No hay dudas que Juan Pablo II llevaba a México en su corazón; allí descubrió durante su primer viaje el
alma latinoamericana, la alegría y el barullo. Por algo decía que México sabe
bailar, México sabe orar, México sabe cantar, pero también México sabe gritar! El
papa quedó profundamente impresionado por el pueblo mexicano, ese pueblo que fortaleció
su coraje para visitar su propia patria. Porque no habría de hacerlo? Si México
que era un estado laico lo había recibido con tanta alegría, como no iban a
hacerlo sus propios compatriotas?
(un grupo de jóvenes mexicanos la Vigilia de la canonización el sábado 26 de abril pasado)
Para la segunda visita del Papa
a México en 1990 se había programado la visita a una cárcel y naturalmente sobraban “candidatas”.
La Providencia quiso que el lugar elegido fuese el penal Cereso Nro 1, en
Durango, ciudad que Juan Pablo II no solo visitaría sino que ademas tendría el privilegio
de darle hospedaje, pues allí pernoctaría. Era la primera vez que un pontífice pisaba tierra duranguense y la visita quedaría grabada para siempre en la historia de Durango
y de su penal.
El 9 de mayo el Papa visitaba el centro de Readaptación Social de Durango (CERESO y desde alli "abrazaba" " a todos los hermanos y hermanas presos del país, tanto en el continente
como en las Islas Marías." En su mensaje decia: "En mi preocupación por vosotros, como hijos de la Iglesia os deseo
un espíritu fuerte y noble que os incline y ayude, con la gracia divina, a
perdonar de corazón a los que os hayan causado algún mal, así como también
vosotros, delante de Dios Padre, podéis esperar el perdón de aquellos a quienes
habéis causado algún daño. Es genuinamente cristiano saber pedir perdón y estar
dispuestos a resarcir, en la medida de lo posible, el mal causado."
Todo
había sido cuidadosamente organizado y supervisado hasta los menores detalles: por ej. unos meses
antes se habían entregado plantas de rosales a los internos que las quisieran
plantar. Cuando llego el Papa el camino era un rosedal en flor. Abundaban
opiniones, consejos y advertencias sobre la altura de las vallas, que internos
podrían acudir, etc…finalmente se opto por permitir el acceso a internos y
externos. Se había definido que el interno Jaime
Bolinguer Oruña, que entonces estudiaba leyes y termino la carrera de derecho
estando preso, saludara al Papa.
(fotografia de Eduardo Mera)
La condición era
que nadie estuviera a menos de 50 metros
del Papa y a esa distancia habló Jaime Bolinguer, pero al terminar el Papa le pidió
que se acercara…..y reinó el silencio, brillaron los rostros y asomaron las lágrimas…Jaime
se arrodilló a los pies del Papa y estalló en llanto mientras otros internos no
podían contener las lágrimas…. Previa visita se había sugerido que se dejase libre el
acceso del penal si el Papa deseaba saludar a los presos. Hubo quienes lo
consideraron una locura. Sin embargo, el entonces maestro de ceremonias Piero
Marini respondió con firmeza: pues diganle ustedes al Papa que no puede pasar. Y el Papa pasó y saludó a la multitud de
internos, los abrazó y los bendijo….para la natural incomodidad del estricto personal
de seguridad. Sin embargo todo eran llantos de alegría ...en ese ambiente el Santo Padreo liberó una paloma en señal de libertad, dejando un mensaje de esperanza, la
semilla del arrepentimiento y del perdón y el consejo de alejarse del mal.
Momentos imborrables en el Penal que
Durango no podrá olvidar.
Karol Wojtyla habia sufrido mucho en su vida y comprendia
el dolor del otro, de cualquier raza y color. Su patria Polonia habia sufrido toda clase de sometimientos,
humillaciones y ataques por parte de dos
totalitarismos. Millones de muertos, maltratados y encarcelados, muchos – o quizás
la mayoría de ellos – por pensar diferente, por ser diferente, por querer vivir
en libertad, por defender la justicia y la dignidad. Si bien la realidad de las cárceles y quienes alli habitan justa o injustamente es algo mucho mas complejo que lo que se puede expresar en pocas palabras, personalmente quizás a mi me sea tan sensible y lo sienta tan
cercano porque mi propia patria Eslovenia ha sufrido y sigue sufriendo las
consecuencias de una guerra que en otros tiempos fuera sin cuartel y continúa siéndolo encubierta y más sofisticada, por odios aún no superados. Han pasado generaciones sin haber llegado al
tan ansiado “perdonamos y pedimos perdón”.
Mi propio padre estuvo preso casi diez años, sentenciado a muerte primero, luego milagrosamente condonada su sentencia a 20, despues 10 años de cárcel que debió cumplir hasta el final porque solo uno de sus antiguos compañeros se negó a perdonarle que hubiese
desertado del batallón de partisanos (comunistas) y se uniera a los “domobranci”
defensores de la patria.
Durante el Jubileo del año 2000 el Papa Juan Pablo II no se olvidó de los presos y las cárceles y en
su Mensaje del 9 de julio de 2000 expresaba “El Jubileo nos recuerda que el tiempo es de Dios.
Tampoco escapa a este señorío de Dios el tiempo de la reclusión. Los poderes
públicos que, en cumplimiento de las disposiciones legales, privan de la
libertad personal a un ser humano, poniendo como entre paréntesis un período
más o menos largo de su existencia, deben saber que ellos no son señores del
tiempo del preso. Del mismo modo, quien se encuentra encarcelado no debe
vivir como si el tiempo de la cárcel le hubiera sido substraído de forma
irremediable: incluso el tiempo transcurrido en la cárcel es tiempo de Dios y
como tal ha de ser vivido; es un tiempo que debe ser ofrecido a Dios como
ocasión de verdad, de humildad, de expiación y también de fe.
Durante el período del Jubileo, cada uno está llamado
a sincronizar el tiempo del propio corazón, único e irrepetible, con el tiempo
del corazón misericordioso de Dios, siempre dispuesto a acompañar a cada uno a
su propio ritmo hacia la salvación. Aunque la condición carcelaria tiene a
veces el riesgo de despersonalizar al individuo, privándolo de tantas
posibilidades de expresarse a sí mismo públicamente, todos han de recordar que
delante de Dios no es así: el Jubileo es el tiempo de la persona, el tiempo en
el cual cada uno es él mismo delante de Dios, a su imagen y semejanza. Y cada
uno está llamado a acelerar su paso hacia la salvación y progresar en el
descubrimiento gradual de la verdad sobre sí mismo.”
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