Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

lunes, 19 de mayo de 2025

Palio y anillo, símbolo y compromiso petrino

 


Hemos sido testigos de la emoción del Papa Leon XIV al recibir palio y anillo petrinos. Como no emocionarse ante estos dos símbolos con un significado tan profundo, y que en detalle explicara el Papa Benedicto en su homilía al inicio de su ministerio petrino. 


Transcribo aqui parte de aquella valiosa homilía. 


El primer signo es el palio, tejido de lana pura, que se me pone sobre los hombros. Este signo antiquísimo, que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. Ésta es también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica –quizás a veces de manera dolorosa– y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente Él, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia. En realidad, el simbolismo del Palio es más concreto aún: la lana de cordero representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto; no puede abandonar la humanidad a una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El Palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros. Se convierte así en el símbolo de la misión del pastor del que hablan la segunda lectura y el Evangelio de hoy. La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. Por eso, los tesoros de la tierra ya no están al servicio del cultivo del jardín de Dios, en el que todos puedan vivir, sino subyugados al poder de la explotación y la destrucción. La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: “Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas”, dice Jesús de sí mismo (Jn 10, 14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres.

(…) 

El segundo signo con el cual la liturgia de hoy representa el comienzo del Ministerio petrino es la entrega del anillo del pescador. La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos oído en el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, “aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21, 11). Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: “Maestro, por tu palabra echaré las redes”. Se le confió entonces la misión: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 1.11). También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo. 

Quisiera ahora destacar todavía una cosa: tanto en la imagen del pastor como en la del pescador, emerge de manera muy explícita la llamada a la unidad. “Tengo , además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor” (Jn 10, 16), dice Jesús al final del discurso del buen pastor. Y el relato de los 153 peces grandes termina con la gozosa constatación: “Y aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21, 11). ¡Ay de mí, Señor amado! ahora la red se ha roto, quisiéramos decir doloridos. Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad!


(Benedicto XVI, de la homilía en la Santa Misa en el solemne inicio del Ministerio Petrino, 24 de abril 2005) 

domingo, 18 de mayo de 2025

Andrea Tornielli: León, y la Iglesia “pequeña levadura” de unidad y amor

 Las palabras de la homilía del Obispo de Roma que inicia su servicio a los hermanos:


“Fui elegido sin ningún mérito y, con temor y temblor, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando con ustedes por el camino del amor de Dios, que nos quiere a todos unidos en una sola familia.” 


Así se presenta el Papa León XIV, obispo misionero, nieto de migrantes, 267º Obispo de Roma.


Las palabras sencillas y profundas de la homilía en la misa de inicio de su ministerio representan un programa que nos habla de una alteridad y de un estilo.


Una alteridad, porque en nuestro mundo tan marcado por las guerras, por el odio, la violencia y las divisiones, la palabra humilde del Sucesor de Pedro proclama el Evangelio del amor, de la unidad, de la compasión, de la fraternidad, de un Dios que nos quiere como una sola familia.

Una alteridad también porque busca dar testimonio de amor, de diálogo y de comprensión, para derrotar el odio y la guerra que comienzan en el corazón humano, ya sea que ese corazón empuñe armas contra su hermano o lo crucifique con la arrogancia de palabras que hieren como piedras.

Y un estilo, porque León ha recordado que el ministerio de Pedro es ser servus servorum Dei(siervo de los siervos de Dios). Su servicio es el del amor y la entrega de la vida por los hermanos: “La Iglesia de Roma preside en la caridad, y su verdadera autoridad es la caridad de Cristo”.

Por lo tanto, no se trata nunca “de capturar a los demás mediante el dominio, la propaganda religiosa o los medios del poder”, como tantas veces somos tentados a hacer en cada época, recurriendo a lo colateral, las estructuras, el protagonismo, el marketing religioso, las estrategias diseñadas desde el escritorio. Se trata, en cambio, “siempre y solamente de amar como lo hizo Jesús”.

Por eso Pedro “debe apacentar al rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un caudillo solitario o un jefe por encima de los demás, haciéndose dueño de las personas que le han sido encomendadas”. Al contrario, a él se le exige amar más. A él “se le pide servir la fe de los hermanos, caminando junto a ellos”.

En estas últimas palabras puede vislumbrarse la imagen del Buen Pastor que tantas veces propuso el Papa Francisco. Es la imagen del pastor que camina delante del rebaño para guiarlo; en medio del rebaño para acompañarlo, sin sentirse superior ni separado; y también detrás del rebaño, para que nadie se pierda y así poder recoger a los últimos, a los más cansados del camino.

El obispo misionero que hoy se sienta en la Cátedra de Pedro nos invita, por tanto, a anunciar el Evangelio del amor, “sin encerrarnos en nuestro pequeño grupo ni sentirnos superiores al mundo”.

La Iglesia es un pueblo de pecadores perdonados, siempre necesitados de misericordia, que por eso mismo deberían estar “vacunados” contra cualquier complejo de superioridad, como seguidores de un Dios que eligió el camino de la debilidad y se rebajó hasta aceptar la muerte en la cruz para salvarnos.

“Estamos llamados a ofrecer a todos el amor de Dios”, dijo el Papa León, para ser, en la masa del mundo, “una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad” y así dirigir la mirada hacia lo lejos, para ir al encuentro de las preguntas, las inquietudes y los desafíos de hoy.

Fuente: Vatican News

sábado, 17 de mayo de 2025

Papa Leon XIV - El Anillo del Pescador y el Palio


La Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice ha difundido las imágenes del Anillo del Pescador y del Palio que serán entregados al Papa León XIV durante la celebración de mañana, domingo 18 de mayo, con motivo del inicio de su Ministerio Petrino. Ambos objetos representan las tradicionales insignias episcopales asociadas a la figura de San Pedro.


En el interior del Anillo del Pescador está grabado el nombre de León XIV, mientras que en el exterior se representa a San Pedro con las llaves y la red, símbolos de su misión apostólica. Esta imagen – señala la explicación oficial – hace referencia al apóstol pescador que, confiando en la palabra de Jesús, echó las redes desde la barca y recogió la pesca milagrosa.


El Anillo del Pescador tiene un valor simbólico profundo: actúa como sello que autentica la fe, una misión encomendada a Pedro según el Evangelio de Lucas (cf. Lc 22,32) y que ahora se transmite también al nuevo pontífice.


Junto al Anillo, el Papa recibirá el Palio, cuya imagen también fue difundida este viernes. Se trata de una estrecha banda de lana blanca que se apoya sobre los hombros, encima de la casulla, la vestidura litúrgica. El Palio simboliza al obispo como buen pastor y, al mismo tiempo, al Cordero de Dios crucificado por la salvación de la humanidad.


Decorado con seis cruces negras de seda – una en cada extremo que cuelga por el pecho y la espalda, y cuatro en el anillo que rodea los hombros – el Palio incluye además tres alfileres (acicula) que evocan los clavos de la cruz de Cristo.


Estas insignias, profundamente vinculadas a la figura de Pedro, subrayan la continuidad apostólica y la misión pastoral del nuevo Papa al frente de la Iglesia universal.


fuente: Vatican News

viernes, 16 de mayo de 2025

Cardenal Luis Tagle : León XIV pastor misionero


El pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización cuenta a los medios vaticanos su experiencia en el Cónclave y reflexiona sobre los primeros pasos de León XIV, a quien conoció hace muchos años cuando Robert Francis Prevost era prior general de los Agustinos. El cardenal filipino también recuerda con emoción al Papa Francisco a casi un mes de su muerte.


(Invito leer la muy interesante entrevista que le realizó Alessandro Gisotti al Cardenal filipino para Vatican News) 


(Estoy fuera del alcance de mi computadora por una semana, así que mis posts serán breves e incompletos)


jueves, 15 de mayo de 2025

Celebración eucarística inicio del ministerio petrino de Leon XIV

 




En este enlace de la santa sede puede verse completo el librito (en pdf) de la Celebraciòn eucarística por el inicio del ministerio petrino,   el 28 de mayo de 2025,  del Obispo de Roma, León XIV .


 

miércoles, 14 de mayo de 2025

El escudo del Papa León XIV: belleza, símbolo y misión

 

Hace unos días, Fray Rafael Nieto, OARcompartía una propuesta artística basada en el escudo episcopal de Robert Prevost, entonces nuevo Papa




Hoy, ya conocido el escudo oficial de León XIV, nos ayuda profundizar en su significado. Con su sensibilidad artística y su experiencia en heráldica eclesiástica, ofrece una lectura espiritual y misionera de un escudo que es, más que una imagen, es proyecto pastoral y una confesión de fe.


 

Versión personal de Fray Rafael Nieto del escudo del Papa LEON XIV


Lamina con el escudo de armas del Papa Leon XIV

Un escudo que condensa una vida

El escudo del Papa León XIV está dividido en dos campos. En la parte superior, un azul mariano con una flor de lis; en la inferior, el corazón ardiente de san Agustín, atravesado por una flecha y sobre un libro abierto. Como en todos los escudos pontificios, va acompañado por las llaves de Pedro, la tiara papal y el palio, símbolos del oficio petrino.

 

“Este escudo es un resumen visual de su vida, de su espiritualidad y de su visión de Iglesia”, señala Fray Rafael.

 

Azul y flor de lis: María en lo más alto

El campo superior está dedicado a la Virgen María, a quien el Papa León XIV consagra su misión. El azul es su color tradicional, y la flor de lis evoca pureza, fidelidad y belleza espiritual. Este detalle no solo manifiesta devoción mariana, sino también una elección de vida: caminar bajo la protección de María, como tantos agustinos a lo largo de los siglos.

 

“María está en lo alto del escudo, como guía, madre y protectora”, subraya Fray Rafael. “Es una forma de decir: todo lo que venga, lo vivo bajo su manto”.

                                           

Un corazón que arde como el de Agustin

En la parte inferior del escudo encontramos el núcleo agustiniano: el corazón ardiente, la flecha y el libro abierto. Este conjunto es más que un símbolo: es el alma del nuevo Papa.

El corazón representa el amor apasionado a Dios y al prójimo. Es el corazón inquieto de san Agustín que solo descansa en Él.

La flecha representa la Palabra de Dios, que atraviesa e ilumina. Es el momento de la conversión, del “Toma y lee” bajo la higuera.

El libro abierto es la Escritura, pero también las Confesiones, la Ciudad de Dios, todo el magisterio que san Agustín dejó como herencia a la Iglesia.

 

“Es un corazón encendido, atravesado y abierto”, explica Fray Rafael. “Es decir, un corazón que ama, que ha sido tocado por Dios y que se entrega a los demás”.

 

“In illo uno unum”: unidad como estilo de vida

 

El lema episcopal del Papa —que ha conservado como pontífice— es una cita del comentario de san Agustín al Salmo 127: In illo uno unum, “En Aquel que es Uno, somos uno”.

 

Esta frase es una declaración de intenciones: buscar la unidad en un mundo fragmentado, construir comunión, vivir desde la interioridad, no desde el ruido.

 

El Papa nos dice con este lema que la unidad no se impone: se vive desde Cristo. Solo en Él, que es Uno, podemos ser uno”, reflexiona Fray Rafael.

 

Las insignias pontificias: unidas a Pedro

 

El escudo incluye los tres signos distintivos del ministerio petrino:

Las llaves de San Pedro, una dorada (autoridad celestial) y otra plateada (autoridad terrenal), entrelazadas con un cordón rojo.

La tiara o mitra de tres coronas, representación del triple ministerio del Papa: santificar, gobernar y enseñar.

El palio, insignia del Buen Pastor que carga a la oveja sobre sus hombros, imagen de ternura, sacrificio y servicio.

También aparecen las ínfulas —dos bandas de tela— que cuelgan por detrás de la tiara y simbolizan la Tradición y la Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, fuente de la autoridad del Papa.

 

“Este conjunto nos recuerda que el Papa no actúa solo, sino como sucesor de Pedro, con la carga del Evangelio y al servicio del Pueblo de Dios”, dice Fray Rafael.

 

Un escudo que es también un camino

Este escudo no solo decora. Propone un camino, un programa de vida y de pontificado. Habla de interioridad, misión, comunión, servicio y belleza. Y lo hace desde el lenguaje de los símbolos, con el sello de san Agustín y la mirada de María.

 

“Que San Agustín y Santa Mónica lo acompañen; que la Virgen de la Consolación lo proteja; y que Dios bendiga el camino que inicia León XIV con frutos de santidad”, concluye Fray Rafael.

Un escudo para rezar, contemplar y vivir

Desde la Orden de Agustinos Recoletos, acogemos con gratitud y esperanza este escudo como signo de comunión con el nuevo Sucesor de Pedro. Que cada símbolo nos inspire a vivir con el corazón ardiente, la mirada en María y la vida centrada en Cristo.

 

(de la pagina oficial de agustinos Recoletos)  publicada con el amable permiso personal de Fray Rafael, que agradezco mucho – las fotografías son de su página personal – el articulo completo de Fray Rafael con reflexiones personales adicionales, ensu página personal


Juan Pablo II : sobre la Encíclica «Rerum novarum»

 


El 13 de mayo de 1981 el Papa Juan Pablo II al cumplirse 90 años de la publicación de la Encíclica quería “subrayar dignamente una fecha que merece ser escrita con caracteres de oro en la historia de la Iglesia moderna: el 15 de mayo de 1891. Efectivamente, se cumplen 90 años desde que mi predecesor León XIII publicaba la fundamental Encíclica social Rerum novarum, que no fue sólo una vigorosa y apremiante condena de la "inmerecida miseria" en que yacían los trabajadores de entonces, después del primer período de la aplicación de la máquina industrial al campo de la empresa, sino que, sobre todo, puso los fundamentos para una solución justa de los graves problemas de la convivencia humana que están comprendidos bajo el nombre de "cuestión social".

2. ¿Por qué, después de tantos años, la Iglesia recuerda todavía la Encíclica Rerum novarum?

Son muchas las razones. Ante todo, la Rerum novarum constituye y es "la Carta Magna de la actividad social cristiana", como la definió Pío XII (Radiomensaje para el 50 aniversario de la "Rerum novarum"Discorsi e Radiomessaggi, 1942, vol III, pág. 911); y Pablo VI añadió que su "mensaje sigue inspirando la acción en favor de la justicia" (Octogesima adveniens, 1) en la Iglesia y en el mundo contemporáneo; ella es, además, demostración irrefutable de la viva y solícita atención de la Iglesia en favor del mundo del trabajo.

La voz de León XIII se elevó valiente en defensa de los oprimidos, de los pobres, de los humildes, de los explotados, y no fue sino el eco de la voz de Aquel que había proclamado bienaventurados a los pobres y los hambrientos de justicia. El Papa, siguiendo el impulso y la invitación "de la conciencia de su ministerio apostólico" (cf. Rerum novarum, 1), habló: no sólo tenía el derecho, sino también y sobre todo el deberEn efecto, lo que justifica la intervención de la Iglesia y de su Pastor Supremo en las cuestiones sociales, es siempre la misión recibida de Cristo para salvar al hombre en su dignidad integral.

 

3. La Iglesia está llamada por vocación a ser en todas partes la defensora fiel de la dignidad humana, la madre de los oprimidos y de los marginados, la Iglesia de los débiles y de los pobres. Quiere vivir toda la verdad contenida en las bienaventuranzas evangélicas, sobre todo, la primera, "Bienaventurados los pobres de espíritu"; la quiere enseñar y practicar lo mismo que hizo su Divino Fundador que vino "a hacer y a enseñar" (cf. Act 1, 1).

(…)

4. Con toda razón afirmó Pío XI que la Rerum novarum ha presentado a la humanidad un magnífico ideal social, sacándolo de las fuentes siempre vivas y vitales del Evangelio (cf. Quadragesimo anno, 16).

(…)

 

La "Rerum novarum" fue levadura y fermento de estas transformaciones fecundas. Por medio de ella el Romano Pontífice infundió en el alma obrera el sentimiento y la conciencia de su dignidad humana, civil y cristiana; favoreció la aparición de asociaciones sindicales obreras en los diversos países; advirtió a los gobernantes y a las naciones sus deberes hacia los débiles y pobres, invitando a los Estados a la creación de una política social, humana e inteligente que logró el reconocimiento, la formulación y el respeto del derecho de trabajo y el trabajo para todos los ciudadanos.

 

(Audiencia General completa

Lamentablemente ese 13 de mayo pasa a la historia por el triste episodio del atentado al Papa Juan Pablo II. La  audiencia no llego a  concretarse pero fue publicada en su totalidad. Como sabemos alrededor de las 5 de la tarde ante una plaza inundada de fieles el Papa entrando en la plaza en su jeep blanco, paso junto a las vallas saludando a los presentes y apenas terminada la primera vuelta sucedió el atentado.

 

Las cinco Audiencias del Papa Benedicto sobre San Agustín

 


Enla primera Audiencia de la serie, el miércoles 9 de enero de 2008 el Papa Benedicto XVI nos habla de la vida de San Agustin y nos brinda una biografía del “Padre más grande de la Iglesia latina, san Agustín: hombre de pasión y de fe, de altísima inteligencia y de incansable solicitud pastoral. Este gran santo y doctor de la Iglesia a menudo es conocido, al menos de fama, incluso por quienes ignoran el cristianismo o no tienen familiaridad con él, porque dejó una huella profundísima en la vida cultural de Occidente y de todo el mundo. Por su singular relevancia, san Agustín ejerció una influencia enorme y podría afirmarse, por una parte, que todos los caminos de la literatura latina cristiana llevan a Hipona (hoy Anaba, en la costa de Argelia), lugar donde era obispo; y, por otra, que de esta ciudad del África romana, de la que san Agustín fue obispo desde el año 395 hasta su muerte, en el año 430, parten muchas otras sendas del cristianismo sucesivo y de la misma cultura occidental.  Pocas veces una civilización ha encontrado un espíritu tan grande, capaz de acoger sus valores y de exaltar su riqueza intrínseca, inventando ideas y formas de las que se alimentarían las generaciones posteriores, como subrayó también Pablo VI: «Se puede afirmar que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la tradición doctrinal de los siglos posteriores» (AAS, 62, 1970, p. 426: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de mayo de 1970, p. 10).”

La segunda Audiencia del Miércoles 16 de enero de 2008  trata sobre Los últimos años y la muerte del gran obispo de Hipona, del nombramiento de su sucesor el sacerdote Heraclio, quien “escribió obras importantes, emprendió otras no menos relevantes, mantuvo debates públicos con los herejes —siempre buscaba el diálogo—, promovió la paz en las provincias africanas amenazadas por las tribus bárbaras del sur… del derramamiento de sangre y  «los destructores del imperio romano….. El biógrafo Posidio describe el dolor de san Agustín: «Las lágrimas eran, más que de costumbre, su pan día y noche y, habiendo llegado ya al final de su vida, vivía su vejez en la amargura y en el luto más que los demás» (Vida, 28, 6)…..  Y sin embargo preguntado ante la amenaza de las invasiones barbaras respondió: «Cuando el peligro es común a todos, es decir, para obispos, clérigos y laicos, quienes tienen necesidad de los demás no deben ser abandonados por aquellos de quienes tienen necesidad. En este caso, todos deben refugiarse en lugares seguros; pero si algunos necesitan quedarse, no los han de abandonar quienes tienen el deber de asistirles con el ministerio sagrado, de manera que o se salven juntos o juntos soporten las calamidades que el Padre de familia quiera que sufran» (Ep. 228, 2). Y concluía: «Esta es la prueba suprema de la caridad» (ib., 3).

«Dejó a la Iglesia un clero muy numeroso, así como monasterios de hombres y de mujeres llenos de personas con voto de continencia bajo la obediencia de sus superiores, además de bibliotecas que contenían los libros y discursos suyos y de otros santos, gracias a los cuales se conoce cuál ha sido por gracia de Dios su mérito y su grandeza en la Iglesia, y en los cuales los fieles siempre lo encuentran vivo» (Posidio, Vida, 31, 8).

Y agrega el Papa Benedicto:

Es un juicio que podemos compartir: en sus escritos también nosotros lo «encontramos vivo». Cuando leo los escritos de san Agustín no tengo la impresión de que se trate de un hombre que murió hace más o menos mil seiscientos años, sino que lo siento como un hombre de hoy: un amigo, un contemporáneo que me habla, que nos habla con su fe lozana y actual.

En san Agustín, que nos habla, que me habla a mí en sus escritos, vemos la actualidad permanente de su fe, de la fe que viene de Cristo, Verbo eterno encarnado, Hijo de Dios e Hijo del hombre. Y podemos ver que esta fe no es de ayer, aunque haya sido predicada ayer; es siempre actual, porque Cristo es realmente ayer, hoy y para siempre. Él es el camino, la verdad y la vida. De este modo san Agustín nos impulsa a confiar en este Cristo siempre vivo y a encontrar así el camino de la vida.

La tercera Audiencia general del Miércoles 30 de enero de 2008  titulada Armonia entre fe y razón, “un tema determinante, o mejor, el tema determinante de la biografía de san Agustín”, . el Papa Benedicto comienza diciendo :  Mi querido predecesor Juan Pablo II le dedicó, en 1986, es decir, en el decimosexto centenario de su conversión, un largo y denso documento, la carta apostólica Augustinum Hipponensem (cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de septiembre de 1986, pp. 15-21). El mismo Papa definió ese texto como «una acción de gracias a Dios por el don que hizo a la Iglesia, y mediante ella a la humanidad entera, gracias a aquella admirable conversión» (n. 1).  (…)  Estas dos dimensiones, fe y razón, no deben separarse ni contraponerse, sino que deben estar siempre unidas. Como escribió san Agustín tras su conversión, fe y razón son "las dos fuerzas que nos llevan a conocer" (Contra academicos, III, 20, 43). A este respecto, son justamente célebres sus dos fórmulas (cf. Sermones, 43, 9) con las que expresa esta síntesis coherente entre fe y razón: crede ut intelligas ("cree para comprender") —creer abre el camino para cruzar la puerta de la verdad—, pero también y de manera inseparable, intellige ut credas ("comprende para creer"), escruta la verdad para poder encontrar a Dios y creer.

La cuarta Audiencia General del Miércoles, 20 de febrero de 2008 el Papa Benedicto habla de  Las Obras de “este Padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras” Él mismo las revisó algunos años antes de morir en las Retractationes y poco después de su muerte fueron cuidadosamente registradas en el Indiculus ("índice") añadido por su fiel amigo Posidio a la biografía de san Agustín, Vita Augustini. La lista de las obras de san Agustín fue realizada con el objetivo explícito de salvaguardar su memoria mientras la invasión de los vándalos se extendía por toda el África romana y contabiliza mil treinta escritos numerados por su autor, junto con otros "que no pueden numerarse porque no les puso ningún número". (…) Posidio, obispo de una ciudad cercana, dictaba estas palabras precisamente en Hipona, donde se había refugiado y donde había asistido a la muerte de su amigo, y casi seguramente se basaba en el catálogo de la biblioteca personal de san Agustín. Hoy han sobrevivido más de trescientas cartas del obispo de Hipona, y casi seiscientas homilías, pero estas originalmente eran muchas más, quizá entre tres mil y cuatro mil, fruto de cuatro décadas de predicación del antiguo retórico, que había decidido seguir a Jesús, dejando de hablar a los grandes de la corte imperial para dirigirse a la población sencilla de Hipona.  En años recientes, el descubrimiento de un grupo de cartas y de algunas homilías ha enriquecido nuestro conocimiento de este gran Padre de la Iglesia. "Muchos libros —escribe Posidio— fueron redactados y publicados por él, muchas predicaciones fueron pronunciadas en la iglesia, transcritas y corregidas, ya sea para confutar a herejes ya sea para interpretar las sagradas Escrituras para edificación de los santos hijos de la Iglesia. Estas obras —subraya el obispo amigo— son tan numerosas que a duras penas un estudioso tiene la posibilidad de leerlas y aprender a conocerlas" (Vita Augustini, 18, 9).

El Papa Benedicto habla en detalle acerca de Confesiones, Retractationes, De civitate Dei, De Trinitate, De doctrina christiana, De catechizandis rudibus, Psalmus contra partem Donati, Enarrationes in Psalmos,

La quinta y ultima audiencia del Miércoles 27 de febrero de 2008  habla de las conversiones de San Agustín (y de nuestra conversión)  de las diversas etapas,  de su experiencia interior, que hizo de él uno de los más grandes convertidos de la historia cristiana. A esta experiencia dediqué en particular mi reflexión durante la peregrinación que realicé a Pavía, el año pasado, para venerar los restos mortales de este Padre de la Iglesia. De ese modo le expresé el homenaje de toda la Iglesia católica, y al mismo tiempo manifesté mi personal devoción y reconocimiento con respecto a una figura a la que me siento muy unido por el influjo que ha tenido en mi vida de teólogo, de sacerdote y de pastor.” (…) “la conversión de san Agustín no fue repentina ni se realizó plenamente desde el inicio, sino que puede definirse más bien como un auténtico camino, que sigue siendo un modelo para cada uno de nosotros… San Agustín buscó apasionadamente la verdad: lo hizo desde el inicio y después durante toda su vida. La primera etapa en su camino de conversión se realizó precisamente en el acercamiento progresivo al cristianismo.”

(…)

Los libros de los filósofos le indicaban que existe la razón, de la que procede todo el mundo, pero no le decían cómo alcanzar este Logos, que parecía tan lejano. Sólo la lectura de las cartas de san Pablo, en la fe de la Iglesia católica, le reveló plenamente la verdad. San Agustín sintetizó esta experiencia en una de las páginas más famosas de las Confesiones: cuenta que, en el tormento de sus reflexiones, habiéndose retirado a un jardín, escuchó de repente una voz infantil que repetía una cantilena que nunca antes había escuchado: «tolle, lege; tolle, lege», «toma, lee; toma, lee» (VIII, 12, 29). Entonces se acordó de la conversión de san Antonio, padre del monaquismo, y solícitamente volvió a tomar el códice de san Pablo que poco antes tenía en sus manos: lo abrió y la mirada se fijó en el pasaje de la carta a los Romanos donde el Apóstol exhorta a abandonar las obras de la carne y a revestirse de Cristo (Rm 13, 13-14).

Había comprendido que esas palabras, en aquel momento, se dirigían personalmente a él, procedían de Dios a través del Apóstol y le indicaban qué debía hacer en ese momento. Así sintió cómo se disipaban las tinieblas de la duda y quedaba libre para entregarse totalmente a Cristo: «Habías convertido a ti mi ser», comenta (Confesiones, VIII, 12, 30). Esta fue la conversión primera y decisiva.”

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Pero hay una última etapa en el camino de san Agustín, una tercera conversión: la que lo llevó a pedir perdón a Dios cada día de su vida. Al inicio, había pensado que una vez bautizado, en la vida de comunión con Cristo, en los sacramentos, en la celebración de la Eucaristía, iba a llegar a la vida propuesta en el Sermón de la montaña: a la perfección donada en el bautismo y reconfirmada en la Eucaristía. En la última parte de su vida comprendió que no era verdad lo que había dicho en sus primeras predicaciones sobre el Sermón de la montaña: es decir, que nosotros, como cristianos, vivimos ahora permanentemente este ideal. Sólo Cristo mismo realiza verdadera y completamente el Sermón de la montaña. Nosotros siempre tenemos necesidad de ser lavados por Cristo, que nos lava los pies, y de ser renovados por él. Tenemos necesidad de una conversión permanente. Hasta el final necesitamos esta humildad que reconoce que somos pecadores en camino, hasta que el Señor nos da la mano definitivamente y nos introduce en la vida eterna. San Agustín murió con esta última actitud de humildad, vivida día tras día.

Y concluye el Papa Benedicto mencionando sus dos primeras enciclicas:

San Agustín, convertido a Cristo, que es verdad y amor, lo siguió durante toda la vida y se transformó en un modelo para todo ser humano, para todos nosotros, en la búsqueda de Dios. Por eso quise concluir mi peregrinación a Pavía volviendo a entregar espiritualmente a la Iglesia y al mundo, ante la tumba de este gran enamorado de Dios, mi primera encíclica, Deus caritas est, la cual, en efecto, debe mucho, sobre todo en su primera parte, al pensamiento de san Agustín.

También hoy, como en su época, la humanidad necesita conocer y sobre todo vivir esta realidad fundamental: Dios es amor y el encuentro con él es la única respuesta a las inquietudes del corazón humano, un corazón en el que vive la esperanza —quizá todavía oscura e inconsciente en muchos de nuestros contemporáneos—, pero que para nosotros los cristianos abre ya hoy al futuro, hasta el punto de que san Pablo escribió que «en esperanza fuimos salvados» (Rm 8, 24). A la esperanza he dedicado mi segunda encíclica, Spe salvila cual también debe mucho a san Agustín y a su encuentro con Dios.

(El Papa Benedicto también lo  menciona a San Agustín en su tercera Enciclica  hablando de la caridad en la verdad )  

(En la página de Agustinos Recolectos se encuentran en un pdf  las cinco audiencias generales todas juntas en un solo documento.)