“El misterio de iniquidad
es tan profundo que solamente al final de la historia se nos revelará
plenamente. Cuando llegue la plenitud de la vida, cuando llegue la plenitud de
los dones de Dios, que es Dios mismo en la inmediatez de la visión, sólo
entonces se comprenderá el abismo de maldad que fue el rechazo del amor primero
y gratuito de Dios misericordioso y fiel. Sólo entonces se conocerá
definitivamente el abismo de maldad que separa el amor de Dios y el odio de la
creatura. Hasta entonces, en los siglos de nuestro tiempo, el mal que seguirá
operante deberá ser combatido en el claroscuro de la fe, de la que cada uno
debe vivir personalmente, en la distancia del hombre peregrino, fiel a los
reclamos de su conciencia. Los cristianos nos decimos que el mal es enfrentado
con la certeza del triunfo sólo si se camina sinceramente en la luz de la
conciencia auténtica, en la fortaleza de la humildad esperanzada y en la
donación de sí en el servicio del amor fraterno, o en términos explícitamente
cristianos, sólo si se camina en la fe, la esperanza y la caridad.
Esta actitud es coherente
con la espiritualidad del martirio, en que la muerte se descubre como paso
triunfal a la vida eterna. Lo que triunfa es el amor desconcertante de quien
confía absolutamente en la bondad de Dios, y sabe que ese amor total y
definitivo es capaz de vencer el odio y la muerte y capaz de llevar al hombre a
la vida que no pasa, a la comunión con Dios vivo.
Pasó el nazismo, pasó el
fascismo, pasó el esplendor del marxismo, sabemos que han de pasar el
suficiente y pragmático olvido de Dios, la muerte del hombre, el ocaso de la
razón, el fin de la verdad, y tantos otros males. No pasó ni pasará la justicia
y el amor de los justos que permanecen para siempre. El que amó, triunfó para
siempre. La última palabra de la historia será la gloria del amor y de la paz
de Dios, así como la primera fue el amor gratuito de la creación. Mientras
tanto, en el correr del tiempo, tiene la palabra el hombre con su sabiduría y
su libertad, capaz de bien, aunque amenazado por el mal.
Para explicar la
permanencia del bien y del mal en la historia, Juan Pablo nos dice en el libro
que acabamos de citar: “Cómo nazca y se desarrolle el mal en el terreno del
bien, es un misterio. También es una incógnita esa parte de bien que el mal no
ha conseguido destruir y que se difunde a pesar del mal, creciendo incluso en
el mismo suelo. Surge de inmediato la parábola evangélica del trigo y la cizaña. Cuando los siervos preguntan al dueño: ¿Quieres que
vayamos a arrancarla?, él contesta de manera muy significativa: “No, que
podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega”
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