Filosofo,
periodista, alumno de Karol Wojtyla en la universidad católica de Lublin,
Stanislaw Grygiel reflexionaba sobre la figura de Juan Pablo II . Amigo
personal del papa polaco y profesor de antropología filosófica en el Instituto
Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia, Grygiel fue uno
de los pensadores contemporáneos más agudos. Nacido en 1934 en Zembrzyce
(Polonia) se licencio en filosofía en la Pontificia Facultad de Filosofía de la
Compañía de Jesus en Cracovia (1956) y en filología en la Universidad
Jaguellonica (1961). Obtuvo su doctorado en Filosofia cuatro años después, bajo
la supervisión y dirección de su tesis por el que mas tarde seria el Papa Juan
PabloII. Entre 1962 y 1980 fue editor del mensual católico Znak. Tambien fue
cofundador y director de la publicación trimestral Il Nuovo Aeropago. Grygiel
falleció el 20 de febrero de este año a los 88 años.
De qué modo la
falta de libertad religiosa en la Polonia comunista influía en los métodos
pastorales de la Iglesia?
Al
negar a la Iglesia toda forma de actividad pública, el régimen comunista
paradójicamente la había obligado a vivir en las relaciones puramente
personales. Nuestro« estar juntos» lo
debíamos ocultar, pues la policía trataba de obstaculizarlo e incluso de
destruirlo. También gracias a esto, en la semiclandestinidad, las relaciones de
amistad, de confianza reciproca, al hacerse cada vez más fuertes, nos revelaban
la belleza de la Iglesia, una belleza que nos hacia libres de todo aquello que
solo se puede poseer. Dios se sirve también
de aquellos que lo niegan.
Usted conoció en
Cracovia la noticia de la elección de «su arzobispo» a la cátedra de Pedro y
siguió las primeros meses de pontificado en Polonia. ¿Que impacto tuvo la elección de Karol
Wojtyla sobre la vida de los católicos polacos?
Sólo
puedo repetir cosas ya sabidas. La primera reacción de los polacos fue de
alegría, pero al alegrarse se dieron cuenta de las nuevas posibilidades que esa
noche se habían abierto a su patria, a su Iglesia. Comprendieron que desde
entonces en adelante la Iglesia ya no debería realizar su trabajo pastoral en
la semiclandestinidad. Los católicos se volvieron más valientes y audaces: un
signo elocuente de este cambio fueron las manifestaciones populares por las
calles de las ciudades del país, que sin que nadie hubiera pedido permiso,
duraron toda la noche del 16 de octubre de 1978. Recuerdo las discusiones de aquella noche ocn
mis amigos: estábamos convencidos de que las fronteras de Polonia con Occidente se abrirían y que antes o después también
políticamente Polonia saldría del bloque comunista. Antes se pensaba que el
comunismo iba a durar aun generaciones, al ver como los intelectuales y los
políticos occidentales se dejaban seducir por las palabras y por el dinero de
la policía secreta soviética. ¡Cuántas veces precisamente ellos habían
intentado convencernos de que debíamos adecuarnos al comunismo! Fue la primera
peregrinación del Papa a Polonia en 1979 la que despertó en los polacos la
esperanza un poco adormecida a causa de más de cuarenta años de comunismo. En
suma, durante sus primeros años de pontificado comenzó a vislumbrarse la aurora
de los tiempos nuevos, y no solo para Polonia.
Juan Pablo II
llevo consigo a Roma todo su bagaje de experiencias pastorales. ¿Podría
explicarnos como influyo este en su gran compromiso en el campo de la pastoral
de la familia de los jóvenes, de los
ambientes intelectuales y políticos?
En
Roma el cardenal Karol Wojtyla siguió estando con los demás como en Cracovia.
No cambio nada en su comportamiento. No se imponía a nadie y, por otra parte,
no se encerraba en lo que yo llamaría «aislamiento pontificio». Por esto podía
absorber la fe, la esperanza y el amor de todos los que Dios encomendaba a su trabajo
pastoral y expresar luego estos dones con la fuerza propia de la fe, de la esperanza
y del amor de Pedro. No pronunciaba condenas, simplemente confesaba la fe de la
Iglesia, procurando que todos llegaran a madurar, y él con ellos. Para Juan Pablo
II la libertad del hombre era algo sagrado, algo que el había vivido y, por
tanto, algo que había visto en la tinieblas de la ocupación de Polonia, primero
por parte de los alemanes y, luego, de los rusos. Mirando el futro de la
Iglesia aprovechaba cualquier ocasión para encontrarse con los matrimonios y
sus familias. Su decisión de fundar el Instituto pontificio para estudios sobre
el matrimonio y la familia fue profética. Los que se habían habituado al aislamiento de
los Pontífices se quedaron incuso escandalizados al asistir al abatimiento de
las barreras erigidas en otro tiempo como símbolo de la dignidad petrina. Juan Pablo II escribió numerosos textos Pero
no era la palabra escrita lo que el trababa de da a los demás en todo buscad
que subida se convirtiera en palabra, como Dios mismo lo había pensado para los
demás. Creo que el trabajo pastoral con
frecuencia ha quedado ahogado por demasiado papel: hacer pastoral quiere decir
apacentar, o sea, estar con el rebaño. Cristo no escribió ni siquiera una sola línea.
El es la carta pastoral viva que nos envió el Dios vivo. Es él, y no un texto cualquiera,
quien permanece con nosotros. A los hombres vivos Dios les manda hombres vivos,
No es Dios de muertos.
¿Por qué Juan
Pablo II se comprometió tanto en la promoción de los movimientos laicales?
Porque
veía a la Iglesia como un gran movimiento, como un movimiento primordial Ya en
Polonia había podido conocer algunos movimientos. Venían a nosotros, a
escondidas, desde Occidente, representantes de varios movimientos, en
particular de Comunión y Liberacon, de Notre
Dame de Vie y de los Focolares. El metropolita de Cracovia cultivaba
intensas relaciones con ellos. Recuerdo en particular la figura del padre
Francesco Ricci de Forli. Tres años después de su muerte Pablo II me dijo: yo
rezo or el padre Francesco Ricci cada dia durante la misa. Para el cardenal Wojtyla
toda parroquia debería ser movimiento. De lo contrario no sería una parroquia
viva. Para el cualquier grupo de personas reunidas en la Eucaristía celebrada
por el sacerdote era movimiento eclesial Sin la presencia de la Eucaristía los
movimientos no serian más que partidos políticos.
Quienes tuvieron
la suerte de ser huéspedes de Juan Pablo II notaban que en el apartamento del
Papa se respiraba el aire de familia. El pontífice no solo se rodeaba de
secretarios, religiosas y colaboradores, sino también de muchos viejos amigos
que frecuentaban el apartamento pontificio a mendo con sus familiares Su
familia era una de las que el Papa acogía. ¿Qué recuerda de esos encuentros?
La
sencillez y la bondad del Papa. Los diálogos con el eran intercambios de dones,
el nos donaba la presencia de su persona y nosotros, al recibirla, teníamos la sensación
de haberle donado la nuestra. Esperaba a los demás, los buscaba. Era para los
demás. Y era un hombre fiel. Precisamente gracias a esta fidelidad para con los
demás, con su ayuda él aprendió la verdad de la alianza que por amor dos
personas establecen para siempre. Con el mismo respeto ofrecía su tiempo a los
adultos y a los niños. Una vez durante una cena con él, mi hijo, que tenía
entonces ocho años, me daba puntapiés por debajo de la mesa para darme a
entender que ya quería volver a casa. El Santo Padre se percató de ello y le
pregunto: «¿Qué te parece a ti?». Mi hijo,
con sinceridad, respondió: «Me estoy
aburriendo. l Quisiera volver a casa». Y el Papa dijo: «Tienes razón. Yo te
invite a mi casa y no me estoy ocupando de ti. Discúlpame.» Y desde ese momento
hasta el fin de la velada se puso a jugar y a bromear con el. Para mí fue una lección
sobre lo que significa vivir para los demás y ser su pastor.
¿Que
echa de menos de Juan Pablo II?
Nada,
salvo de vez en cuando su presencia física. Todo lo que era esencial y propio
de su persona sigue presente. Su muerte no destruyó nada. Nuestro diálogo continúa.
En el corazón de la Iglesia, es decir, en la Eucaristía, no hay muertos.
(Fuente:
L´Osservatore romano, 1 de mayo 2011)
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