El 15 de agosto de 1988 concluia el Año
Mariano (aunque las “visitas" a santuarios Marianos continuarían durante varios
domingos) y el Papa Juan Pablo II nos
recordaba que “la Iglesia ha sido llamada no sólo a recordar todo lo que en su
pasado testimonia la especial y materna cooperación de la Madre de Dios en la
obra de la salvación en Cristo Señor, sino además a preparar, por su parte,
cara al futuro, las vías de esta cooperación, ya que el final del segundo
milenio cristiano abre como una nueva perspectiva" (Redemptoris Mater, 49),
y al mismo tiempo orienta nuestra mirada hacia la Madre del Redentor (Redemptoris Mater, 3).
y nos reglaba esta oración:.
Que nuestra última palabra sea una oración:
Oh Santa María, Virgen de los comienzos,
con confianza te invocamos
en el trépido umbral del tercer milenio de la vida
de la Santa Iglesia de Cristo:
Tú misma eres ya Iglesia,
humilde tienda del Verbo, movida sólo por el viento del Espíritu.
Con misericordia acompaña nuestros pasos
hacia fronteras de humanidad redimida y pacífica,
da alegría y firmeza a nuestro corazón con la seguridad
de que el Dragón no es más fuerte que tu Belleza,
mujer frágil y eterna,
salvada la primera y amiga de todas las criaturas
que aún gimen y esperan en el mundo.
con confianza te invocamos
en el trépido umbral del tercer milenio de la vida
de la Santa Iglesia de Cristo:
Tú misma eres ya Iglesia,
humilde tienda del Verbo, movida sólo por el viento del Espíritu.
Con misericordia acompaña nuestros pasos
hacia fronteras de humanidad redimida y pacífica,
da alegría y firmeza a nuestro corazón con la seguridad
de que el Dragón no es más fuerte que tu Belleza,
mujer frágil y eterna,
salvada la primera y amiga de todas las criaturas
que aún gimen y esperan en el mundo.
Amen.
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