“La
ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo. Pero, ¿dónde
está Dios? ¿Lo conocemos y lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para
fundar una verdadera paz? Resumamos ante todo brevemente las reflexiones que
hemos hecho hasta ahora. He dicho que hay una concepción y un uso de la
religión por la que esta se convierte en fuente de violencia, mientras que la
orientación del hombre hacia Dios, vivido rectamente, es una fuerza de paz. En
este contexto me he referido a la necesidad del diálogo, y he hablado de la
purificación, siempre necesaria, de la religión vivida. Por otro lado, he
afirmado que la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le
lleva a la violencia.
Junto a estas
dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo en expansión
del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido
dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la
búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: «No existe ningún
Dios». Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están
interiormente en camino hacia Él. Son «peregrinos de la verdad, peregrinos de
la paz». Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los
ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un
Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en
búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros
podemos y debemos vivir en función de ella. Pero también llaman en causa a los
seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad
que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia
respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero
Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se
practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios,
depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios.
Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a nosotros
creyentes, a todos los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios –el
verdadero Dios– se haga accesible. Por eso he invitado de propósito a
representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís, que no sólo
reúne representantes de instituciones religiosas. Se trata más bien del estar
juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del
hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie
de violencia destructora del derecho. Para concluir, quisiera aseguraros que la
Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso
por la paz en el mundo. Estamos animados por el deseo común de ser «peregrinos
de la verdad, peregrinos de la paz».”