«Tu eres
Cristo, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16) es la respuesta que Simón
Pedro da a la pregunta que Jesus le plantea a sus discípulos: «Quien dicen los
hombres que es el Hijo del hombre?» (16,13). Esta es la primera profesión de fe
que encontramos en el Nuevo Testamento y es la “roca”, el fundamento sobre el
cual está construida su Iglesia. «Cristo es el Hijo del Dios vivo». El es la
verdad que nos salva.
Que
significa esto? Dios se hace hombre porque el hombre, como portador de las energías
no creadas de Dios vive en unión con El. Este evento dinámico renueva toda la creación:
Dios se hace hombre para hacerse cargo de las consecuencias del pecado original
– sufrimiento y muerte: «aquello que no puede ser asumido, no puede ser
salvado».
Toda la
humanidad comparte, por así decirlo, orgánicamente en la naturaleza humana de
Dios (Logos) encarnado. Aquellos que han sido redimidos se convierten en
hijos, no como Cristo «en naturaleza y
verdad» (como dice Atanasio el Grande)
sino por disposición y gracia divina, a través de la participación en su
espíritu y por imitación.» De esta manera el Padre realizo la salvación de todo
el mundo en su Hijo y creó una relación entre todas las cosas.
Que
significa esto?
Quiere decir que todos los hombres y mujeres
pueden llegar a ser hijos de Dios por el
poder del Espíritu. Son hijos de Dios guiados por el Espíritu de Dios. «Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud
para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción,
por el cual clamamos: !!Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. (RM 8,14-17). Todas las personas, sin distinción de sexo,
edad, clase, raza, opinión política o valor moral se convierten en miembros de
la nueva familia de Dios por medio del Bautismo. Por el Bautismo los Cristianos
comparten la labor redentora de Cristo, cooperan en su acción. El agua de la nueva
creación que es el Bautismo consagra su transformación y es a través del
Bautismo que comienzan a compartir en la vida de Dios-hombre y a trabajar con
El para el bien de la humanidad. Ellos rezan incesantemente “que venga tu
reino”. Pues este reino une a toda la
humanidad por su esencia y naturaleza. Esta familia, este “Cuerpo de Cristo” se
llama Iglesia. Esta Iglesia que conformamos como miembros de este cuerpo no
existe por si misma, para afirmarse ella
misma – sino para el mundo.
Y es
precisamente porque la Iglesia representa el Cuerpo de El que “a través de su
humanidad se hizo uno de nosotros” y
comparte en la vida de la Iglesia y la Historia, la Iglesia no existe a menos
que sea la encarnación del Señor en el mundo y en la historia. Ella tiene una
relación orgánica con el mundo. Esta relación es a su vez vivida en la Eucaristía.
La Eucaristía
es el evento sacramental en el cual se celebra la comunidad renovada con Dios y
completada por el poder del Espiritu Santo.
El hombre es colocado en esta comunidad y creado para ella. Si perdiera
esta comunidad, la misma relación con sus hermanos y su entorno se quebraría en
confusión., «Es en Jesucristo que Dios renueva
la comunidad en su dimensión dual (….) Nuestro compartir la mesa del Señor fortalece indisolublemente en Jesucristo
nuestra comunión con Dios y nuestros prójimos. La Eucaristía es el signo escatológico
de salvación universal.»
En el
centro de esta comunidad está el Dios-hombre, la humanidad divina de Jesus, la
visión del “hombre nuevo”, la “nueva sociedad” que se caracteriza por dos
movimientos que se cruzan indisolublemente, del altar hacia el mundo y del
mundo hacia el altar: contemplación y acción, el servicio del hombre y el
servicio de Dios, liturgia y diaconado espiritual y temporal. Si partimos de Cristo, la salvación del
mundo, no hay diferencia entre servicio
de desarrollo y servicios de reconciliación.
Es por eso que nuestra misión posee una vasta dimensión diaconal. Esta
dimensión también comienza por partes iguales en la acción total de Cristo quien “anduvo enseñando, predicando y curando” (Mt5 9,35) y
del total de la existencia humana.
«Tu eres
Cristo, el Hijo del Dios vivo». Cristo, la fuente que renueva nuestra acción es
«la misma ayer y hoy y siempre» (Heb 13,8)
Cualquier desviación grave en comprender la humanidad y la divinidad del
Hijo en la persona misma del Dios-hombre tendría consecuencias para hombres y
mujeres, en la Iglesia, por su comprensión de salvación. Para todos los propósitos
practicos, esto ocure cuando una u otra verdad parcial es tomada dela profesión
de fe y esta es la única verdad uno quiere escuchar. Como ejemplo de esta
verdad parcial podriaser queel hombre oprimido por la pobreza y sufrimiento se
ate exclusivametne a la naturaleza humana de Jesus de Nazaret en su sufrimiento
mientras la inefable naturaleza de Dios «desaparece de su vision» (Lk 24,31b). Por
lo tanto no pensar en Jesus solamente
como hombre.
Y esto sobreviene
instintivamente si consideramos la divinidad de Cristo como tal, con el
resultado que determina nuestra existencia humana y nuestra relación con el
mundo. Todo lo que se refiere a nosotros
no debería ser sobreestimado y considerado como un absoluto, a menos que
caigamos en este falso dilema: naturaleza humana o Naturaleza divina, humanismo
o teocracia, cruz de resurrección. No podemos establecer estas verdades una contra
otra, y de tal manera separarlas. Una se encuentra contenida en la otra. La comprensión de la Iglesia también debe
partir de Cristo. Ella es su “cuerpo”, La humanidad divina de Cristo determina la
forma de la Iglesia, su existencia, su estructura. (Christus totus in capite et corpore).
(Jubileo 2000, Tertium Milenium, "Y tu quien crees",
Papadreou Damaskinos)
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