Con ocasión de esta solemnidad le rindo nuevamente homenaje a la Marija Pomagaj de aquella modesta capilla del campo de refugiados de Spittal, Austria, que en la foto se ve preciosa para los medios entonces disponibles, adornada, para la solemnidad, con guirnaldas tejidas por manos hacendosas.
Pero la milagrosa imagen de Marija Pomagaj en la renovada capilla era el corazón del campo. Acompañaba a los refugiados en su Calvario y sufría con sus hijos que lo habían perdido todo: patria, seres queridos, familiares, vecinos, amigos, todos sus bienes. Cuantos ruegos habrá escuchado la Madre amorosa, que derramó bondades por doquier respondiendo generosamente a la inmensa y profunda necesidad de amor y de consuelo, volcando gracias en devolución por tantos ruegos y oraciones recibidas. Imagen milagrosa si lo era…cuantos testimonios habrá escuchado, testigo mudo pero bondadoso en respuestas presurosas a tantas penas y sufrimientos. Jóvenes madres con niños pequeños que nada sabían de sus esposos, hombres que habían huido confiando reencontrarse con sus familias, jóvenes novios separados que jamás volverían a verse, tantas vidas truncadas que acudían a Maria, su Auxiliadora.
Asi como la imagen de Marija Pomagaj era el corazón de la capilla, otras imágenes más sencillas, expresiones de la consagración de familias enteras a Marija Pomagaj, eran el corazón de humildes habitáculos de las familias que vivían en barracas - algunas antiguas viviendas de soldados y otras, más modestas, construidas para los refugiados. Esta imagen corresponde a nuestra familia.
Tiempos de temores y pesares, de luchas entre hermanos, de odios y enfrentamientos heredados en una patria que aun no ha sabido perdonar y pedir perdón, que parcializa la historia y prefiere ignorar parte de ella añorando tiempos que llevaron al desencuentro y a la lucha fratricida.
Marija Pomagaj, Madre nuestra ayer, hoy y de por vida, siempre en nuestro corazón y recuerdos, ilumina a tu pueblo, suplica a tu Hijo que lo fortalezca en su fe y le conceda el don del reencuentro y cúbrenos a todos con tu Santo Manto protector.
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