“Escuchar a Cristo y
adorarlo lleva a hacer elecciones valerosas, a tomar decisiones a
veces heroicas. Jesús es exigente porque quiere nuestra auténtica felicidad.
Llama a algunos a dejar todo para que le sigan en la vida sacerdotal o
consagrada. Quien advierte esta invitación no tenga miedo de responderle
"sí" y le siga generosamente. Pero más allá de las vocaciones de
especial consagración, está la vocación propia de todo bautizado: también es
esta una vocación a aquel "alto grado" de la vida cristiana ordinaria
que se expresa en la santidad (cfr. Novo millennio ineunte, 31). Cuando se
encuentra a Jesús y se acoge su Evangelio, la vida cambia y uno es empujado a
comunicar a los demás la propia experiencia.
Son
tantos nuestros compañeros que todavía no conocen el amor de Dios, o buscan
llenarse el corazón con sucedáneos insignificantes. Por lo tanto, es urgente
ser testigos del amor contemplado en Cristo. La invitación a
participar en la Jornada Mundial de la Juventud es también para vosotros,
queridos amigos que no estáis bautizados o que no os identificáis con la
Iglesia.
¿No será que también
vosotros tenéis sed del Absoluto y estáis en la búsqueda de "algo"
que dé significado a vuestra existencia? Dirigíos a Cristo y no seréis
defraudados.
Queridos jóvenes, la
Iglesia necesita auténticos testigos para la nueva evangelización: hombres y
mujeres cuya vida haya sido transformada por el encuentro con Jesús; hombres y
mujeres capaces de comunicar esta experiencia a los demás. La Iglesia necesita
santos. Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar
la humanidad. En este camino de heroísmo evangélico nos han precedido tantos, y
es a su intercesión a la que os exhorto recurrir a menudo. Al encontraros en
Colonia, aprenderéis a conocer mejor a algunos de ellos, como a san
Bonifacio, el apóstol de Alemania, a los Santos de Colonia, en
particular a Úrsula, Alberto Magno, Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) y
al beato Adolfo Kolping. Entre éstos quisiera citar en modo particular a san
Alberto y a santa Teresa Benedicta de la Cruz que, con la misma
actitud interior de los Reyes Magos, buscaron la verdad apasionadamente. No
dudaron en poner sus capacidades intelectuales al servicio de la fe,
testimoniando así que la fe y la razón están ligadas y se atraen
recíprocamente.”
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