El papado no se parece a ningún otro cargo en
el mundo, y no es simplemente por su longevidad institucional. Al Papa se le llama “Pontífice supremo”, una
abreviatura del Latin pontifex “constructor de puentes”. Un puente va de un lado hacia otro. Que es lo
que hace el puente del Pontífice supremo?
Es puente entre Dios y la humanidad; entre la Iglesia Católica Romana y
otras Iglesias cristianas y comunidades eclesiales; entre la Iglesia católica
romana y el Judaísmo; entre la Iglesia Católica romana y otras religiones del
mundo; entre la Iglesia católica romana
y los mundos de la política, economía y cultura; entre el centro de la unidad
de la Iglesia y el Colegio de Obispos e Iglesias locales a través del
mundo. Como custodio de una tradición de
enseñanza autorizada, el papa también es, según la teología católica, un
“puente” entre la humanidad histórica y la verdad acerca de su origen,
naturaleza y destino.
Ser papa es asumir una tarea que por
descripción teológica precisa resulta imposible definir. Como toda otra responsabilidad en la Iglesia,
el papado existe apuntando a la santidad. El cargo es producto del tiempo y el espacio,
en cambio la santidad es eterna. Nadie,
ni siquiera un papa santo, puede cumplir a la perfección las demandas del
cargo. Y sin embargo este cargo, según
la fe de la Iglesia, es voluntad de Dios, y no puede fallar aunque el
tenedor no lograra todos sus objetivos.
La distinción entre puesto y hombre que
lo ocupa consuela a todo Papa. Según un
distinguido teólogo también es “tremendamente terrible”. El cargo refleja la unidad
de la persona y la misión en Jesucristo, de quien el Papa es vicario. Todo
papa, tanto santos como pecadores, “está parado en un lugar tremendamente
trágico”, “porque no puede cumplir todo lo que el puesto demanda”. Si lo intentara se ubicaría arrogantemente
frente al Señor. Si se consuela
demasiado fácilmente con el pensamiento que debería serlo, falla y traiciona
las demandas del puesto que ocupa, la demanda de amor radical. La Sede de Pedro
siempre refleja las palabras de Cristo a Pedro – que debido a la profundidad de
su amor, necesariamente será llevado adonde no quiera. (Jn, 21,18)
Proveer liderazgo a la Iglesia Católica
Romana y estar presente en todas las otras comunidades donde el papa es
“puente” es una tarea muy compleja tanto que, en la esencia misma y
dejando a un lado todo tipo de confusiones, el papa no es monarca absoluto. Durante
el Vaticano II, Pablo VI una vez propuso que la Constitución Dogmática de la Iglesia incluyera la frase que el papa solo “debe rendirle cuentas a
Dios”. Esta propuesta fue rechazada por la Comisión Teológica del Concilio
argumentando que el Pontífice romano también está obligado a la revelación
misma, a la estructura fundamental de la Iglesia, a los sacramentos, a las
definiciones de Concilios anteriores, y otras obligaciones demasiado numerosas
para detallar. …
El Papa no es una figura autoritaria que emite decisiones arbitrarias en virtud de falta de dominio de su voluntad . El papa es el
custodio de una tradición acreditada de enseñanza, un “magisterio”, que define
las fronteras de la Iglesia. Es un sirviente, no su amo.
Para Karol Wojtyla, quien estaba convencido
desde hacía mucho tiempo que la verdad es liberadora, las “limitaciones” del
papado no le fueron limitantes. La verdad que obliga y libera al mismo tiempo
fue, a su juicio, un instrumento para ejercer la Sede de Pedro al servicio de
la liberad humana. Y el intentó ejercer ese lugar de acuerdo al modelo bíblico
de Lucas 22,32 en el cual Cristo instruye a Pedro que su tarea primordial entre
los apóstoles es “fortalecer a sus hermanos”.
Los primeros días del pontificado, más de un
observador subrayo que Juan Pablo II parecía estar haciendo eso “toda su vida”.
Uno de los hombres que lo eligiera, el cardenal William Baum, cuidadoso
estudioso de la historia de la Iglesia, dijo años mas tarde. “No puedo imaginar
alguien mejor preparado para el papado que el Cardenal Wojtyla. El cardenal Agustino Casaroli, quien tuvo ocasión
de sentirse nervioso del nuevo modelo de Papa confeso, una vez retirado, que
“Polonia era demasiado pequeña para una personalidad tan grande como la del
Cardenal Wojtyla…más apropiada para un papa”.
(George Weigel: Witness to Hpe, Harper, 1999)
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