Bella Señora!
¡Mujer que estás vestida de
sol!...
Recibe el homenaje de nuestra
peregrinación….Ayúdanos .. a penetrar en tu misterio.
— El misterio de la Virgen
Madre;
— el misterio de la Reina
esclava;
— el misterio de tu potencia
suplicante.
Ayúdanos a descubrir cada vez
más plenamente, en este misterio, a Cristo, Redentor del mundo, Redentor del
hombre.
Tú que estás vestida de sol,
el sol de la inescrutable Divinidad. El sol de la impenetrable Trinidad. «Llena
de gracia» hasta el vértice de la Asunción al cielo.
Y al mismo tiempo..., para
nosotros que vivimos en esta tierra, para nosotros, pobres hijos de Eva en el
destierro, Tú estás vestida del sol de Cristo, después de Belén y Nazaret,
después de Jerusalén y el Calvario. Tú estás vestida del sol de la
redención del hombre y del mundo realizada mediante la cruz y
resurrección de tu Hijo;
¡Haz que este sol resplandezca sin
cesar para nosotros en la tierra!
¡Haz que no se oscurezca
nunca en el alma de los hombres!
¡Haz que ilumine los
caminos terrenos de la Iglesia, de la que Tú eres la primera figura!
¡Y que la
Iglesia, fijando su mirada en Ti, Madre del Redentor, aprenda
continuamente ella misma a ser madre!
¡Mira! He aquí lo que dice el
libro del Apocalipsis: «El dragón estaba enfrente de la mujer que iba a dar a
luz dispuesto de tragarse el niño en cuanto naciera» (Ap 12,
4).
¡Oh Madre, que en la
Asunción al cielo has experimentado la plenitud de la victoria sobre la muerte
del alma y del cuerpo, defiende a los hijos y a las hijas de esta
tierra contra la muerte del alma! ¡Oh Madre de la Iglesia!
Ante esta humanidad, que
parece siempre fascinada por lo temporal, y cuando «la dominación sobre el
mundo» esconde la perspectiva del destino eterno del hombre en Dios, ¡sé
Tú misma un testimonio de Dios!
Tú, su Madre. ¿Quién puede
resistir al testimonio de una madre?
¡Tú que has nacido para las
fatigas de esta tierra: concebida de forma inmaculada!
¡Tú que has nacido para la
gloria del cielo: asunta al cielo!
¡Tú que estás vestida
del sol de la insondable Divinidad, del sol de la impenetrable
Trinidad, llena del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!
Tú, a quien la
Trinidad se da como un sólo Dios, el Dios de la
creación. El Dios de la alianza y de la redención. El Dios del comienzo y del
fin. El Alfa y Omega. El Dios-Verdad. El Dios-Amor. El Dios-Gracia. El
Dios-Santidad. El Dios que lo supera todo y lo abraza todo. El Dios que es
«todo en todos».
Tú que estás vestida de sol.
¡Hermana nuestra! ¡Madre nuestra! ¡Sé el testimonio de Dios!... ante el
mundo del milenio que termina, ante nosotros, hijos de Eva en el destierro, ¡sé
el testimonio de Dios! Amén.
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