Revisando
los textos de los Mensajes de Juan Pablo II a los jóvenes para las JMJ
encuentro este Discurso
del 1 de abril de 2004 como preparaciónpara la XIX JMJ diocesana
y celebrada en Roma el Domingo de Ramos 2004, en lo que fue su última Jornada.
No puedo quitarle nada, la cita es textual del sitio
de la Santa Sede, solo he omitido los
saludos dirigidos a las autoridades locales y la referencia a un Foro juvenil que
se realizaría en Roma en octubre. Un discurso para leer detenidamente y volver
a leer….
1. "Queremos ver a Jesús" (Jn 12, 21).
Es la petición que algunos "griegos", que habían acudido a Jerusalén
para la Pascua, dirigen a Felipe. El Maestro, advertido de este deseo,
comprende que ha llegado su
"hora". La "hora" de la cruz, de la obediencia al Padre
siguiendo la suerte del grano de trigo que, cayendo en tierra, se pudre y muere
para producir fruto.
Para Jesús ha llegado también la
"hora" de la gloria. La "hora" de la pasión, muerte,
resurrección y ascensión al cielo. La "hora" en que entregará su vida
para recobrarla de nuevo y donarla a todos. La "hora" en que, en la
cruz, vencerá el pecado y la muerte en beneficio de toda la humanidad.
También nosotros estamos llamados a vivir esa
"hora", para ser "honrados" juntamente con él por el
Padre.
[…]
2. Hace veinte años, al concluir el Año santo de la
Redención, entregué a los jóvenes la
cruz, el madero en el que Cristo fue elevado de la tierra y vivió la
"hora" para la cual había venido al mundo. Desde entonces esa cruz,
peregrinando de una Jornada de la juventud a otra, está recorriendo el
mundo sostenida por los jóvenes y anuncia el amor misericordioso de
Dios, que sale al encuentro de todas sus criaturas para restituirles la
dignidad perdida a causa del pecado.
Gracias a vosotros, queridos amigos, millones de jóvenes, al
mirar esa cruz, han cambiado su existencia, comprometiéndose a vivir como
auténticos cristianos.
3. Amadísimos jóvenes, permaneced unidos a la cruz.
Mirad la gloria que os espera también a vosotros. ¡Cuántas heridas sufre
vuestro corazón, a menudo causadas por el mundo de los adultos! Al entregaros
una vez más idealmente la cruz, os invito a creer que somos muchos los que confiamos
en vosotros, que Cristo confía en vosotros y que sólo en él está la salvación
que buscáis.
¡Cuán necesario resulta hoy renovar el modo de
acercarnos a los jóvenes para anunciarles el Evangelio! Ciertamente,
debemos replantear nuestra propia situación para evangelizar el mundo juvenil,
pero con la certeza de que también hoy Cristo desea que lo vean, de que también
hoy quiere mostrar a todos su rostro.
4. Queridos jóvenes, no tengáis miedo de emprender caminos nuevos de
entrega total al Señor y de misión; sugerid vosotros mismos cómo
llevar hoy la cruz al mundo.
[…]
Alimentados con la Eucaristía, unidos a la Iglesia y
aceptando vuestras cruces, haced que explote en el mundo vuestra carga de fe y
anunciad a todos la misericordia divina.
5. En este camino, no tengáis miedo de fiaros de Cristo.
Ciertamente, amáis el mundo, y hacéis bien, porque el mundo fue creado para el
hombre. Sin embargo, en un determinado momento de la vida, es preciso hacer una opción radical.
Sin renegar de nada de lo que es expresión de la belleza de Dios y de los
talentos recibidos de él, hay que ponerse
de parte de Cristo, para testimoniar ante todos el amor de Dios.
A este respecto, me complace recordar la gran atracción
espiritual que ejerció en la historia de mi vocación la figura del santo fray
Alberto, Adam Chmielowski -así se llamaba-, que no era sacerdote. Fray Alberto
era pintor de gran talento y cultura. Pues bien, en un determinado momento de
su vida, rompió con el arte, porque comprendió que Dios lo llamaba a tareas
mucho más importantes. Se trasladó a Cracovia, para hacerse pobre entre los más
pobres, entregándose al servicio de los desheredados. En él encontré un gran
apoyo espiritual y un ejemplo para alejarme de la literatura y del teatro, para
la elección radical de la vocación al sacerdocio. Después, una de mis mayores
alegrías fue elevarlo al honor de los altares, como, anteriormente, dedicarle
una obra dramática: "Hermano de nuestro Dios".
Mirad que seguir a Cristo no significa renunciar a los dones
que nos concede, sino elegir un
camino de entrega radical a él. Si llama a este camino, el "sí"
resulta necesario. Por tanto, no tengáis miedo de entregaros a él. Jesús sabe
cómo debéis llevar hoy su cruz en el mundo, para colmar las expectativas de
muchos otros corazones jóvenes.
6. ¡Cómo han cambiado los jóvenes de hoy con respecto a
los de hace veinte años! ¡Cómo ha cambiado el contexto cultural y social en el
que vivimos! Pero Cristo, no, él
no ha cambiado. Él es el Redentor del hombre ayer, hoy y siempre. Así
pues, poned vuestros talentos al servicio de la nueva evangelización, para
recrear un entramado de vida cristiana.
El Papa está con vosotros. Creed en Jesús, contemplad su
rostro de Señor crucificado y resucitado, un rostro que muchos quieren ver,
pero que, a
menudo, está velado por nuestro escaso celo por el Evangelio y por
nuestro pecado.
Oh Jesús amado, oh Jesús buscado, revélanos tu rostro de luz
y de perdón! ¡Míranos, renuévanos, envíanos! Muchísimos jóvenes te esperan y, si no te ven, no podrán
vivir su vocación, no podrán vivir por ti y contigo, para renovar el mundo bajo
tu mirada, dirigida al Padre y, al mismo tiempo, a nuestra pobre
humanidad.
7. Amadísimos amigos, con creatividad siempre nueva,
inspirada por el Espíritu Santo en la oración, seguid llevando juntos la cruz
que os entregué hace veinte años. Los jóvenes de entonces han cambiado, como también yo
he cambiado, pero vuestro corazón, como el mío, tiene siempre sed de verdad,
de felicidad, de eternidad y, por tanto, es siempre joven. Esta tarde pongo
nuevamente mi confianza en vosotros, esperanza de la Iglesia y de la sociedad.
¡No tengáis miedo! Llevad por doquier, a tiempo y
a destiempo (cf. 2
Tm 4, 2), la fuerza de la cruz, para que todos, también gracias a
vosotros, puedan seguir viendo y creyendo en el Redentor del hombre. Amén.
(Encuentro
de Juan Pablo II con los jóvenes d ela Diócesis deRoma como preparación para la
XIX Jornada Mundial de la Juventud - jueves 1 de abril de 2004)