Asi cuenta el mismo Papa JuanPablo II, en pocas palabras llenas de
sentido, su traslado de Niegowic a su
otra querida parroquia de San Florian en Cracovia.
En efecto, después de un año fui destinado a la parroquia
de San Florián de Cracovia. El párroco, Mons. Tadeusz Kurowski, me encargó la
catequesis en los cursos superiores del instituto y la acción pastoral entre
los estudiantes universitarios. La pastoral universitaria de Cracovia tenía
entonces su centro en la iglesia de Santa Ana, pero con el desarrollo de nuevas
facultades se sintió la necesidad de crear una nueva sede precisamente en la
parroquia de San Florián. Comencé allí las conferencias para la juventud
universitaria; las tenía todos los jueves y trataban de los problemas
fundamentales sobre la existencia de Dios y la espiritualidad del alma humana,
temas de particular impacto en el contexto del ateísmo militante, propio del
régimen comunista.
Karol hubiese querido quedarse
en Niegowicz mucho más tiempo para seguir profundizando sus platicas sobre
Santo Tomas, San Juan de la Cruz y Santa
Teresa, continuar sus largas horas en el confesionario, los ejercicios espirituales y proseguir con la
construcción de la nueva iglesia, pero debe
acatar la orden de volver a Cracovia. Le cuesta también dejar al párroco, el
mejor párroco de los alrededores.
Y asi en 1949 el doctor Karol
comienza su tarea pastoral en la iglesia de San Florián en el centro de
Cracovia. Karol se encuentra con una nueva Cracovia, que
no conocía. Cuando se había ido a Roma (al regresar debió partir a Niegowic) la
ciudad había sido invadida por los polacos que debieron abandonar sus hogares
en las zonas ocupadas por los soviéticos. La nueva Cracovia había cambiado. De
alguna manera había regresado a los viejos tiempos antes de la guerra, si bien
no completamente y de una manera muy diferente. En los alrededores donde antes era todo una verde campiña poblada por pequeñas casitas y capillas de madera ahora se
estaba construyendo la nueva ciudad socialista de Polonia, que llamaron NowaHuta. Los nuevos
monoblocks se iban poblando con miles de familias jóvenes llegadas de los
alrededores, atraídas por la gran ciudad y con posibilidades de ser empleados
en las grandes fábricas metalúrgicas. Abandonaban
sus pueblos que parecían más aburridos, más pobres, por una gran ciudad que ofrecía
mejores pagas por un trabajo pesado y duro pero a la vez con mayores
oportunidades de salidas y
diversión. Se decía también que la
nueva identificación de Cracovia seria
“Cracovia de Nowa Huta” y no al revés, que en Cracovia solo quedarían ancianos y sacerdotes
en sus 80 iglesias y que Nowa Huta sería
la ciudad de los jóvenes y el futuro,
una ciudad construida para ser una ciudad sin Dios, la alternativa
socialista y atea en contra de una
Cracovia católica.
Pero por otro lado también en
el centro de Cracovia y en la parroquia de San Florian habían surgido cambios, si bien todo parecía
igual entre aquellas construcciones antiguas, históricas, habitadas por docentes jubilados y ex profesores, viudas y pequeños
comerciantes y empresarios de la pre
guerra que se habían salvado de la matanza y la ocupación del nazismo. La ciudad fue poblada por jóvenes estudiantes
de institutos técnicos y terciarios, de la Universidad Jaguellonica, de academias de todo tipo y también por los
jóvenes técnicos y asistentes de la nueva metalurgia y pequeñas fabricas
de Nowa Huta y alrededores.
Karol suele visitar Debniki (su
primer barrio donde había vivido con su padre). Alli sigue viviendo la señora
Szocka y su hija Sofia y su esposo, musicólogo, que da clases de música en la
universidad. Alli se encuentra también
con viejos amigos de su vida en Wadowice: los Kwiatkowski, la señora
Michalowska y Julius Kydrynski. Se interesa
mucho en Kotlarczyk con quien se
encuentra a menudo. Kotlarczyk a su vez por fin encuentra lo que
tanto desaeaba y está enteramente entregado a su pasión: crea un teatro único,
con el que siempre soñó el “teatro
rapsódico” y tiene su sala en la calle Skarbowa. Se rodea de jóvenes
entusiastas que apenas comenzaban a estudiar, atraídos por el teatro, al igual que Karol en sus jóvenes años. El teatro es
frecuentado por toda Cracovia, allí se reprsentan obas de Wyspianski, Slowacki,
Mieckewicz, Norwid. “A la juventud que fue privada de todo esto durante la
ocupación hay que brindarle lo mejor”.
Karol también visita a la familia Kotlarczyk cuando dispone de tiempo
para charlar sobre el teatro, la producción, el arte de las representaciones y
la escenografía. Pero también hablan del nuevo hombre, que se presenta como
espectador. Del hombre, que debe optar por lo nuevo después de la ocupación y a
quien hay que volver a encausarlo. De su carácter, sus necesidades, sobre lo
que hay que ofrecerle, las fallas y los valores.
Sin embargo, Karol no dispone
del tiempo que quisiera para visitar a sus amigos. Tiene su responsabilidad, que trata de cumplir a conciencia. La oración – tal como siempre lo ha sido en
realidad – ocupa gran parte de su vida, permanece largas horas en el
confesionario - porque muchos lo buscan a él - la iglesia donde pasa horas rezando y leyendo
es ahora su segundo hogar y donde pasa horas reflexionando sobre las nuevas
formas, la nueva manera de llegar a los fieles, el verdadero sentido de la
pastoral. No solo busca nuevas formas,
un nuevo estilo, sino también como
ofrecer un sello humano pleno que refleje el verdadero sentido cristiano.
Y
es allí donde el joven sacerdote – casi tímidamente – comienza su tarea de pastoral académica. “Fue un día, avanzada ya la tarde, cuando dos
estudiantes se cruzaron en la calle con un joven sacerdote. Ya lo habían visto
antes en la iglesia: venían buscando a alguien que guiara espiritualmente su
grupo académico. Años más tarde habrían de escribir: “La Misa había terminado.
Nosotros aún estábamos en el banco cuando lo vimos por primera vez. Había algo
particular en su persona mientras recorría toda la iglesia. Caminaba de modo
muy ligero, levemente inclinado hacia adelante, con un mechón de cabellos
que le caía sobre la frente.” (Alexandra Zapotocny)
Y prontamente, casi sin darse cuenta comienzan los paseos a las montañas con los jóvenes. Se había dado cuenta que no bastan las conferencias, que hay que ofrecer algo más profundo, mas integral, más espiritual. Y se fueron profundizando las charlas para dar nacimiento a Srodowisko .
(Parcialmente tomado, traducido (del esloveno) y adaptado de M. Malinksi (autor del texto) con fotografías de Adam Bujak en el libro Juan Pablo II. (en esloveno)
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