-Usted dice que el
Papa quiere dejar una huella en su visita. ¿Cómo la imagina?
-Será un indeleble
mensaje de paz, un grito profundo.
-El viaje empezó a
organizarse antes de que Israel y Palestina rompieran las negociaciones, ¿eso
complicó las gestiones?
-No sé cuánto, pero
es evidente que ahora pasa a ser absolutamente más relevante su presencia aquí.
-¿Cree que puede
ayudar a reabrir el proceso de paz?
-Lo que aspiro como
amigo de él es que pueda aportar un condimento para cambiar un poco la
situación. Que cuando se sienten de nuevo a negociar alguien recuerde lo que
dijo el papa Francisco. Él entiende que judíos, musulmanes y cristianos debemos
caminar juntos para cambiar la realidad de este mundo.
-¿Qué diferencias
ve entre ésta y las anteriores visitas papales?
-Bueno, la visita más
impresionante fue la de Juan Pablo II, porque fue el papa que determinó el
establecimiento de las relaciones con Israel. La visita de Benedicto fue buena,
con las relaciones más asentadas. Lo que veo ahora es que hay una expectativa
enorme y un detalle esencial: antes se hablaba mucho del pasado a la hora de
tratar las relaciones judeo-cristianas; con él se hablará del futuro.
-¿Qué siente usted
que lo haya elegido para venir con él?
-Tengo ansiedad de
que todo le salga bien. Quiera Dios que así sea, que tenga buen impacto. Porque
en Brasil era fácil: jugaba de local y jugaba bien. Acá es muy difícil..
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