En la Encíclica Redemptoris Mater el Papa nos hablaba de la obediencia de Maria que “profesa sobre todo « la obediencia de la fe », “13. « Cuando Dios revela hay que prestarle la obediencia de la fe » (Rom 16, 26; cf. Rom 1, 5; 2 Cor 10, 5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, como enseña el Concilio.29 Esta descripción de la fe encontró una realización perfecta en María. El momento « decisivo » fue la anunciación, y las mismas palabras de Isabel « Feliz la que ha creído » se refieren en primer lugar a este instante.30 “Es necesario que los cristianos profundicen en sí mismos y en cada una de sus comunidades aquella «obediencia de la fe », de la que María es el primer y más claro ejemplo”.
Y hablando de la obediencia de Maria en su homilía Homilía en San Juan de Puerto Rico (12 X 1984) decía “Ella con su palabra, pero sobre todo con su ejemplo de obediencia perfecta al designio de la Providencia, sigue indicando a cada hombre y sociedad el camino a seguir. Haced lo que El os diga. Como si dijera: escuchad su palabra, porque Él es el enviado del Padre (cf Mt 3, 17); seguidle con fidelidad, porque El es el camino, la verdad y la vida (cf. Jn 14, 6): sed en el mundo de hoy luz y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13 16): sed operadores de paz, de justicia, de misericordia, de limpieza de corazón (cf. Mt 5, 1 12)
De la obediencia “perfecta al Padre” : él es el único y verdadero Siervo doliente del Señor, Sacerdote y Víctima a la vez” les recuerda Juan Pablo II a los sacerdotes en la Exhortación postsinodal Pastores Dabo vobis, y del mandato de Jesús «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28, 19) y «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22, 19; cf. 1 Cor 11, 24), o sea, el mandato de anunciar el Evangelio y de renovar cada día el sacrificio de su cuerpo entregado y de su sangre derramada por la vida del mundo.
En la constitución apostolica “la carta magna” Vita consacrata trata la obediencia como uno de los “grandes retos de la vida consagrada”
A todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo Juan Pablo II decia el viernes santo 10 de abril de 1998 después de terminado el Via Crucis: “dirigid la mirada hacia el crucificado. Por amor él dio su vida por nosotros. Fiel y dócil a la voluntad del Padre, es ejemplo y aliento para nosotros. Precisamente por esta obediencia filial, el Padre «lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre» (Flp 2, 9)”
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