El Papa, en la encíclica Veritatis
Splendor, trata también de algunos problemas concretos. El primero, sobre
la relación entre libertad y verdad. Se centra en la explicación de la doctrina
evangélica contenida en la frase «conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres» (Jn 8,32), para poder proseguir con una explicación detallada de la
relación entre libertad y ley (VS 35-53). Algunos ámbitos de la teología moral
actual – que permanecen bajo la influencia de tendencias subjetivas e
individualistas que dominan nuestra sociedad y nuestra cultura –interpretan de
manera nueva la relación entre libertad y verdad,. Juan Pablo II demuestra la
grandeza de la participación del hombre en la dominación divina, negando la
auto dependencia del hombre pero también la imposición de normas contrarias al
verdadero bienestar del hombre, sin contradecir por ello a la persona humana.
Refutando la autonomía moral, el Papa postula “la teonomia participada”, o sea, la participación real en la soberanía divina sobre el mundo donde el poder del hombre se extiende dentro del respeto de categoría de realeza y grandeza de la vocación divina. La libertad del hombre y la ley de Dios se encuentran y están llamadas a compenetrarse entre si (VS 41) formando la obediencia libre del hombre en el contexto del reconocimiento en él de la bondad de Dios, que ofrece la realización plena de su dignidad. En este caso, la libertad no reside solo en la elección de una manera de actuar, sino también en tomar partido por el verdadero y definitivo bien. A partir de este razonamiento, el Papa desarrolla una visión crítica de las teologías de “opción fundamental” que postulan que “la persona decide globalmente sobre si misma, no a través de una elección determinada y consiente a nivel reflejo, sino en forma trascendental y atematica (VS 65). La cuestión se refiere a la relación entre conciencia y verdad, asi como la fuente de la moral, porque algunas teorías éticas modernas (por ejemplo el consecuencialismo o proporcinalismo) han comenzado a presentar los criterios para valorar la justicia moral «sobre la base de la ponderación de los bienes de orden moral o pre-moral» (VS 75) .
En su encíclica, el Papa reafirma la actualidad de la doctrina de Santo Tomas de Aquino, porque prueba que «la moralidad del acto humano depende sobre todo y fundamentalmente del objeto elegido racionalmente por la voluntad deliberada» (VS 78) y no sólo de la intención y las consecuencias del acto humano (vs 77)
Resulta
difícil no darse cuenta de la intención con que el Santo Padre se ocupa de las
cuestiones de recta conciencia del hombre, «cuya voz y cuyo juicio penetran la
intimidad del hombre hasta las raíces de su alma (VS 58). Esta no es la ley,
pero la confirma, proporcionando un juicio sobre el acto humano, que a veces
puede resultar erróneo. De aquí nace la llamada a formar la conciencia y a
«hacerla objeto de continua conversión a la verdad y al bien» (VS 64). El
cristiano, formando la propia conciencia debería velar por la verdad porque
ella es la fuente de su dignidad. Sólo la verdad sobre el bien ofrece la
certeza de la esperanza del hombre en el crecimiento continuo en la virtud.
La
alegre verdad de la fe cristiana confirma a Juan Pablo II las posibilidades de
su renovación y auténtica asimilación en la vida. El Papa, teniendo
como deber custodiar la transmisión fiel de la Palabra de Dios, llama a todos a
un profundo discernimiento sobre las normas morales y a no caer en el
relativismo o el pragmatismo. La moral cristiana debería entenderse siempre
recurriendo a categorías evangélicas en las que el seguimiento de Cristo
constituya una regla fundamental y proporcione la fuerza vital.
El
Papa se refiere sobre todo al don de Espíritu Santo, que hace nacer una vida
nueva guia al acogerlo, para poder asemejarse más a Jesus Es la sabiduría de
nuestra vida, bien del hombre que busca la verdad, lo noble y lo bello.
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