“Las tres encíclicas sociales de Juan Pablo II se incorporan al
gran programa de la doctrina social católica elaborada por la Iglesia
principalmente en el curso del último siglo. Las encíclicas papales como
la Rerum novarum de
León XIII, la Quadragesimoanno de Pio XI, la Mater et magistra y la Pacem in terris de
Juan XXIII y también la Populorum progresio de Pablo VI,
junto a los documentos del Concilio Vaticano II, entre las cuales se
coloca en primer lugar la Constitución pastoral Gaudium et spes, son piedras angulares de
las enseñanzas sociales de la Iglesia, sobre las cuales se ha concentrado y
continúa concentrándose la mirada del mundo moderno, sacudido por numerosas
problemas sociales y por crisis internacionales.
Juan Pablo II, al desarrollar en sus documentos las cuestiones tratadas anteriormente, presenta soluciones tanto prácticas como teóricas bajo una nueva luz, especialmente considerado que los cambios en el espacio internacional, concernientes tanto al campo económico como al político (como el colapso de la ideología comunista y la cada vez más desastrosa situación económica de las áreas meridionales de nuestro planeta), ponen de relieve la necesidad de un nuevo y adecuado nivel de colaboración de todos los cristianos en la construcción de la sociedad.
El Papa expresa la firme convicción que la doctrina social de la Iglesia necesita de una continua “modernización” porque no obstante esté basada en principios constantes e inmutables e la verdad cristiana sobre el hombre y la vida comunitaria, los preceptos morales referentes a las cuestiones sociales deben atenerse a la situación actual de personas concretas, y ofrece una nueva luz sobre los hechos, proponiendo la fuerza siempre vigorosa y potente que emana del Evangelio.
Sin embargo, el Papa, ocupándose de este importantísimo argumento desde le punto de vista económico, no se aleja de su profunda lectura bíblica-teológica. Su intuición que mediante el trabajo el hombre no sólo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que en cierto sentido «se hace más hombre» revela que Juan Pablo II encara este argumento, a su vez importante, desde una perspectiva más amplia, es decir, como elemento de espiritualidad humana y de colaboración en la obra del Creador mismo (vr Lab exerc. N.25)
De esta manera Juan Pablo II confirma la idea de que el hombre es creador en cuanto participa de la creatividad de Dios, y gracias al esfuerzo de su trabajo – transformando la vida en más humana - descubre también «una pequeña parte de la cruz de Cristo» (Lsab exerc. N 27). El trabajo es asì un bien para el hombre, y aunque el benb lleve la marca de un “bien arduo” (bonum arduum), éste no queda encasillado en el área de “bienes útiles” o sea “utilizables” (bonum honestum), sin el cual no será posible comprender el significado de las virtudes sociales como la laboriosidad y solidaridad, ni tampoco el valor mismo de la construcción de un orden y estructuras sociales justas, partiendo del nexo familiar a la nación y a la sociedad, a la que pertenece el hombre fundamentado en valores culturales e históricos particulares.”
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