Repito
hoy esta exhortación a la alegría, que durante siglos los polacos cantaban en
recuerdo de san Estanislao. La repito, porque el lugar y la circunstancia
impulsan a hacerlo de modo particular. En efecto, debemos volver nuevamente a
la colina de Wawel, a la catedral real y situarnos ante las reliquias de la
Reina, Señora de Wawel. Ha llegado el gran día de su canonización. Por eso,
cantamos:
«Gaude, mater Polonia.
Prole fecunda nobili,
Summi Regis magnalia
Laude frequenta vigili».
(globo
imperial y cetro de la reina Jadwiga en la catedral de Wawel, Cracovia)
(…)
¡Cuánto habría gozado hoy el Primado del milenio, el siervo
de Dios cardenal Stefan Wyszynski, si hubiera tenido la oportunidad de
participar, junto con nosotros, en este gran día de la canonización. Era una
ilusión que tenía, al igual que los grandes metropolitanos de Cracovia, el
príncipe cardenal Adam Stefan Sapieha y todo el Episcopado de Polonia. Todos
intuían que la canonización de la reina Eduvigis constituiría la coronación del
milenio del bautismo de Polonia. Lo es también porque, por obra de la reina
Eduvigis, los polacos, bautizados en el siglo X, cuatro siglos después
emprendieron la misión apostólica y contribuyeron a la evangelización y al
bautismo de sus vecinos. Eduvigis estaba convencida de que su misión consistía
en llevar el Evangelio a sus hermanos lituanos. Y lo hizo, juntamente con su
esposo el rey Ladislao Jaguellón. En el Báltico surgió un nuevo país cristiano,
renacido en las aguas del bautismo, como en el siglo X esas mismas aguas habían
hecho renacer a los hijos e hijas de la nación polaca.
(…)
En muchas
ocasiones te arrodillaste a los pies del Crucifijo de Wawel para aprender de
Cristo mismo ese amor generoso. Y lo aprendiste. Supiste demostrar con tu vida
que lo más grande es el amor. En un antiquísimo canto polaco cantamos:
«¡Oh cruz santa,
árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
que este que da a Dios mismo (...).
Inaudita bondad es morir
en cruz por otro.
¿Quién puede hacerlo hoy?
¿Por quién dar la propia vida?
Sólo el Señor Jesús lo hizo,
porque nos amó fielmente»
(cf. Crux fidelis,
siglo XVI).
Alégrate, porque ha llegado, por fin, el momento en que todas las generaciones de tus habitantes pueden rendir homenaje de gratitud a la santa Señora de Wawel. Tú, sede real, debes a la profundidad de su mente el hecho de haberte convertido en un importante centro de pensamiento en Europa, en cuna de la cultura polaca y en puente entre el Occidente cristiano y el Oriente, dando una incalculable contribución a la formación del espíritu europeo.
(…)
Me complace poder compartir hoy tu alegría, aquí, en Błonia Krakowskie, en compañía de tu arzobispo, el cardenal Franciszek Macharski, los obispos auxiliares y los eméritos, los cabildos de la catedral y de la colegiata de Santa Ana, los sacerdotes, las personas de vida consagrada y todo el pueblo de Dios.
¡Cuánto
deseaba venir a ti, Cracovia, mi amada ciudad, y, en nombre de la Iglesia,
asegurarte solemnemente que no errabas cuando venerabas como santa, desde hace
siglos, a la reina Eduvigis. Doy gracias a la divina Providencia porque me ha
sido posible, porque me concede el poder contemplar, juntamente con vosotros,
esta figura que brilla con el resplandor de Cristo y aprender lo que quiere
decir «lo más grande es el amor».
Mi madre me dicia pide a Sta. EDuviges tu casa propia
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