El
Santo Padre Juan Pablo II dedicó su Audiencia General del Miércoles 22 de mayo de 1996 enteramente
a la visita realizada a Eslovenia unos días antes: 17-19 de
mayo de 1996.
Estos son los acontecimientos políticos más recientes, pero la historia del
pueblo esloveno, surgido en los territorios que antes pertenecían al Imperio
romano, es mucho más larga. Gracias al cristianismo, Eslovenia se forjó en su
típica identidad cultural como, por lo demás, aconteció con numerosas naciones
de Europa y del mundo. La Iglesia en Eslovenia recuerda aún los nombres de los
que le llevaron la fe desde los centros vecinos de Salzburgo, Aquilea y
Panonia: son los santos obispos Virgilio, Modesto, Paulino, y los santos Cirilo
y Metodio. Se puede muy bien decir que el desarrollo de la cultura eslovena ha
mantenido un estrecho vínculo con el cristianismo, comenzando precisamente por
la lengua presente en documentos escritos del siglo X, que incluyen textos
catequéticos y homiléticos. El cristianismo llegó a Eslovenia desde Roma y en
la cultura eslovena los elementos occidentales prevalecen sobre los orientales.
Lo subrayan los fuertes vínculos existentes, ya desde el inicio del proceso de
formación de la vida eclesial y cultural, con los citados centros de Aquilea y
Salzburgo. En el transcurso de mi visita destaqué todo esto, especialmente
durante el encuentro con el mundo de la cultura y de la ciencia, en Maribor. La
cultura eslovena es antigua, y tanto en el campo de las ciencias como en el de
las tradiciones populares reviste un carácter occidental. Este carácter se
manifestó claramente en las celebraciones litúrgicas; y cobró gran relieve en
el inolvidable encuentro con la juventud, en Postojna. Los jóvenes, herederos
de esta cultura, están llamados a transmitirla a las generaciones del tercer
milenio.
Con respecto a la estructura eclesial el Papa comento que “el territorio de
Eslovenia abarca una sede metropolitana, la de Liubliana, y dos diócesis
sufragáneas: Maribor y Koper o Capodistria. La Conferencia episcopal cuenta
actualmente con siete obispos. Es metropolita de Liubliana el arzobispo Alojzij
Sustar, a quien una vez más saludo con afecto, al igual que a los demás
prelados, a los presbíteros y a todos sus colaboradores. Los sacerdotes, los
religiosos, las religiosas y los seminaristas eslovenos viven aún con el
recuerdo y bajo el influjo espiritual del gran obispo de Maribor Antón Martín
Slomsek que, en el siglo XIX, marcó profundamente no sólo la vida de la Iglesia
y la evangelización, sino toda la cultura eslovena. Felizmente, ya está
llegando a su conclusión el proceso de beatificación de este gran apóstol y,
recientemente, se ha confirmado la heroicidad de sus virtudes. He querido
señalar su ejemplo, junto con el de otros pastores y heroicos testigos de la
fe, como el siervo de Dios Lojze Gozde, a toda la comunidad cristiana de
Eslovenia, comprometida en la urgente tarea de la nueva evangelización.”
A continuación expresó que “La fe el pueblo esloveno, duramente probada a lo
largo de este siglo, ha permanecido firme y por ello damos gracias a Dios.
Ahora se siente la necesidad de un renovado impulso misionero, para el que hace
falta apoyo espiritual, atenta vigilancia y discernimiento profético de los
signos de los tiempos, especialmente por parte de las personas que están
llamadas a consagrar toda su vida al Evangelio. En esta perspectiva, durante la
solemne celebración vespertina del viernes 17 de mayo en Liubliana, quise
alentar a los presbíteros a sentir cada vez más profundamente la alegría y la
responsabilidad de su misión de comunión y de servicio; a los religiosos a
abrazar sin titubeos las exigencias de una existencia transfigurada según el
ideal evangélico; y a todos los creyentes a vivir con generosidad el compromiso
de la nueva evangelización, encomendándose a María, Auxilio de los cristianos.”
Recordó también que la visita se realizaba en periodo pascual – había comenzado
el viernes después de la Ascensión y concluyó el domingo por la tarde, días que
la “Iglesia recuerda a los Apóstoles reunidos en el cenáculo en oración con
María, después de la Ascensión de Cristo, mientras esperan la venida del
Consolador, el Espíritu de la verdad. La Iglesia entera vive así anualmente la
gran novena en honor del Espíritu Santo como preparación para el día de
Pentecostés. Doy gracias a Dios porque, este año, he tenido la alegría de pasar
al menos algunos días de esta novena en el cenáculo de la Iglesia que está en
Eslovenia.”
“Mientras conservo aún en mi mente el recuerdo de las sugestivas y a veces
conmovedoras imágenes de ese hermoso país y de su pueblo” expresaba el Papa
“deseo nuevamente encomendar sus esperanzas y las expectativas a María
santísima, para que, por la acción del Espíritu Santo, camine con generosidad
hacia el tercer milenio, convirtiéndose cada vez más en tierra de fe, de
santidad y de paz.”.
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