En
septiembre de 1993 Juan Pablo II cruzaba la frontera de la URSS, la frontera
vieja, porque la URSS hacía varios meses que había dejado de existir. El Santo
Padre venía a visitar las repúblicas bálticas independientes, Lituania, Letonia
y Estonia.
Dice Janusz Poniewierski (Totus Tuus junio 2008) que este viaje presentaba características diversas: en primer lugar un balance del comunismo, en segundo lugar, la peregrinación en sí, sobre todo la etapa lituana, durante la cual el Papa visitó las tumbas de las victimas de 1991, asesinadas en el curso de la lucha por la independencia; la tercera: la visita fue una gran catequesis para la sociedad post comunista. El Papa proponía trazar una “gruesa raya” y la cuarta, el viaje del Papa a los países bálticos había cobrado una dimensión ecuménica, especialmente en los países luteranos – Letonia y Estonia -en Estonia viven solo 5 mil católicos).
El 7 de
septiembre de 1993 Juan Pablo II visitó la Colina de las Cruces. Allí se encontró con una
cruz erigida en 1981, después del atentado a su vida con una inscripción donde
se leía “Cristo ten piedad del Papa, Lituania te lo suplica de rodillas)”. No
había estado nunca en Vilnius – decía el Papa a los habitantes – Me encuentro
aquí por primera vez. Al mismo tiempo puedo decir que he estado siempre en
Vilnius durante toda mi vida (….) He estado en Vilnius con el corazón y con el
pensamiento, se puede decir que con todo mi ser”. Y en el Santuario la Puerta
de la Aurora quedaron como recuerdos votivos dos solideos. Uno blanco pontificio,
y el otro rojo, cardenalicio, donados por expresa voluntad e Juan Pablo II en
1978, muy poco tiempo después del cónclave. A su regreso decia en la Audiencia
General del 15 de septiembre
“El
itinerario de mi visita me condujo a las principales ciudades de Lituania
(Vilna y Kaunas), Letonia (Riga) y Estonia (Tallin). Fue una peregrinación a
los lugares en los que, de modo especial, se manifestaron la fe, la esperanza y
el amor del pueblo de Dios, sobre todo durante las recientes experiencias
dolorosas. Entre esos lugares destaca el que se halla situado en las cercanías
de la ciudad de Siauliai: es conocido como la colina
de las Cruces. Se trata de un pequeño altozano adonde, ya
desde el siglo pasado, y sobre todo durante los últimos tiempos los lituanos
llevaban el testimonio de sus múltiples sufrimientos (deportaciones,
encarcelamientos, persecuciones) bajo forma de grandes o pequeños crucifijos.
De este modo, en torno a la cruz de Cristo ha ido creciendo un bosque de cruces
humanas, que ha cubierto la colina….El encuentro en la colina de las Cruces fue
una experiencia conmovedora. Ese lugar nos recuerda que continuamente el hombre
«completa [...] lo que falta a las tribulaciones de Cristo», según las palabras
de san Pablo (Col 1, 24). Después de esa visita, a todos nosotros nos parecía
más clara la verdad que expresó el concilio Vaticano II, a saber, que el hombre
no puede comprenderse profundamente a sí mismo sin Cristo y sin su cruz (cf. Gaudium
et spes, 22). A este respecto, la colina de las Cruces es un testimonio
elocuente y una advertencia. La elocuencia de ese santuario es universal: es
una palabra escrita en la historia de la Europa del siglo XX”.