(Entrevista
al obispo Demetrio Fernández González publicada por Zenit)
Monseñor
Fernández es uno de los últimos obispos nombrados por Juan Pablo II. Estudió en
los Seminarios de Toledo y Palencia y se doctoró en Roma en la Universidad
Pontificia Salesiana, bajo la dirección del profesor Angelo Amato, sdb y fue
secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe.En esta entrevista concedida a Zenit (año 2005) explica
algunos de los argumentos que ha afrontado en “Cristocentrismo de Juan Pablo II”,
titulo de su libro publicado por el Instituto Teológico de San Ildefonso de
Toledo (España)
Juan Pablo II es cristocentrico. ¿Qué quiere decir y que
lugar ocupan entonces el Padre y el Espíritu en su espiritualidad?
Monseñor Fernandez: El Papa
pone continuamente en el centro de todo su Magisterio la persona de Cristo, el
Verbo hecho carne. Le gusta citar con frecuencia este precioso texto conciliar:
«El misterio del hombre solo se ilumina a la luz del misterio del Verbo
encarnado. Porque, por su encarnación, el Hijo de Dios se ha unido de alguna
manera con cada hombre […]y ha desvelado el misterio del hombre al propio
hombre»(GS 22) Esta cita aparece miles de veces, directa o indirectamente, en
el Magisterio de Juan Pablo II. Puede decirse que es como el «tema musical» de
toda su doctrina, de donde parte y a donde vuelve continuamente.
La persona del Padre eterno aparece como el
origen de todo bien, es el Dios que nos revela Jesucristo como Padre, para
hacernos a nosotros hijos suyos. Es el Dios rico en misericordia, cuyo corazón
ha quedado abierto de par en par en el Corazón traspasado de Cristo en la Cruz,
donde Dios manifiesta un amor más grande que el pecado y que la muerte, un amor
a la medida de Dios, un amor de misericordia. Jesucristo es la imagen perfecta
de ese Dios invisible, que ha venido a buscar a los pecadores, como el buen
pastor busca su oveja perdida, dando la vida por ella. El Espíritu Santo es el
Don de amor, que el Padre y el Hijo se intercambian en el seno de la
Trinidad, y que ha sido derramado en
nuestros corazones, para que podamos clamar: Abba, Padre. Ese Espíritu ha
brotado a borbotones del costado de Cristo en la cruz, y brota continuamente de
Cristo resucitado par su Iglesia. El Espíritu santo es el que convence al mundo
de quien es Jesucristo, el Hijo de Dios, y hasta donde llega el amor
misericordioso de Dios para el hombre.
Este es el Papa que nos ha hablado de Cristo
con el ardor del apóstol Pablo. Ha recorrido todos los caminos del mundo para
llevar la buena noticia de Cristo, redentor del hombre. Ha sembrado la
esperanza en el corazón de muchos, disipando todo temor. «No tengáis miedo. Abrir
de par en par las puertas a Cristo»
Usted ha contado que usted se encontró en 1979 con el Papa y
le recomendó que fuera fiel a los Concilios de Nicea y Calcedonia. ¿Ha influido
en su vida esta sugerencia de Juan Pablo II?
Monseñor Fernández: Si, mucho.
En aquel momento en que Juan Pablo II comenzaba su ministerio como Papa, le vi preocupado
por la transmisión de la fe cristiana en su integridad y más concretamente por
la transmisión del misterio de Cristo, sin los reduccionismos de moda.
La fidelidad a Nicea (a 325) supone el anuncio
de que Jesucristo es Dios, sin atenuantes. Solo porque es Dios puede
divinizarnos en su obra redentora. Cualquier reducción en ese sentido, reduciría gravemente el don de
Dios a los hombres en Jesucristo. Y la
fidelidad a Calcedonia (a 453) supone afirmar plenamente la humanidad integra
de Cristo, la que ha tomado de Maria Virgen, la Madre de Dios, haciéndose semejante
en todo a nosotros, sin pecado.
En su libro usted argumenta que le pensamiento teológico del
Papa es fruto del Concilio vaticano II En cambio, en ocasiones se ha criticado
a este pontificado por no haber actualizado el Concilio. ¿Cómo se articulan las
dos cosas?
Monseñor Fernandez:
Monseñor Wojtyla fue uno de los artífices de «Gaudium et Spes», http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651207_gaudium-et-spes_sp.html la constitución
pastoral que marca la relación de la Iglesia con el mundo. Y todo el pontificado de Juan Pablo II está
marcado por esta orientación: su antropología cristocentrica, la colocación del
hombre en el centro de la cuestión social, sus gestos de acercamiento a todo
hombre, sea de la religión y de la ideología que sea, el trabajo a favor de la
paz, su doctrina sobre el matrimonio y la familia, la defensa de la vida en todas
sus etapas, el dialogo con la cultura contemporánea, etc.
La invitación continua a la santidad de todo
hombre, proponiéndonos ejemplos contemporáneos, e invitándonos a mirar a
Cristo, para partir de Cristo en todo camino que recorre la Iglesia. Estas,
entre otras, son orientaciones del Vaticano II, que Juan Pablo II ha desarrollado
en su ministerio de Sucesor de Pedro.
Háblenos de usted : nació en la localidad de nombre Puente
del Arzobispo. Intuyó alguna vez de pequeño que acabaría siendo obispo?
Monseñor Fernandez: No, en
absoluto. Mi pueblo fue fundado en 1383, por el arzobispo de Toledo don Pedro Tenorio,
que construyó un puente para los peregrinos a Guadalupe-Caceres, en la archidiócesis
de Toledo, y ha tenido siempre en el arzobispo de Toledo el referente de su
fundador. Desde niño pensé y me atrajo la idea de ser sacerdote, ser cura como el
cura de mi pueblo. Nunca pensé que
llegara a ser obispo.
Ha sido nombrado obispo hace poco: ¿Cuál cree que es el
denominador común de ls obispos que ha nombrado Juan Pablo II, si es que es
posible indicar una característica?
Monseñor Fernandez: No se
cuales han sido los criterios para la elección de obispos durante este
pontificado. Me supongo que habrán buscado candidatos que hayan tenido una rica
experiencia ministerial como sacerdotes, que vivan con gozo su ministerio, que sean
fieles al Magisterio en el campo doctrinal, que vivan en sus vidas el amor a la
Iglesia y promuevan la comunión eclesial donde se encuentren, y que sientan la pasión
de evangelizar, al estilo de San Pablo, hasta desgastar su vida por el
Evangelio. Testigos de Jesucristo, por una experiencia profunda de trato con el,
intentando vivir como vivió el.. Todo ello podría resumirse en una frase de
Juan Pablo II, que sean «sacerdotes de cuerpo entero. »
(de
Zenit - 7
de abril 2005)