frente.



Su rostro marcaba una extraña ausencia, como si estuviera ensimismado, pero al mismo tiempo viese todo a su alrededor. Esta figura contrastaba con la de otros sacerdotes de “reciente ordenación”. Ellos eran cuidadosos en su porte, sus cabellos alisados, hábito elegante y zapatos tan lustrados que suscitaban dudas: pero ¿es que con estos zapatos es posible acercarse a quien los necesita atravesando las calles sucias y llenas de barro?  En cambio el sacerdote que aminaba a lo largo de la iglesia llevaba puesto un hábito algo raído y calzaba un par de zapatos gastados. Fueron precisamente esos zapatos que nos revelaron del joven sacerdote mucho más de cuanto podría hacerlo una homilía cuidadosamente preparada….”

 

Aleksandra  Zapotoczny, Boletin Totus Tuus Nro 5, mayo 2007

viernes, 15 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla visto desde el enigmático Vistula (Wisła)

 


(extraigo solo una pequeña parte del primer capitulo del libro de Rocco Buttiglione The thought of the man who became pope John Paul II (William Eerdmans Publishing Co. (El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, Madrid 1992) Desconozco la “historia” de este libro, pero tambien ésta parece interesante. Esta version lleva una introducción de Michael Novak de 1996 y un prefacio de Buttiglione mismo fechado 16 de octubre de 1978 donde en tres páginas brinda valiosísima información y bibliografía para seguir investigando. Mi texto está traducido del inglés)

“Stanislaw Grygiel fue amigo y estrecho colaborador de Karol Wojtyla desde que Wojtyla era profesor universitario y arzobispo de Cracovia. Grygiel escribió un libro titulado “Hombre visto desde el Vistula”. Quizás no fuese un muy buen titulo, pero es de profundo significado. No se es visto igual cuando se es visto desde el extremo de Europa occidental o desde los territorios que se extienden a lo largo del Vistula, en las grandes planicies delimitadas por el Oder, el Mar Báltico, y las montañas Tatra, limitando por el este con las repúblicas bálticas, Belarus, y Ucrania.   Grygiel me dijo en una oportunidad que el río Vistula separa y a la vez – paradójicamente - une el este con el oeste.

Aunque a veces pensemos distinto, Polonia pertenece a Europa Occidental: cuando nació la identidad nacional Polonia eligió la iglesia católica y la liturgia latina. Pagó cara esta elección pero nunca titubeó. Por otro lado, esta ubicada en el borde del Este y comparte con éste la herencia étnica y la lingüística eslava.. Precisamente debido a su ubicación el pueblo de Polonia habla el lenguaje de dos mundos espirituales, uniéndolos. La geografía misma de Polonia le permite una catolicidad particular – una apertura a la universalidad a la cual puede permanecer fiel solamente profundizando, antes que negando, su elección romana. Mirada “desde el Vistula” se levante ante nosotros una idea totalmente diferente de Oeste y del Este, con sus diferencias y sus uniones, sus significados peculiares y destinos comunes..



Hay una manera particular de considerar la historia mundial que surge de la experiencia especifica de la nacion polaca y su cultura, profundamente arraigada en la mente y el pensamiento de Karol Wojtyla. En su caso, no es un mero estado de ánimo sino un profundo y concienzudo análisis, a veces explícitamente expresado, siempre acompañando, como premisa implícita su propio enfoque a los mas diversos temas éticos, religiosos, teológicos y filosóficos. ..

Un aspecto del carácter tan distintivo de su pensamiento puede captarse en la manera que Juan Pablo II mencionara en varias oportunidades, especialmente durante su viaje a Polonia, el significado providencial de su elección como papa polaco en las vísperas de concluirse el segundo milenio de evangelización. En su homilía para la Misa celebrada en la Plaza de la Victoria en Varsovia fue explícito:

Mi peregrinación a la patria, en el año en que la Iglesia en Polonia celebra el IX centenario de la muerte de San Estanislao, ¿no es quizá un signo concreto de nuestra peregrinación polaca a través de la historia de la Iglesia: no sólo a través de los caminos de nuestra patria, sino también a través de los de Europa y del mundo? Dejo ahora aparte mi persona, pero no obstante debo junto con todos vosotros hacerme la pregunta sobre el motivo por el cual precisamente en el año 1978 (después de tantos siglos de una tradición muy estable en este campo) ha sido llamado a la Cátedra de San Pedro un hijo de la nación polaca, de la tierra polaca. De Pedro, como de los demás Apóstoles, Cristo exigía que fueran sus "testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra" (Act 1. 8). Con referencia, pues, a estas palabras de Cristo, ¿no tenemos quizá el derecho de pensar que Polonia ha llegado a ser, en nuestros tiempos, tierra de un testimonio especialmente responsable? ¿Que precisamente de aquí —de Varsovia y también de Gniezno, de Jasna Góra, de Cracovia, de todo este itinerario histórico que tantas veces he recorrido en mi vida, y que en estos días aprovecho la ocasión para recorrerlo de nuevo— hay que anunciar a Cristo con gran humildad, pero también con convicción? ¿Que precisamente es necesario venir aquí, a esta tierra, siguiendo este itinerario, para captar de nuevo el testimonio de su cruz y de su resurrección? Pero, si aceptamos todo lo que en este momento me he atrevido a afirmar, ¡qué grandes deberes y obligaciones nacen de ello! ¿Seremos capaces?”


miércoles, 13 de noviembre de 2024

Bernard Lecomte: Historia de Karol – el profesor universitario (2 de 2)

 


En los primeros tiempos viaja de noche cada dos semanas y a a las 5 de la mañana se baja en la estacón de Lublin. En esa época llevaba ocho horas recorrer los trescientos cuarenta kilómetros entre las dos ciudades. El viaje menos incómodo es de noche en coche-cama […]  ¿Por qué habrían, pues, de asombrarse si el profesor Wojtyla, habiendo dormido pocas horas, se cae de sueño durante la lección de metafísica? Tanto más que Karol, un «enamorado de Dios» no aprovecha las largas pausas para descansar en compañía de sus colegas, charlando tranquilamente ante una taza de té, sino que se le ve a menudo intentando orar en la capilla o leyendo el breviario. El éxito universitario, que a muchos eclesiásticos se les sube a la cabeza, no aleja al futuro Papa de lo esencial. A una ex discípula encargada al término del año académico de entregarle un ramo de tulipanes en agradecimiento de parte de todos los estudiantes, el profesor Wojtyla, conmovido, le pide gentilmente que le lleve las flores a la Virgen.

En la primavera de 1955, los estudiantes de la KUL se quedan estupefactos cuando el profesor Wojtyla les propone un retiro de dos días en el Monte Pewla, cercano a Zywiec, en las montañas de Tatra, en vez de la acostumbrada celebración de fin de año en la capilla de la universidad La mayor parte de aquellos jóvenes no olvidará jamás el comentario sobre la encíclica MysticiCorporis Christi realizado en plena naturaleza, bajo el cielo estrellado de los Cárpatos […]



Después en 1957, irá a hospedarse a otro convento, el de las ursulinas “negras” en el centro de la ciudad nueva. Un arco, una puerta escondida, una escalera de madera de encina que lleva al largo pasillo del primer piso con aroma a cera. En el pasillo, el padre Wojtyla, apenas llegado de la estación de Lublin, hace el Vía Crucis con las religiosas. Siempre encuentra tiempo para rezarle a la Virgen de Czestochowa en una capilla contigua, antes de encerrarse a trabajar en una habitación que mira sobre el claustro antiguo. […] Los meses de invierno – esquíes a la espalda y breviario en el bolsillo – parte al ataque de los montes preferidos. […] Al retornar la bella estación, guarda los esquíes y se concede otras diversiones. En mayo, con la mochila a sus espaldas, trepa por los senderos de Turbazac, una de sus metas preferidas. Y entre el 15 de julio y el 1 de agosto, con un grupo de veintidós jóvenes entusiastas, baja a kayak la Czarda Woda y cruza el lago Wieprznickei […] en su mochila, con su tienda, lleva una pila de libros para discutir durante los descansos […]

Entre una y otra hazaña deportiva, el profesor Wojtyla imparte lecciones en la KUL, donde sus compromisos van en aumento. En primer lugar, participa en un mayor número de seminarios y multiplica las conferencias: presenta dos conferencias ante la sociedad científica de la KUL. Una sobre «Dos concepciones de la libertad» (en abril) y otra sobre «Los fundamentos del perfeccionismo ético» (en octubre); en el Instituto de Cultura religiosa superior (IWKR) tiene una conferencia sobre «La ética del matrimonio». Al reabrirse el año académico se le asigna también la misión de enseñar teología moral. Y cuando el profesor Bednarski parte para Roma, deposita en su pupilo la responsabilidad de todos los departamentos. A partir de aquel momento Wojtyla deberá cumplir con ocho horas semanas de clases y seminarios.[..]

Uno de sus estudiantes, el entonces seminarista Romuald Walder, recuerda que Wojtyla llegaba al seminario, al número 3 de la calle Mickiewicz, vestido de manera poco usual a la de los tradicionalmente bien vestidos profesores de Cracovia y en lugar de un sombrero negro llevaba su gorra de cuero, que había llamado la atención de las religiosas ursulinas de Lublin, y sobre una sotana gastada, llevaba siempre la misma chaqueta de paño grueso. «Cuando entraba en el aula, dejaba el abrigo sobre la silla y todos podíamos ver que sus ropas eran bastante más modestas que las de la mayor parte de los estudiantes».

Estudiantes, seminaristas, y jóvenes en general; el padre Wojtyla experimenta enorme satisfacción en escuchar, formar, reunir a adolescentes, chicos y chicas, que son para él una fuente de gozo y una razón de vida.

 

Bernard Lecomte, Giovanni Paolo II

 

  


 

Bernard Lecomte: Historia de Karol – el profesor universitario (1 de 2)

 


A principios del verano de 1953, cuando el “Tygodnik” fue cerrado repentinamente, Karol está por finalizar la tesis de doctorado sobre Max Scheler y busca relatores en vista de la defensa. Es una etapa importante al inicio de una carrera universitaria, y para el ex alumno del instituto de Wadowice aquella formalidad intelectual y administrativa es una consagración […] Precisamente, a fines del mismo año 1953, desde Moscú a Varsovia, los sucesores de Stalin se disputaban crudamente su herencia política, y la situación era peligrosamente tensa en toda Europa oriental. […]

En Cracovia, las autoridades atacan al instituto más antiguo de la Universidad, la “pontificia” facultad de teología, fundada en 1397, que, tal como su nombre indica, depende directamente del Papa. Las jerarquías comunistas de Varsovia habían asumido como propia la célebre y despreciable ocurrencia de Stalin: «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?» La venerable facultad es clausurada de repente en octubre de 1954. Un evento histórico: la reválida de la habilitación de Karol Wojtyla es el último acto oficial de la facultad de teología de la Jagellonica, previo a su clausura […].



En 1954, los comunistas también apuntan a la prestigiosa universidad católica de Lublin (KUL): arrestan al rector, suspenden a algunos profesores, amenazan a los estudiantes, cierran la Facultad de Derecho.  Un artilugio administrativo – el recurso al antiguo estatuto de la pre-guerra, que sigue vigente – permite al cuerpo docente crear in extremis la facultad de filosofía […]. El futuro Papa será designado “profesor adjunto” y deberá garantizar tres horas de lecciones por semana, pagas con vacaciones, en el departamento de ética y filosofía bajo la dirección del profesor Bednarski. […]. La KUL es un lugar único, una excepción, una especie de milagro en esa postguerra tan atormentada. [.] Fundada en 1918, la institución goza de excelente reputación. En los años cincuenta, el profesor Wojtyla enseña en el aula 33, llena hasta rebosar de estudiantes de otras facultades, alineados en filas apretadas  a lo largo de las paredes. Terminada la lección, baja al primer piso, en las pequeñas aulas de filosofía con montones de libros, donde los graduados preparaban sus tesis. El profesor Wojtyla no da las clases sentado, leyendo ex cátedra los mismos apuntes año tras año, sino que se pasea sobre la tarima de la cátedra, con la cabeza gacha y los brazos  a la espalda, sin consultar apuntes. Tiene la costumbre de repetir las mismas coas de diversas maneras, desde varias perspectivas, reiterando los argumentos más importantes y haciendo, cada poco una síntesis para estar seguro que el mensaje ha sido entendido. […]

 

Bernard Lecomte, Giovanni Paolo II  (publicado en Totus Tuus Nr3, marzo 2007)


martes, 12 de noviembre de 2024

Todo hombre es aquel “hijo pródigo”

 


«Un hombre tenía dos hijos. El más joven dijo al padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde", dice Jesús poniendo al vivo la dramática vicisitud de aquel joven: la azarosa marcha de la casa paterna, el despilfarro de todos sus bienes llevando una vida disoluta y vacía, los tenebrosos días de la lejanía y del hambre, pero más aún, de la dignidad perdida, de la humillación y la vergüenza y, finalmente, la nostalgia de la propia casa, la valentía del retorno, la acogida del Padre. Este, ciertamente no había olvidado al hijo, es más, había conservado intacto su afecto y estima. Siempre lo había esperado y ahora lo abraza mientras hace comenzar la gran fiesta por el regreso de «aquel que había muerto y ha resucitado, se había perdido y ha sido encontrado».

El hombre —todo hombre— es este hijo pródigo: hechizado por la tentación de separarse del Padre para vivir independientemente la propia existencia; caído en la tentación; desilusionado por el vacío que, como espejismo, lo había fascinado; solo, deshonrado, explotado mientras buscaba construirse un mundo todo para sí; atormentado incluso desde el fondo de la propia miseria por el deseo de volver a la comunión con el Padre. Como el padre de la parábola, Dios anhela el regreso del hijo, lo abraza a su llegada y adereza la mesa para el banquete del nuevo encuentro, con el que se festeja la reconciliación.

Lo que más destaca en la parábola es la acogida festiva y amorosa del padre al hijo que regresa: signo de la misericordia de Dios, siempre dispuesto a perdonar. En una palabra: la reconciliación es principalmente un don del Padre celestial.

Pero la parábola pone en escena también al hermano mayor que rechaza su puesto en el banquete. Este reprocha al hermano más joven sus descarríos y al padre la acogida dispensada al hijo pródigo mientras que a él, sobrio y trabajador, fiel al padre y a la casa, nunca se le ha permitido —dice— celebrar una fiesta con los amigos. Señal de que no ha entendido la bondad del padre. Hasta que este hermano, demasiado seguro de sí mismo y de sus propios méritos, celoso y displicente, lleno de amargura y de rabia, no se convierta y no se reconcilie con el padre y con el hermano, el banquete no será aún en plenitud la fiesta del encuentro y del hallazgo.

El hombre —todo hombre— es también este hermano mayor. El egoísmo lo hace ser celoso, le endurece el corazón, lo ciega y lo hace cerrarse a los demás y a Dios. La benignidad y la misericordia del Padre lo irritan y lo enojan; la felicidad por el hermano hallado tiene para él un sabor amargo[21]. También bajo este aspecto él tiene necesidad de convertirse para reconciliarse.

La parábola del hijo pródigo es, ante todo, la inefable historia del gran amor de un padre —Dios— que ofrece al hijo que vuelve a Él el don de la reconciliación plena. Pero dicha historia, al evocar en la figura del hermano mayor el egoísmo que divide a los hermanos entre sí, se convierte también en la historia de la familia humana: señala nuestra situación e indica la vía a seguir.”

 (San Juan Pablo II de la Exhortación apostólicaReconciliatio et Paenitentia, 5-6) 

El sacramento de la reconciliación (del Compendio del catecismo de la Iglesia Católica)

 


297. ¿Por qué hay un sacramento de la Reconciliación después del Bautismo?

1425-1426
1484

Puesto que la vida nueva de la gracia, recibida en el Bautismo, no suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado (esto es, la concupiscencia), Cristo instituyó este sacramento para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el pecado.

298. ¿Cuándo fue instituido este sacramento?

1485

(…)

El Señor resucitado instituyó este sacramento cuando la tarde de Pascua se mostró a sus Apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23).

– 302. ¿Cuáles son los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación?

1440-1449

Los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación son dos: los actos que lleva a cabo el hombre, que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, y la absolución del sacerdote, que concede el perdón en nombre de Cristo y establece el modo de la satisfacción.

303. ¿Cuáles son los actos propios del penitente?

1450-1460
1487-1492

Los actos propios del penitente son los siguientes: un diligente examen de concienciala contrición (o arrepentimiento), que es perfecta cuando está motivada por el amor a Dios, imperfecta cuando se funda en otros motivos, e incluye el propósito de no volver a pecar; la confesión, que consiste en la acusación de los pecados hecha delante del sacerdote; la satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado.

304. ¿Qué pecados deben confesarse?

1456

Se deben confesar todos los pecados graves aún no confesados que se recuerdan después de un diligente examen de conciencia. La confesión de los pecados graves es el único modo ordinario de obtener el perdón.

(…)

307. ¿Quién es el ministro del sacramento de la Reconciliación?

1461-1466
1495

Cristo confió el ministerio de la reconciliación a sus Apóstoles, a los obispos, sucesores de los Apóstoles, y a los presbíteros, colaboradores de los obispos, los cuales se convierten, por tanto, en instrumentos de la misericordia y de la justicia de Dios. Ellos ejercen el poder de perdonar los pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

(…)

310. ¿Cuáles son los efectos de este sacramento?

1468-1470
1496

Los efectos del sacramento de la Penitencia son: la reconciliación con Dios y, por tanto, el perdón de los pecados; la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se había perdido; la remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu; el aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano.

 (del Compendio del catecismo de la Iglesia Católica)

 

El sentido de la ofensa a Dios y el don de la reconciliación

 


Para comprender el don de la reconciliación hace falta una atenta reflexión sobre los modos para suscitar la conversión y la penitencia en el corazón del hombre (cf. Reconciliatio et paenitentia, 23). Aunque abundan las manifestaciones del pecado ―codicia y corrupción, relaciones rotas por la traición y explotación de personas―, el reconocimiento de la pecaminosidad individual ha disminuido. Como consecuencia de este debilitamiento del reconocimiento del pecado, con la correspondiente atenuación de la necesidad de buscar el perdón, se produce en definitiva un debilitamiento de nuestra relación con Dios (cf. Homilía durante la celebración ecuménica de Vísperas, Ratisbona, 12 de septiembre de 2006).

No es de extrañar que este fenómeno esté particularmente acentuado en sociedades marcadas por una ideología post-iluminista. Cuando Dios es excluido de la esfera pública, desaparece el sentido de la ofensa contra Dios ―el verdadero sentido del pecado―; y precisamente cuando se relativiza el valor absoluto de las normas morales, las categorías de bien o mal se difuminan, juntamente con la responsabilidad individual.

Sin embargo, la necesidad humana de reconocer  y afrontar el pecado de hecho no desaparece jamás, por mucho que  una  persona, como el hermano mayor, pueda racionalizar lo contrario. Como nos dice san Juan:  "Si decimos:  "No tenemos pecado", nos engañamos" (1 Jn 1, 8). Es parte integrante de la verdad sobre la persona humana. Cuando se olvidan la necesidad de buscar el perdón y la disposición a perdonar, en su lugar surge una inquietante cultura de reproches y altercados. Sin embargo, este horrible fenómeno se puede eliminar. Siguiendo la luz de la verdad salvífica de Cristo, hay que decir como el padre:  "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo", y debemos alegrarnos "porque este hermano tuyo... estaba perdido, y ha sido hallado" (Lc 15, 31-32).

(del discurso del PapaBenedicto XVI al cuarto grupo de obispos de Canadá en visita “Ad limina” 9 deoctubre de 2006)

sábado, 2 de noviembre de 2024

2 de noviembre : fiesta de los afectos y el misterio de la vida nueva



Hemos celebrado ayer la solemnidad de Todos los Santos, que, después de haber abandonado este mundo, viven en la comunión sin fin con Dios. Su suerte dichosa es también el destino de los que todavía vivimos en la tierra y estamos llamados a seguir sus huellas en la fiel imitación de Cristo, nuestro Salvador.

Hoy, 2 de noviembre, conmemoramos a los fieles difuntos, que terminada su peregrinación terrena, duermen el sueño de la paz. Es una celebración muy sentida en las familias. Es la fiesta humanísima de los afectos que sobrepasan la medida del tiempo y se insertan en la dimensión del misterio del amor de Dios, que restituye todo a vida nueva.

El hombre surge de la tierra y a la tierra torna (cf. Gn 3, 19): he aquí una realidad evidente que no hay que olvidar nunca. Pero experimenta también el insuprimible deseo de vida inmortal. Por esa razón los vínculos de amor que unen a padres e hijos, a los esposos, a hermanos y hermanas, como también los vínculos de verdadera amistad entre las personas, no se deshacen ni terminan con el inevitable acontecimiento de la muerte. Nuestros difuntos siguen viviendo entre nosotros, no sólo porque sus restos mortales descansan en el camposanto y su recuerdo forma parte de nuestra existencia, sino sobre todo porque sus almas interceden por nosotros ante Dios.

(…)

La conmemoración de hoy nos invita a reavivar la fe en la vida eterna. El hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, lleva inscrito en las profundidades de su ser el nombre mismo, primordial y eterno, de Dios, que es comunión perfecta del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Precisamente por esto su "yo" profundo no sucumbe a la muerte, sino que, superando los confines del tiempo, entra en la eternidad.

Los cristianos, reunidos en torno al recuerdo de sus queridos difuntos, proclaman hoy: Regem cui omnia vivunt, venite, adoremus, "Venid, adoremos al Señor, por el cual todos viven". En el amor de Cristo, que todo redime de las consecuencias del pecado y de la muerte, resplandece la santidad de Dios y se manifiesta su designio providencial de "formar familia" con el hombre. Dios quiere que nadie se pierda (cf. Jn 6, 39), sino que cada uno, transformado por su santidad, vivo para siempre en su presencia en compañía de todos los hermanos y hermanas que forman su casa (cf. 2 Co 4, 14).

Podemos decir que la memoria de hoy es prolongación natural de la solemnidad de ayer. Juntas, forman la gran fiesta de la comunión de la Iglesia constituida por los fieles que aún peregrinan en esta vida y los que ya han cruzado el umbral de la muerte.

(de la Audiencia General de Juan Pablo II 2 denoviembre de 1994)

 

viernes, 1 de noviembre de 2024

Juan Pablo II habla de su Primera Misa

 

(altar donde Karol Wojtyla celebro su Primera Mesa - Cripta San Leonardo, Catedral de Wawel)

La "primera Misa"
Habiendo sido ordenado sacerdote en la fiesta de Todos los Santos, celebré la "primera Misa" el día de los fieles difuntos, el 2 de noviembre de 1946. En este día cada sacerdote puede celebrar para provecho de los fieles tres Santas Misas. Mi "primera" Misa tuvo por tanto -por así decir- un carácter triple. Fue una experiencia de especial intensidad. Celebré las tres Santas Misas en la cripta de San Leonardo, que ocupa, en la catedral del Wawel, en Cracovia, la parte anterior de la llamada cátedra episcopal de Herman. Actualmente la cripta forma parte del complejo subterráneo donde se encuentran las tumbas reales. Al elegirla como el lugar de mis primeras Misas quise expresar un vínculo espiritual particular con los que reposan en esa catedral que, por su misma historia, es un monumento sin igual. Está impregnada, más que cualquier otro templo de Polonia, de significado histórico y teológico. Reposan en ella los reyes polacos, empezando por Wladyslaw Lokietek. En la catedral del Wawel eran coronados los reyes y en ella eran también sepultados. Quien visita ese templo se encuentra cara a cara con la historia de la Nación.


Precisamente por esto, como he dicho, elegí celebrar mis primeras Misas en la cripta de San Leonardo. Quería destacar mi particular vínculo espiritual con la historia de Polonia, de la cual la colina del Wawel representa casi una síntesis emblemática. Pero no sólo eso. Había, en esa elección, una especial dimensión teológica. Como he dicho, fui ordenado el día anterior, en la Solemnidad de Todos los Santos, cuando la Iglesia expresa litúrgicamente la verdad de la Comunión de los Santos -Communio Sanctorum-. Los Santos son aquellos que, habiendo acogido en la fe el misterio pascual de Cristo, esperan ahora la resurrección final.


También las personas, cuyos restos reposan en los sarcófagos de la catedral del Wawel, esperan allí la resurrección. Toda la catedral parece repetir las palabras del Símbolo de los Apóstoles: "Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna''. Esta verdad de fe ilumina la historia de las Naciones. Aquellas personas son como "los grandes espíritus" que guían la Nación a través de los siglos. No se encuentran allí solamente soberanos junto con sus esposas, u obispos y cardenales; también hay poetas, grandes maestros de la palabra, que han tenido una importancia enorme para mi formación cristiana y patriótica.


Fueron pocos los participantes en aquellas primeras Misas celebradas sobre la colina del Wawel. Recuerdo que, entre otros, estaba presente mi madrina Maria Wiadrowska, hermana mayor de mi madre. Me asistía en el altar Mieczyslaw Malinski, que hacía presente de algún modo el ambiente y la persona de Jan Tyranowski, ya entonces gravemente enfermo.


Después, como sacerdote y como obispo, he visitado siempre con gran emoción la cripta de San Leonardo. ¡Cuánto hubiera deseado poder celebrar allí la Santa Misa con ocasión del quincuagésimo aniversario de mi Ordenación sacerdotal!

Entre el pueblo de Dios
Después hubo otras "primeras Misas'': en la iglesia parroquial de San Estanislao de Kostka en Debniki y, el domingo siguiente, en la iglesia de la Presentación de la Madre de Dios en Wadowice. Celebré también una Misa en la confesión de San Estanislao, en la catedral del Wawel, para los amigos del teatro rapsódico y para la organización clandestina "Unia" (Unión), a la cual estuve vinculado durante la ocupación.

Don y Misterio – Juan Pablo II