miércoles, 2 de julio de 2025

Ut unum sint, el camino irreversible de la Iglesia

 


En el 25 aniversario de la promulgación de la Enciclica del Papa Juan Pablo II Ut unum sint sobre el empeño ecuménico, la  cátedra Yves Congar de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia y el Instituto de Estudios Ecuménicos de la Pontificia Universidad Santo Tomas de Aquino (Angelicumde Roma organizaron en noviembre de  2021, (entre el  24 y 26) el  XIX Simposio de Teología Histórica titulado Ut unum sint, el camino irreversible de la Iglesia.

En la cita sobre la cuestión ecuménica participaron alrededor de 45 especialistas e investigadores nacionales e internacionales.  El congreso fue inaugurado por el arzobispo de valencia Antonio Cañizares y la primera conferencia estaba a cargo del Cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cistianos.  Su ponencia llevaba el titulo de ¿Cuan largo es el camino que nos queda?  La situación ecuménica un cuarto de siglo después de UUS. El cardenal Koch finalmente no pudo estar presente pero ofreció su reflexión online.

El Simposio fue “un espacio de meditación, diálogo y estudio sobre los frutos y desafíos del camino hacia el encuentro y la unidad plena.”

Todas las ponencias, comunicaciones y reflexiones del Simposio fueron publicadas en forma de libro por la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia (UCV) bajo el titulo: Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia

Tal y como explicaba uno de los directores del congreso, el profesor Andrés Valencia, el camino ecuménico que la Iglesia católica ha emprendido desde el Concilio Vaticano II «es un compromiso que no tiene marcha atrás». El Concilio «anima e inspira a toda la Iglesia a buscar caminos hacia la unidad plena y visible».

El XIX Simposio de Teología Histórica tuvo como objetivo «repasar y evaluar» los 25 años de camino ecuménico. «Las ponencias y reflexiones que presentamos en este libro», señalaba Valencia, «son el reflejo del progreso y también de las limitaciones que el camino ecuménico trae consigo».

El congreso internacional trabajó sobre los temas que marcan la agenda ecuménica, la cuestión sobre la verdad, el primado, la eucaristía, la eclesiología y, con ello, los ministerios.

 «Aún queda camino por recorrer», reconocía el director de la Cátedra de ecumenismo Yves Congar, «lo que implica aumentar los esfuerzos de diálogo y cercanía a todos los niveles en una actitud de escucha».

«En este camino es importante encontrar espacios para superar las barreras que hacen difícil el camino», añadia Andrés Valencia. «Encontrar una visión común de unidad es el desafío al que el ecumenismo se enfrenta hoy en día. Esto será posible a través de un diálogo sincero y verdadero».

 

Título: Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia, Año de publicación: 2023, Colección: Series Valentina, nº 78

Publica: Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

Edita: SIFTEL, Facultad de Teología San Vicente Ferrer – UCV

I.S.B.N. 978-84-86067-75-5

 

Fuente: UCV – Facultad de teología San Vicente Ferrer  

martes, 1 de julio de 2025

Ut unum sint – Audacia y dificultades en la unidad de los cristianos - George Weigel (2 de 2)

 


Una vision adelantada a su tiempo. 

Las mayores dificultades en el dialogo ecuménico occidental ya se habían dado antes que UtUnum Sint  se firmara.  El 4 de abril de 1995, el Secretario General del Congreso Mundial de Iglesias Dr. Konrad Raiser, dio una conferencia en el Centro Pro Unione de Roma, proponiendo lo que  el llamo un  “cambio paradigmático” en ecumenismo. Finalizando el segundo milenio, “un apartheid de hecho entre ricos y pobres” y”una degradación progresiva de toda la ecoesfera” requerían de un “urgente reordenamiento de la agenda ecuménica.”  Era hora, argumentaba Raiser de “dar vuelta la página sobre  esfuerzos pasados y concentrar todas nuestras energías en enfocarlas a temas del presente y futuro a la luz de la Palabra de Cristo”. Ese era el imperativo ecuménico contemporáneo.

El movimiento ecuménico tal concebido a partir de la Conferencia Misional de Edinburgo en 1910 –reunificación de los cristianos sobre las bases de una doctrina y practica consensuada – había llegado a su fin según el lider del Consejo Mundial de Iglesias, heredero insitucional dela iniciativa de 1910.  Lo que importaba eran las políticas ideológicas. La lucha  contra el calentamiento global era para las Iglesias más importante que  los debates acerca de nuestra visión ante Dios: la redistribución de ingresos resulto ser un tema cristiano más importante que la celebración de la Cena del Señor juntos. En la medida en que e reflejaba un sentimiento generalizado dentro de las autoridades representadas en el Consejo Mundial de Iglesias,  la conferencia de Konrad Raiser en Roma podría ser vista en el futuro como el fin del viejo ecumenismo. El movimiento ecuménico presentado en Ut Unum Sint era entonces el único movimiento ecuménico global que aún perseguía el objetivo original.

Un mes después de la publicación de Ut Unum Sint el patriarca ecuménico Bartolomé visitó Roma para la fiesta de San Pedro y San Pablo el 29 de junio y participó de la Misa solemne celebrada por el Papa en el altar papal en la Basílica de San Pedro. Durante la liturgia de la Palabra, Bartolomé y Juan Pablo II,  sentados uno al lado del otro,  en sendas sillas presidenciales frente al altar. El Evangelio se canto en Latín y en Griego y ambos presentaron sus homilías… en el Evangelio de Lucas Juan Pablo II  le recordó a Bartolomé que la misión de los primeros discípulos se centraba en estos términos: “El los envió de dos en dos “ (Lucas 10.,1)  

No presentaba un mensaje el texto? No sugería que “Cristo también los enviaba de dos en dos como mensajeros del Evangelio al Este y al Oeste?  “No podemos permanecer separados” insistió el Papa.

El Patriarca Bartolomé no respondió directamente a este requerimiento audaz. Su homilía sugería que no estaba preparado para comprometerse públicamente a la proposición de que se trataba de meras cuestiones de jurisdicciones las que separaban a los  ortodoxos y a la “vieja Roma”  como proponía Ut Unum Sint.   Ladeclaración conjunta firmada por el Papa y el Patriarca Ecumenico la tarde del29 de Junio decía que “un testimonio común de fe” era “particularmente apropiado en las vísperas del tercer milenio”.  Pero su declaración que el Gran Jubileo seria celebrado como “nuestro peregrinar hacia una real unidad” parecía señalar que la visión de Juan Pablo II para el milenio de Este y Oeste reunificados no llegaría a cumplirse según sus tiempos.

Sin embargo los testimonios y actos simbólicos de reconciliación continuaron avanzando en la agenda ecuménica de Juan Pablo II. El Viernes Santo el camino de la  cruz celebrado por el Papa en el Coliseo de Roma fue un nuevo acto ecuménico a mediados de los 1990. Las meditaciones para cada estación del Via Crucis de 1994 fueron preparadas por el Patriarca ecuménico. Las meditaciones de 1995 fueron escritas por la Hermana Minke de Vries, priora de las Hermanas de Grandchamp, una comunidad de monjas reformistas de la tradición calvinista. Y en 1997 las meditaciones fueron preparadas por Karekin I Sarkissian, Catolicos de todos los armenios y líder del la Iglesia Apostólica Armenia, con quien el Papa firmo una Declaración cristológica conjunta en diciembre de 1996.  . 

Juan Pablo II   trato por todos los medios de zanjar las animosidades religiosas que databan de  siglos con Europa del Este. Pero no todo se daba como hubiera planeado. Los planes para la canonización de Jan Sarkander, un mártir católico durante las guerras religiosas de comienzos del siglo 17 en Moravia, encontraron fuerte resistencia por parte de  los protestantes checos. Los líderes protestantes le enviaron cartas en duros términos al  Papa y al cardenal Cassidy argumentando que  Jan Sarkander habría querido influir a la fuerza en aéreas protestantes. Tanto Juan Pablo II como Cassidy demostraron,  tras exhaustiva investigación,  que Sarikander nunca había estado envuelto en violencias contra los protestantes, y que su canonización se realizaba en honor a su fiel dedicación sacerdotal, que le costó la vida.

La situación se mantuvo volátil  hasta que Juan Pablo II llegara a la Republica Checa el 20 de mayo. En la ceremonia de bienvenida, hizo llegar un especial saludo a sus amados hermanos en Cristo, los representantes de las distintas iglesias y comunidades cristianas y subrayó que había venido a Bohemia y Moravia como “peregrino de paz y amor”  Aquella tarde hablando a los jóvenes en el santuario mariano de Svatý Kopeček les dijo que el martirio de Sarkander  “tiene una extraordinaria elocuencia ecuménica” hablándoles a los cristianos separados de su mutua “responsabilidad por el pecado de la división” y de la importancia de la oración por el perdón de los pecados. “Sin dudas estamos en deuda unos con otros”, concluyó, reconociendo que el endeudamiento era el comienzo de la reconciliación. Durante toda su peregrinación a Bohemia y Moravia, el Papa pidió perdón por los errores de los católicos habían cometido en la historia de las tierras checas y perdonó a los protestantes por el daño que le habían hecho a los católicos.  Dos meses más tarde, en una peregrinación a Eslovaquia durante la cual canonizó a tres sacerdotes martirizados durante las guerras religiosas Juan Pablo II incluyo en su itinerario  el 2 de julio una visita al monumento en Košiče, para honrar a los calvinistas martirizados en 1687, debido a su rechazo en convertirse al catolicismo por  la fuerza.

Para 1997 fue resuelta una situación embarazosa y difícil  gracias al esfuerzo de Juan Pablo II y al líder local de Praga el Cardenal Miloslaw Vlk, quien había alabado públicamente el testimonio cristiano del reformador y héroe nacional checo Jan Hus, quemado en la hoguera por los católicos en 1415. Cuando el Papa regreso a la Republica Checa en abril de 1997,uno de los herederos de Hus, Pavel Czerny, líder de los Hermanos bohemios de la iglesia evangélica, participo con Juan Pablo II en un servicio ecuménico en la catedral de San Vito en Praga, conmemorando el milenio del martirio de San Adalberto,  primer evangelista de Bohemia.  En una ceremonia el 27 de abril el Papa reconoció el testimonio común a Cristo de  protestantes y católicos  bajo la persecución comunista.  En esos testimonios, dijo encontramos el coraje para perdonar y derribar las barreras de la sospecha y de la desconfianza recíprocas, para edificar la nueva civilización del amor” en la nueva democracia checa.  

El dialogo de anglicanos y católicos romanos continúo demostrando que era mas fácil romper las barreras de prejuicios de siglos que atravesar acuerdos teológicos. Cuando el arzobispo de Canterbury, George Carey, llego al Vaticano en Diciembre de 1996, Juan Pablo II admitió,  en observaciones al arzobispo y a su entorno,  que “los pasos a dar quizás no estén del todo claros para nosotros”.   Si bien, continuó, “estamos aquí para comprometernos a seguir  intentándolo”. Luego invito a sus hermanos y hermanas de comunión anglicana a reflexionar sobre los motivos y razones de las posiciones expresadas. Ordinatio sacerdotalis fue una de esas “posiciones” como así también la invitación de pensar en el ejercicio de una primacía papal que pudieran aceptar los anglicanos. Juan Pablo II evidentemente asumió que la invitación no había sido respondida muy satisfactoriamente. 

El estancamiento en el dialogo anglicano católico romano, la inhabilidad ortodoxa  de responder con una única voz a los constantes pedidos de Juan Pablo II por la reconciliación del milenio y el abandono del ecumenismo fundado teológicamente que pregonaba Konrad Raiser en su conferencia de 1995 –  hechos concretos  de la vida ecuménica de los 1990 – agregados a la probabilidad que pocos  católicos habían internalizado la visión del catolicismo ecuménico de Lumen Genitim  que comprometía a todos,    evidenciaba que Ut unum sint expresaba una visión adelantada a su tiempo, una visión a largo plazo en la historia.  Juan Pablo II reconocía que quizás habría algo de romanticismo  en el inmediato post conciliar  acerca de las posibilidades de una reconciliación eclesial pronta y completa dentro de Occidente y entre Este y Oeste. .Pero Ut Unum Sint  pide a los católicos romanos perseguir ese objetivo fiel y concienzudamente,  en la convicción que esto es lo que Cristo desea para su Iglesia. No será un camino fácil. Juan Pablo  II insistió que debe continuarse.

  (George Weigel: Witness of Hope, del capitulo 19 Only One World – A visión ahead of its time)

Ut unum sint – Audacia y dificultades en la unidad de los cristianos - George Weigel (1 de 2)

 


El 25 de mayo de 1995, a tan solo dos meses después de haber firmado Evangeliium Vitae Juan Pablo II presenta una nueva encíclica Ut Unum Sint sobre el imperativo de la unidad de los cristianos. . El titulo (Que puedan ser uno) conmemoraba palabras del Papa Juan XXIII que murió en 1963 con estas palabras,  de Cristo para sus discípulos,  en sus labios.  

Durante 16 años el activismo ecuménico de Juan Pablo II fue encarnando la visión articulada por el Vaticano II en Lumen Gentium, 8 –– la Iglesia católica necesariamente involucraba a todos los cristianos, quienes de alguna manera estaban relacionados al catolicismo por su bautismo. Sin importar lo que pensaran de la Iglesia católica, la Iglesia católica  los consideraba hermanos y hermanas en Cristo.

(..)

Quedaba algo  mas por decir además de lo que ya se había dicho y hecho? Juan Pablo II evidentemente consideraba que si, y la encíclica – iniciativa personal del Papa, profundizaba el concepto católico del ecumenismo haciendo lo que fue considerado el ofrecimiento papal más audaz a la ortodoxia y al protestantismo después de las divisiones de 1054 y el siglo XVI.

Lo verdaderamente nuevo de Ut Unum Sint fue indudablemente el conjunto de señales que se enviaba a todo el mundo dentro de la Iglesia Católica. Aquellos que consideraron el  Vaticano II una moda pasajera fueron  claramente informados que estaban equivocados.   La primera encíclica dedicada enteramente al ecumenismo aclaraba que el compromiso ecuménico del catolicismo era irreversible. La encíclica también desafiaba a aquellos que se cobijaban cómodamente en el dialogo ecuménico post conciliar.  Ut unum sint solicita a los profesionales ecuménicos recuperar el sentido de urgencia del tema. La desunión cristiana dificultaba aun más la proclama de la Palabra y  la superación del  abismo de razas, etnicidad y nacionalismos que dividían un mundo conflictivo y en peligro. Si los cristianos no podían reparar la unidad de la Iglesia, mal posicionados estaban para trabajar en la unidad de la raza humana.  Juan Pablo II  le pidió a los católicos de todo el mundo reavivar el compromiso del ecumenismo tan altamente posicionado durante los primeros años después del Concilio y tristemente opacado después.

En Ut Unum Sint Juan Pablo II también llamaba la atención su enfoque ecuménico hacia la Ortodoxia. Acercándose el Gran Jubileo Juan Pablo II estaba decidido hacer todos los esfuerzos posibles para zanjar la brecha del siglo XI antes de fines del siglo XX. Ante las críticas y la oposición ortodoxa que había recibido en los 1990´s la encíclica  de Juan Pablo II seguía insistiendo que los ortodoxos son “iglesias hermanas” con quienes la iglesia católica busca entera unidad en una diversidad legitima. El modelo de cómo podía vivirse esa comunión podría encontrarse en la experiencia del primer milenio… la sugerencia parecía clara porque no podría el catolicismo y la ortodoxia volver al status quo pre  1054? De tal manera se asumía que no había temas doctrinales de división de iglesias entre Roma y el Este, pero eso parecía ser la convicción de Juan Pablo II, a pesar de que algunos católicos y ortodoxos pensaran lo contrario.

La encíclica también hablaba del intento de  unidad de los cristianos con las comunidades de la Reforma, quizás con menores posibilidades que las evidentes en el llamado del Papa a los ortodoxos y temas mayores sin resolver, por ej. La relación de las Sagradas Escrituras con la tradición,  la naturaleza de la Eucaristía, los ministerios apostólicos y sacerdotales, la autoridad de la Iglesia y Maria como icono de la Iglesia.

La iniciativa más audaz de la encíclica de Juan Pablo II proponía a los cristianos ortodoxos y protestantes ayudarle a pensar como debería ser el pontificado que pudiera servirles en el futuro.   El ministerio del Obispo de Roma, decía, fue impuesto por Cristo como un ministerio de unidad para toda la Iglesia, La historia, errores humanos y el pecado transformaron ese ministerio en un signo de division…..   no obstante  la originalidad y audacia del ofrecimiento, Ut Unum Sint no recibió la atención de los medios que se le había dado a Evangelium Vitae. La audacia del ofrecimiento ecuménico de Juan Pablo II en Ut Unum Sint no fue respondida con la debida creatividad en las respuestas recibidas.

El protestantismo había cambiado dramáticamente desde el Vaticano II. Las comuniones con las cuales se había dialogado habían cambiado.-  El crecimiento del protestantismo entre evangélicos y pentecostales presentaba temas enteramente nuevos para las conversaciones ecuménicas entre católicos y protestantes. Estos temas no se habían tratado en Ut Unum Sint y muchos evangélicos en los Estados Unidos que admiraban la Evangelim Vitae y la promocionaron entusiasmados entre sus comunidades, se sintieron algo ignorados.

El ministerio del Obispo de Roma, escribe, en la intención de Cristo fue un ministerio de unidad para toda la Iglesia. Par algunos cristianos, admite Juan Pablo II, la memoria del papado “está marcada por recuerdos penosos. A tal extremo que nos sentimos responsables de eso, y me uno a mi predecesor PabloVI en pedir perdón”. A pesar de estos recuerdos, los cristianos de diferentes comuniones llegaron a comprender la importancia de un ministerio unificado al servicio de la iglesia universal, y algunos parecieron dispuestos a repensar el tema de la “primacía” del sucesor de Pedro en esos términos de ministerio unificador.  Juan Pablo II sintió una “responsabilidad particular” en avanzar en estos debates “siguiendo la solicitud que me fuera presentada de encontrar un camino de ejercitar una primacía que no debiera renunciar a lo que es esencial en su misión, y sin embargo abierta a nuevas situaciones. Tarea ingente – la llama – “que no podemos rechazar y que no puedo llevar a término solo.

Por lo tanto Juan Pablo II pide  “no podría la comunión real, aunque imperfecta, que existe entre nosotros”, sentar  las bases sobre las cuales los líderes cristianos y sus teólogos puedan trabajar para explorar el tipo de pontificado que podría servir a las necesidades de todos? El Obispo de Roma 941 años después del la desunión decisiva entre Roma y el Este, y 478 años después de la división de los cristianos occidentales y la Reforma luterana, pedía a sus hermanos y hermanas separados que le ayudaran a rediseñar el pontificado para el tercer milenio como servicio de unidad para toda la Iglesia de Cristo.

 (…)

(del capitulo 19 Only One World –la Unidad de los cristianos de Witness toHope - the biography of Pope John Paul II - George Weigel)