“Ante un mundo
fragmentado y con frecuencia contrapuesto, es necesario que la Iglesia dé
testimonio de fidelidad a sí misma, a su Fundador; que ayude a sanar distancias
y divisiones; que sepa unir los corazones, salvando las rupturas insolidarias
que anidan en el corazón de la sociedad y del hombre mismo, empezando por la
fractura entre fe y vida.”
(Papa Juan Pablo II en el encuentro con los miembros del
Episcopado del Peru 2 de febrero de 1985)
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