[…]
2.
No nace el hombre con los caminos de su vida
preparados.
Nace entre malezas, que pueden arder,
como la zarza de Moisés.
o secarse y morir.
Hay que desbrozar el camino sin descanso
- acecha la maleza –
gastar la vida en allanar collados
y enderezar sendas
con la sencilla plenitud de cada instante,
porque cada momento se abre a la totalidad del tiempo,
se trasciende a si mismo
y esconde en su seno simiente de eternidad.
3
Hermana mía, así me gusta llamarte.
Pienso entonces que todo encuentro
No es sólo latido en el tiempo, instante pleno,
Es también semilla cierta de eternidad.
“La Verónica” - II La Hermana, POESIAS de Karol Wojtyla (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1993)
2.
No nace el hombre con los caminos de su vida
preparados.
Nace entre malezas, que pueden arder,
como la zarza de Moisés.
o secarse y morir.
Hay que desbrozar el camino sin descanso
- acecha la maleza –
gastar la vida en allanar collados
y enderezar sendas
con la sencilla plenitud de cada instante,
porque cada momento se abre a la totalidad del tiempo,
se trasciende a si mismo
y esconde en su seno simiente de eternidad.
3
Hermana mía, así me gusta llamarte.
Pienso entonces que todo encuentro
No es sólo latido en el tiempo, instante pleno,
Es también semilla cierta de eternidad.
“La Verónica” - II La Hermana, POESIAS de Karol Wojtyla (Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1993)
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