Lech Walesa (nacido en 1943) se dice que estuvo en prisión cientos de veces. El era ese sencillo electricista de los Astilleros Lenin de Gdansk que había rechazado repetidamente alistarse a la idea comunista que se le exigia seguir. Católico ferviente, padre de siete hijos, era miembro de la organización clandestina de trabajadores dedicados a la memoria de sus compañeros muertos por las fuerzas de seguridad diez años antes. Pero ante todo pertenecía a la clase y a la generación que mas fervientemente seguía la filosofía de no-claudicación sin violencia del nuevo Papa. Cuando comenzó la huelga en Gdansk, Walesa ni siquiera estaba presente. Pero pronto ese famoso salto por el fondo del astillero lo puso al mando del comité de huelga. Una escena sin precedentes. Una barricada de casi 20.000 trabajadores dentro de su propio lugar de trabajo. Miles de manifestantes fuera del edificio los apoyaban con flores e imágenes. Se llegó a permitir la entrada de un sacerdote para escuchar confesiones y celebrar la Misa, absoluta innovación dentro del bloque soviético. Llegaron todo tipo de asesores. Y los medios de todo el mundo observaban y aguardaban el desenlace de una situación al borde de la revolución. El grupo de Walesa llegó a un acuerdo sobre casi todos los temas puramente locales pero en los días críticos no levantaron la huelga hasta que todas las demás huelgas hubiesen alcanzado una solución satisfactoria.
(continuará)