La liturgia de la Iglesia Católica celebra a San Benito Abad en dos
ocasiones. El día 21 de marzo es la fecha tradicional para conmemorar el
Tránsito de San Benito, o sea el día de su muerte y entrada al cielo. El día 11
de julio, que recuerda la Traslación de las reliquias de San Benito desde
Montecassino hasta el monasterio de Fleury, en Francia, fué la fecha elegida
por el Papa Pablo VI para conmemorar a San Benito como Patrono de Europa.
San Benito fue el patrono del pontificado de
Benedicto XVI, quien en brevísimas palabras nos revela el “secreto” de este “fundador
del monacato occidental” en una Audiencia : “Al contemplar a Dios
comprendió la realidad del hombre y su misión. En su Regla se refiere a
la vida monástica como «escuela del servicio del Señor» (Prol. 45) y
pide a sus monjes que «nada se anteponga a la Obra de Dios» (43, 3), es decir,
al Oficio divino o Liturgia de las Horas. Sin embargo, subraya que la oración
es, en primer lugar, un acto de escucha (Prol. 9-11), que después debe
traducirse en la acción concreta. «El Señor espera que respondamos diariamente
con obras a sus santos consejos», afirma (Prol. 35).
Juan Pablo II en su recordada visita aMontecassino (para él también una experiencia fuerte como polaco) sintetizaba
“De su vida interesante y venturosa recordemos sólo los extremos: Nacido en
Nursia hacia el 480, o sea en las montañas interiores de la Umbría, Benito
estudió algún tiempo la retórica en Roma, después, asustado o disgustado por la
corrupción del ambiente, se retiró junto al lago Aniene, en Subiaco, en la
soledad, donde surgieron nada menos que 13 monasterios. Obligado a abandonar el
valle del Aniene, Benito se dirigió a esta alta colina que domina la villa de
Cassino, donde en el 529 fundó el célebre monasterio y se dedicó a !a
evangelización de aquellas poblaciones todavía paganas, mientras su hermana
Escolástica dirigía el cenobio de las religiosas.”
Dotado de una profunda sensibilidad humana, San
Benito en su proyecto de reforma de la sociedad miró sobre todo al hombre,
siguiendo tres líneas directivas:
— el valor del hombre individual. como persona;
— la dignidad del trabajo, entendido como servicio
a Dios y a los hermanos;
— la necesidad de la contemplación, o sea, de la
oración: habiendo comprendido que Dios es el Absoluto, y que vivimos en el
Absoluto, el alma de todo debe ser la oración: Ut in omnibus glorificetur
Deus (Regla).
Invito
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