miércoles, 23 de mayo de 2018
martes, 22 de mayo de 2018
El Magnificat de Maria : humildad y don
La
profunda fe de la Virgen en las palabras de Dios se refleja con nitidez en el
cántico del Magníficat: “Proclama mi
alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque
ha mirada la humillación de su esclava” (Lc l,46-48).
Con este
canto Maria muestra lo que constituyo el fundamento de su santidad: su profunda
humildad. Podríamos preguntarnos en que consistía esa humildad. A este
respecto, es muy significativa la “turbación” que le causó el saludo del ángel:
“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” (Lc l,28). Ante el misterio
de la gracia, ante la experiencia de una presencia particular de Dios que fijo
su mirada en ella, Maria experimenta un impulso natural de humildad
(literalmente de “humillación”). Es la reacción de la persona que tiene plena
conciencia de su pequeñez ante la grandeza de Dios. Maria se contempla en la
verdad a sí misma, a los demás y al mundo.
Su
pregunta: “¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc l,34)( fue ya un signo
de humildad. Acababa de oír que
concebiría y daría a luz un niño, el cual reinaría sobre el trono de David como
Hijo del altísimo. Desde luego, no comprendió plenamente el misterio de esa
disposición divina, pero percibió que significaba un cambio total en la
realidad de su vida. Sin embargo, no
pregunto: “¿Sera realmente así? ¿Debe suceder esto?” Dijo simplemente: “¿Cómo será eso?. Sin dudas ni reservas
aceptó la intervención divina que cambiaba su existencia. Su pregunta expresaba la humildad de la fe,
la disponibilidad da poner su vida al servicio del misterio divino, aunque no
comprendiera como debía suceder. Esa humildad
de espíritu, esa sumisión plena en la fe se expresó de modo especial en su fiat:
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc l,38).
Gracias a la humildad de Maria pudo cumplirse lo que cantaría después en el Magnificat: “Desde ahora me felicitaran
todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: su nombre
es santo (Lc 1,48-49).
A la profundidad
de la humildad corresponde la grandeza del don. El Poderoso realizó por ella
“grandes obras” )Lc l,49) y ella supo aceptarlas con gratitud y transmitirlas a
todas las generaciones de los creyentes. Este es el camino hacia el cielo que
siguió Maria, Madre del Salvador, precediendo en él a todos los santos y beatos
de la Iglesia.
(JuanPablo II Homilía Solemnidad de todos los Santos 1 de noviembre 2000)
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lunes, 21 de mayo de 2018
La vida es siempre un bien
« Llamados... a
reproducir la imagen de su Hijo » (Rm 8,
28-29): la gloria de Dios resplandece en el rostro del hombre
34.
La vida es siempre un bien. Esta es una intuición o, más bien, un dato de
experiencia, cuya razón profunda el hombre está llamado a comprender.
¿Por
qué la vida es un bien? La pregunta
recorre toda la Biblia, y ya desde sus primeras páginas encuentra una respuesta
eficaz y admirable. La vida que Dios da al hombre es original y diversa de la
de las demás criaturas vivientes, ya que el hombre, aunque proveniente del
polvo de la tierra (cf. Gn 2, 7; 3, 19; Jb 34,
15; Sal 103 102, 14; 104 103, 29), es manifestación de Dios en
el mundo, signo de su presencia, resplandor de su gloria (cf. Gn 1,
26-27; Sal 8, 6). Es lo que quiso acentuar también san Ireneo
de Lyon con su célebre definición: « el hombre que vive es la gloria de Dios ».23 Al
hombre se le ha dado una altísima dignidad, que tiene sus
raíces en el vínculo íntimo que lo une a su Creador: en el hombre se refleja la
realidad misma de Dios.
Lo
afirma el libro del Génesis en el primer relato de la creación, poniendo al
hombre en el vértice de la actividad creadora de Dios, como su culmen, al
término de un proceso que va desde el caos informe hasta la criatura más
perfecta. Toda la creación está ordenada al hombre y todo se somete a
él: « Henchid la tierra y sometedla; mandad... en todo animal que
serpea sobre la tierra » (1, 28), ordena Dios al hombre y a la mujer. Un
mensaje semejante aparece también en el otro relato de la creación: « Tomó,
pues, el Señor Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo
labrase y cuidase » (Gn 2, 15). Así se reafirma la primacía del
hombre sobre las cosas, las cuales están destinadas a él y confiadas a su
responsabilidad, mientras que por ningún motivo el hombre puede ser sometido a
sus semejantes y reducido al rango de cosa.
En
el relato bíblico, la distinción entre el hombre y las demás criaturas se
manifiesta sobre todo en el hecho de que sólo su creación se presenta como fruto
de una especial decisión por parte de Dios, de una deliberación que establece
un vínculo particular y específico con el Creador: « Hagamos
al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra » (Gn 1,
26). La vida que Dios ofrece al hombre es un don con
el que Dios comparte algo de sí mismo con la criatura.
Israel
se peguntará durante mucho tiempo sobre el sentido de este vínculo particular y
específico del hombre con Dios. También el libro del Eclesiástico reconoce que
Dios al crear a los hombres « los revistió de una fuerza como la suya, y los
hizo a su imagen » (17, 3). Con esto el autor sagrado manifiesta no sólo su
dominio sobre el mundo, sino también las facultades espirituales más
características del hombre, como la razón, el discernimiento del bien
y del mal, la voluntad libre: « De saber e inteligencia los llenó, les enseñó
el bien y el mal » (Si 17, 6). La capacidad de conocer la
verdad y la libertad son prerrogativas del hombre en cuanto creado a
imagen de su Creador, el Dios verdadero y justo (cf. Dt 32,
4). Sólo el hombre, entre todas las criaturas visibles, tiene « capacidad para
conocer y amar a su Creador ».24 La
vida que Dios da al hombre es mucho más que un existir en el tiempo. Es tensión
hacia una plenitud de vida, es germen de un existencia que supera los
mismos límites del tiempo: « Porque Dios creó al hombre para la
incorruptibilidad, le hizo imagen de su misma naturaleza » (Sb 2,
23).
(De la EnciclicaEvangelium Vitae del Papa Juan Pablo II)
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domingo, 20 de mayo de 2018
Oración al Espíritu Santo – Juan Pablo II
Espíritu Santo, dulce huésped del alma,
muéstranos el sentido profundo del gran jubileo
y prepara nuestro espíritu para celebrarlo con fe,
en la esperanza que no defrauda,
en la caridad que no espera recompensa.
Espíritu
de verdad, que conoces las profundidades de Dios,
memoria y profecía de la Iglesia,
dirige la humanidad para que reconozca en Jesús de Nazaret
el Señor de la gloria, el Salvador del mundo,
la culminación de la historia.
¡Ven,
Espíritu de amor y de paz!
Espíritu
creador, misterioso artífice del Reino,
guía la Iglesia con la fuerza de tus santos dones
para cruzar con valentía el umbral del nuevo milenio
y llevar a las generaciones venideras
la luz de la Palabra que salva.
Espíritu
de santidad, aliento divino que mueve el universo,
ven y renueva la faz de la tierra.
Suscita en los cristianos el deseo de la plena unidad,
para ser verdaderamente en el mundo signo e instrumento
de la íntima unión con Dios y de la unidad del género humano.
¡Ven,
Espíritu de amor y de paz!
Espíritu
de comunión, alma y sostén de la Iglesia,
haz que la riqueza de los carismas y ministerios
contribuya a la unidad del Cuerpo de Cristo,
y que los laicos, los consagrados y los ministros ordenados
colaboren juntos en la edificación del único reino de Dios.
Espíritu
de consuelo, fuente inagotable de gozo y de paz,
suscita solidaridad para con los necesitados,
da a los enfermos el aliento necesario,
infunde confianza y esperanza en los que sufren,
acrecienta en todos el compromiso por un mundo mejor.
¡Ven,
Espíritu de amor y de paz!
Espíritu
de sabiduría, que iluminas la mente y el corazón,
orienta el camino de la ciencia y de la técnica
al servicio de la vida, de la justicia y de la paz.
Haz fecundo el diálogo con los miembros de otras religiones,
y que las diversas culturas se abran a los valores del Evangelio.
Espíritu
de vida, por el cual el Verbo se hizo carne
en el seno de la Virgen, mujer del silencio y de la escucha,
haznos dóciles a las muestras de tu amor
y siempre dispuestos a acoger los signos de los tiempos
que tú pones en el curso de la historia.
¡Ven,
Espíritu de amor y de paz!
A
ti, Espíritu de amor,
junto con el Padre omnipotente
y el Hijo unigénito,
alabanza, honor y gloria
por los siglos de los siglos. Amén
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Espiritu Santo,
Oraciones
jueves, 17 de mayo de 2018
Acoger la semilla de la Palabra de Dios
“También
el alma, como la tierra buena, necesita un cuidado vigilante para dar fruto.
Hay que acoger en ella la semilla de la Palabra de Dios, enseñada por la
Iglesia: hay que regarla frecuentemente con los sacramentos que nos infunden la
gracia; hay que abonarla con el esfuerzo por practicar las virtudes cristianas;
hay que quitar las malas hierbas de las pasiones desviadas; y hay que compartir
sus frutos por el buen ejemplo y la propagación de la fe. No hay cultivo más
importante que éste ni que ofrezca fruto más seguro, un fruto que va hasta la
vida eterna.”
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Liturgia de la palabra
viernes, 11 de mayo de 2018
La Divina Misericordia en Juan Pablo II – tesis doctoral de Emilio Garcia Sanchez
Invito leer la tesis doctoral, con información completísima y valiosa, de Emilio García Sánchez, compuesta por los
siguientes capítulos:
Capitulo l. Antecedentes (Algunos modelos de
misericordia en la vida de Juan Pablo II y Escritos relacionados con la divina misericordia
anteriores al pontificado)
Capitulo 2. Presentación general de documentos
intervenciones y escritos durante el pontificado.
Capitulo 3. Análisis general del concepto de
misericordia en Juan Pablo II.
Presentada de esta manera:
“El trabajo aborda la cuestión de la misericordia
divina en el pontificado de Juan Pablo II. Se hace un estudio pormenorizado del
concepto misericordia en sus principales documentos, profundizando sobre todo
en la trilogía trinitaria de encíclicas (Redeptor hominis, Dives in
misericordia y Dominum et vivificantem). Entre estas, se presta especial
atención a la encíclica Dives in misericordia que de modo amplio ofrece una
reflexión monotemática sobre la misericordia, convirtiéndose en el documento
base para el análisis del concepto misericordia. Asimismo, se estudian las
aportaciones a la misericordia que aparecen en los escritos personales de Juan
Pablo II antes y después de ser nombrado papa. Por último se investiga en qué
modo ha influido la vida y los escritos de Santa Faustina Kowalska en la
reflexión y en la devoción de Juan Pablo II a la Divina Misericordia. Se pueden
extraer las siguientes conclusiones: una, que el tema de la misericordia ha
sido una verdad nuclear en el pensamiento de Juan Pablo II, quién a lo largo de su vida ha experimentado esa
misericordia a través del contacto con personas que han sido modelos de
misericordia. Dos, que la verdad de la misericordia se ha convertido en un
mensaje que el mundo de hoy necesita oir, y que ha de recordarse que la divina
misericordia difundida por Santa Faustina Kowalska, se ha visto reforzada
teológicamente por el magisterio de Juan Pablo II.”
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Divina Misericordia,
Emilio Garcia Sanchez
miércoles, 2 de mayo de 2018
Que no enmudezcan las lápidas
(foto de Auschwitz.Org.)
El 6 de febrero pasado
el presidente de Polonia firmo la ley que prohíbe culpar a Polonia por los crímenes cometidos durante el
Holocausto, una ley polémica y muy
criticada.
Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad dice que tanto el mal como el bien son un misterio y reconoce que Polonia misma tardo en darse cuenta de lo macabro del plan y Occidente no aceptaba creer en la exterminación de los judíos. He tenido la oportunidad – decía - de experimentar personalmente las «ideologías del mal». Es algo que nunca se borra de la memoria…. Lo que se podía ver en aquellos años era ya terrible. Pero muchos aspectos del nazismo no se veían en aquel período. No todos se daban cuenta de la verdadera magnitud del mal que se cernía sobre Europa, ni siquiera muchos de entre nosotros que estaban en el centro mismo de aquel torbellino. Vivíamos sumidos en una gran erupción del mal, y sólo gradualmente comenzamos a darnos cuenta de sus dimensiones reales.” Nadie niega, sin embargo y el mismo Karol Wojtyla/Juan Pablo II, hablaba de ello con inmenso dolor, el antisemitismo velado que existía tanto en Wadowice como - mas tarde - en su querida Cracovia. Ya durante sus años en Wadowice Karol Wojtyla había sido testigo, y sufrido con tristeza, el menosprecio y discriminación que sufrían sus amigos judios, incluso por parte de sus compañeritos de la primaria en Wadowice. Pero fue durante sus años en Cracovia que fue testigo del Holocausto mayor. En palabras sencillas y profundas decia “El estallido de la guerra cambió de modo radical la marcha de mi vida.” (Don y Misterio.) El nazismo no solo persiguió al pueblo judío, su fuerte objetivo secundario era destruir por completo la cultura polaca y el 6 de noviembre de 1939 fueron convocados engañados y deportados los respetables hombres de ciencia de la Universidad Jaguellonica llevándolos al campo de concentración de Sachsenhausen.
Juan Pablo II en su libro Memoria e Identidad dice que tanto el mal como el bien son un misterio y reconoce que Polonia misma tardo en darse cuenta de lo macabro del plan y Occidente no aceptaba creer en la exterminación de los judíos. He tenido la oportunidad – decía - de experimentar personalmente las «ideologías del mal». Es algo que nunca se borra de la memoria…. Lo que se podía ver en aquellos años era ya terrible. Pero muchos aspectos del nazismo no se veían en aquel período. No todos se daban cuenta de la verdadera magnitud del mal que se cernía sobre Europa, ni siquiera muchos de entre nosotros que estaban en el centro mismo de aquel torbellino. Vivíamos sumidos en una gran erupción del mal, y sólo gradualmente comenzamos a darnos cuenta de sus dimensiones reales.” Nadie niega, sin embargo y el mismo Karol Wojtyla/Juan Pablo II, hablaba de ello con inmenso dolor, el antisemitismo velado que existía tanto en Wadowice como - mas tarde - en su querida Cracovia. Ya durante sus años en Wadowice Karol Wojtyla había sido testigo, y sufrido con tristeza, el menosprecio y discriminación que sufrían sus amigos judios, incluso por parte de sus compañeritos de la primaria en Wadowice. Pero fue durante sus años en Cracovia que fue testigo del Holocausto mayor. En palabras sencillas y profundas decia “El estallido de la guerra cambió de modo radical la marcha de mi vida.” (Don y Misterio.) El nazismo no solo persiguió al pueblo judío, su fuerte objetivo secundario era destruir por completo la cultura polaca y el 6 de noviembre de 1939 fueron convocados engañados y deportados los respetables hombres de ciencia de la Universidad Jaguellonica llevándolos al campo de concentración de Sachsenhausen.
Debido a las protestas de
Israel, Polonia ha accedido, por ahora, a
debatir acerca de esta ley; afirman, sin embargo, que su implementación no ha
sido congelada.
Marta Suarez ha escrito en
detalle acerca de la finalidad de esta ley en su blog. Invito leer sus
comentarios. Son muchas las conjeturas que aquí nos
hacemos. Se trata de una nueva ola de antisemitismo? Exceso de “polonismo”? Temor
al pueblo judío? Porque? si según datos que contamos, en Polonia actualmente viven tan solo unos
10.000 judios. (Sin embargo la comunidad judía internacional ya ha levantado su
voz) Temor a su propia gente y su
conciencia? Señal de fortaleza o signo
de debilidad?
Si hurgamos un poco en
la historia los judíos llegaron a la actual Polonia durante el siglo X/XI pero no les fue dado celebrar en paz el milenio en la tierra adonde habían sido acogidos,
donde habían prosperado y gozado de cierto prestigio, mayormente por sus habilidades comerciales,
que no todos valoraban por temor a la competencia. Aparentemente los comerciantes judíos
habían visitado los territorios habitados por polacos antes de la fundación de
su Estado a finales del siglo X, atravesando las rutas de comercio que
les conducían desde Europa Occidental, a través de la actual Ucrania, para
llegar hasta Bizancio y los países musulmanes. Sus primeros asentamientos
permanentes datan del siglo XI: en esa fecha se establecen las primeras
comunidades judías en Cracovia y otras ciudades. De hecho desde la fundación del reino de
Polonia en 1025 y hasta la unión polaco lituana Polonia fue uno de los países más
tolerantes de Europa convirtiéndose en el hogar de los judíos más grande y
vibrante del mundo, de alguna manera “un paraíso judío”. Polonia ofreció a los
judíos refugio ante las persecuciones que estaban sufriendo en Europa
Occidental en la época de las cruzadas medievales de los siglos XI –XIII y ante
la epidemia de la peste bubónica de mediados del siglo XIV, llamada la Muerte
Negra. Los reyes y los príncipes polacos protegieron a los colonos judíos, a
quienes garantizaron libertad de culto y el derecho a desarrollar
actividades económicas. Sin embargo la tolerancia empezó a mermar después de la
partición de Polonia en 1795. El asesinato del Zar produciría una escalada de oleadas antijudías
(pogromos) entre 1881 y 1884 y más sangrientos otras entre 1903
y 1906. Se calcula que hasta finales de
la década de los años 1920 más de dos millones de judíos abandonaron la zona
entonces compartida por países bajo el dominio de Rusia. Según un censo nacional de 1931 habia en Polonia mas de 3 millones de
personas que declaraban el judaísmo como su religión. (un 10% de la población) Cuando Polonia recobro su
independencia poco antes de la II guerra mundial habitaban en Polonia algo más
de 3 millones de judíos (10% de la población) Aproximadamente el 90% de los
judíos polacos fueron asesinados por los nazis durante el Holocausto, unos
200.000 lograron emigrar a Israel. Ahora que Polonia cumplirá los 100 años de su
independencia (en noviembre) la
comunidad judía actualmente allí ronda en tan solo unos 10.000 personas
concentradas mayormente en Varsovia.
No
es dificil imaginar la carga de emoción y significado que embargarían al Papa
polaco cuando el 7 de junio de 1979 en su primervisita como Sumo Pontífice a su querida patria, visitaba conmovido el campo de
exterminio de Auschwitz, Birkenau esa «cuenta con la conciencia de la humanidad», ese “lugar del terrible
estrago, que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas
naciones” la «Gólgota del mundo contemporáneo».
Considero que la tragedia ocurrida en tierra polaca y no solo la causada al pueblo judío sino también a otras nacionalidades y al pueblo polaco mismo, es demasiado tremenda y pesada su carga, para ser siquiera tocada por una simple ley que pretende evitar que se hable de culpas.
Puede un escrito querer olvidar o borrar tanta tragedia, aquel testimonio en las más diversas lenguas: polaco, inglés, búlgaro,
cíngaro, checo, danés, francés, griego, hebreo, yidis, español, flamenco,
serbo-croata, alemán, noruego, ruso, rumano, húngaro, italiano…. “En particular, me detengo junto con vosotros, queridos
participantes de este encuentro, ante la lápida con la inscripción en lengua
hebrea. Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo, cuyos hijos e hijas
estaban destinados al exterminio total. Este pueblo tiene su origen en Abrahán,
que es padre de nuestra fe (cf. Rom 4, 12), como dijo Pablo de Tarso.
Precisamente este pueblo, que ha recibido de Dios el mandamiento de "no
matar", ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa
matar. A nadie le es lícito pasar delante de esta lápida con indiferencia…. Finalmente,
la última lapida: la que está en lengua polaca. Son seis millones de polacos
los que perdieron la vida durante la segunda guerra mundial: la quinta parte de
la nación. Una etapa más de las luchas seculares de esta nación, de mi nación,
por sus derechos fundamentales entre los pueblos de Europa. Un nuevo alto grito
por el derecho a un puesto propio en el mapa de Europa. Una dolorosa cuenta con
la conciencia de la humanidad.” (JuanPablo II 7 de junio de 1979)
Esta
proyectada ley de la nación polaca pretende a la larga hacer enmudecer aquellas
lápidas por temor a ser culpados? Seria un quiebre en la historia, en esa parte cruel
de la historia ensamblada de tragedias demasiado pesadas para que cargue con
ellas una sola nación. Tragedias que indudablemente, y para siempre, formarán parte de la historia.
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