En Luz de mundo – una conversación del Papa Benedicto XVI con Peter Sewald,
éste le pregunta a Benedicto XVI acerca de la posibilidad de la ordenación de
mujeres.
En el texto Sewald reflexiona y
pregunta:
La no-posibilidad de la ordenación de
mujeres en la Iglesia católica está claramente decidida por un non possumus del
magisterio supremo. La Congregación para la Doctrina de la Fe así lo sostuvo
bajo el pontificado de Pablo VI en el documento titulado Inter Insigniores, del año 1976. Juan Pablo II lo confirmó
en su carta apostólica Ordinatio Sacerdotalis. En ese documento, haciendo referencia a «la constitución divina de la Iglesia»,
declara él en su virtud de su ministerio que «la Iglesia no tiene en modo
alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que
este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la
Iglesia.» Los críticos ven en ello una discriminación.
Afirman que Jesús no llamó al sacerdocio a mujeres sólo porque, hace dos mil
años, abría sido impensable.
Esto es un disparate, ya que en
aquel entonces el mundo estaba lleno de sacerdotisas. Todas las religiones
tenían sus sacerdotisas, y era más bien asombroso que no las hubiera en la
comunidad de Jesucristo, lo que, sin embargo, se encuentra a su ez en
continuidad con la fe de Israel.
La formulación de Juan Pablo II es
muy importante: la Iglesia no tiene «en modo alguno la facultad» de ordenar a
mujeres. No es que, digamos, no nos guste, sino que no podemos. El Señor dio a
la Iglesia una figura con los Doce, y después en sucesión de ellos, con los
obispos y los presbíteros (los sacerdotes). Esta igura de la Iglesia no la
hemos hecho nosotros sino que es constitutiva desde Él. Seguirla es un «ato de
obediencia, una obediencia tal vez ardua en la situación actual. Pero
justamente esto es importante, que la Iglesia muestre que no somos un régimen arbitrario.
No podemos hacer lo que queremos, sino que hay una voluntad del Señor para
nosotros a la que hemos de atenernos aun cuando, en esta cultura y en esta civilización,
resulte arduo y difícil.
Por lo demás, hay tantas funciones
destacadas, importantes de las mujeres en la Iglesia que no puede hablarse de discriminación.
Ese sería el caso si el sacerdocio fuese una suerte de señorío, mientras que,
por el contrario, debe ser todo servicio. Si se contempla la historia de la
Iglesia, la importancia de las mujeres – desde Maria, pasando por Mónica y hasta
llegar a la Madre Teresa – es tan eminente que, en muchos sentidos, las mujeres
plasman la imagen de la Iglesia más que los hombres.
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