Una
vision adelantada a su tiempo.
Las
mayores dificultades en el dialogo ecuménico occidental ya se habían dado antes
que UtUnum Sint se
firmara. El 4 de abril de 1995, el Secretario General del Congreso
Mundial de Iglesias Dr. Konrad Raiser, dio una conferencia en el Centro Pro
Unione de Roma, proponiendo lo que el llamo un “cambio
paradigmático” en ecumenismo. Finalizando el segundo milenio, “un apartheid de
hecho entre ricos y pobres” y”una degradación progresiva de toda la ecoesfera”
requerían de un “urgente reordenamiento de la agenda ecuménica.” Era
hora, argumentaba Raiser de “dar vuelta la página sobre esfuerzos
pasados y concentrar todas nuestras energías en enfocarlas a temas del presente
y futuro a la luz de la Palabra de Cristo”. Ese era el imperativo ecuménico
contemporáneo.
El
movimiento ecuménico tal concebido a partir de la Conferencia Misional de
Edinburgo en 1910 –reunificación de los cristianos sobre las bases
de una doctrina y practica consensuada – había llegado a su fin según el lider
del Consejo Mundial de Iglesias, heredero insitucional dela iniciativa de
1910. Lo que importaba eran las políticas ideológicas. La
lucha contra el calentamiento global era para las Iglesias más
importante que los debates acerca de nuestra visión ante Dios: la
redistribución de ingresos resulto ser un tema cristiano más importante que la
celebración de la Cena del Señor juntos. En la medida en que e reflejaba un
sentimiento generalizado dentro de las autoridades representadas en el Consejo
Mundial de Iglesias, la conferencia de
Konrad Raiser en Roma podría ser vista en el futuro como el fin del viejo
ecumenismo. El movimiento ecuménico presentado en Ut Unum Sint era entonces el único movimiento ecuménico global
que aún perseguía el objetivo original.
Un
mes después de la publicación de Ut
Unum Sint el patriarca ecuménico Bartolomé visitó Roma para la fiesta
de San Pedro y San Pablo el 29 de junio y participó de la Misa solemne
celebrada por el Papa en el altar papal en la Basílica de San Pedro. Durante la
liturgia de la Palabra, Bartolomé y Juan Pablo II, sentados uno al lado del otro, en sendas sillas presidenciales frente al
altar. El Evangelio se canto en Latín y en Griego y ambos presentaron sus
homilías… en el Evangelio de Lucas Juan Pablo II le
recordó a Bartolomé que la misión de los primeros discípulos se centraba en
estos términos: “El los envió de dos en dos “ (Lucas 10.,1)
No
presentaba un mensaje el texto? No sugería que “Cristo también los enviaba de
dos en dos como mensajeros del Evangelio al Este y al Oeste? “No
podemos permanecer separados” insistió el Papa.
El
Patriarca Bartolomé no respondió directamente a este requerimiento audaz. Su
homilía sugería que no estaba preparado para comprometerse públicamente a la
proposición de que se trataba de meras cuestiones de jurisdicciones las que
separaban a los ortodoxos y a la “vieja Roma” como
proponía Ut Unum Sint. Ladeclaración conjunta firmada por el Papa y el Patriarca Ecumenico la tarde del29 de Junio decía
que “un testimonio común de fe” era “particularmente apropiado en las vísperas
del tercer milenio”. Pero su declaración que el Gran Jubileo seria
celebrado como “nuestro peregrinar hacia una real unidad” parecía señalar que
la visión de Juan Pablo II para el milenio de Este y Oeste reunificados no
llegaría a cumplirse según sus tiempos.
Sin
embargo los testimonios y actos simbólicos de reconciliación continuaron
avanzando en la agenda ecuménica de Juan Pablo II. El Viernes Santo el camino
de la cruz celebrado por el Papa en el Coliseo de Roma fue un nuevo
acto ecuménico a mediados de los 1990. Las meditaciones para cada estación del
Via Crucis de 1994 fueron preparadas por el Patriarca ecuménico. Las
meditaciones de 1995 fueron escritas por la Hermana Minke de Vries, priora de
las Hermanas de Grandchamp, una comunidad de monjas reformistas de la tradición
calvinista. Y en 1997 las meditaciones fueron preparadas por Karekin I
Sarkissian, Catolicos de todos los armenios y líder del la Iglesia Apostólica
Armenia, con quien el Papa firmo una Declaración cristológica conjunta en
diciembre de 1996. .
Juan
Pablo II trato por todos los medios de zanjar las animosidades
religiosas que databan de siglos con Europa del Este. Pero no todo
se daba como hubiera planeado. Los planes para la canonización de Jan
Sarkander, un mártir católico durante las guerras religiosas de comienzos del
siglo 17 en Moravia, encontraron fuerte resistencia por parte de los
protestantes checos. Los líderes protestantes le enviaron cartas en duros
términos al Papa y al cardenal Cassidy argumentando
que Jan Sarkander habría querido influir a la fuerza en aéreas
protestantes. Tanto Juan Pablo II como Cassidy demostraron, tras exhaustiva investigación, que Sarikander nunca había estado envuelto en
violencias contra los protestantes, y que su canonización se realizaba en honor
a su fiel dedicación sacerdotal, que le costó la vida.
La
situación se mantuvo volátil hasta que Juan Pablo II llegara a la
Republica Checa el 20 de mayo. En la ceremonia de bienvenida, hizo llegar un
especial saludo a sus amados hermanos en Cristo, los representantes de las
distintas iglesias y comunidades cristianas y subrayó que había venido a Bohemia
y Moravia como “peregrino de paz y amor” Aquella tarde hablando a
los jóvenes en el santuario mariano de Svatý Kopeček les dijo que el martirio de Sarkander “tiene una
extraordinaria elocuencia ecuménica” hablándoles a los cristianos separados de
su mutua “responsabilidad por el pecado de la división” y de la importancia de
la oración por el perdón de los pecados. “Sin dudas estamos en deuda unos con
otros”, concluyó, reconociendo que el endeudamiento era el comienzo de la
reconciliación. Durante toda su peregrinación a Bohemia y Moravia, el Papa
pidió perdón por los errores de los católicos habían cometido en la historia de
las tierras checas y perdonó a los protestantes por el daño que le habían hecho
a los católicos. Dos meses más tarde, en una peregrinación a Eslovaquia
durante la cual canonizó a tres sacerdotes martirizados durante las guerras
religiosas Juan Pablo II incluyo en su itinerario el 2 de julio una
visita al monumento en Košiče, para honrar a los calvinistas martirizados en
1687, debido a su rechazo en convertirse al catolicismo por la fuerza.
Para
1997 fue resuelta una situación embarazosa y difícil gracias al esfuerzo
de Juan Pablo II y al líder local de Praga el Cardenal Miloslaw Vlk, quien
había alabado públicamente el testimonio cristiano del reformador y héroe
nacional checo Jan Hus, quemado en la hoguera por los católicos en 1415. Cuando
el Papa regreso a la Republica Checa en abril de 1997,uno de los herederos de
Hus, Pavel Czerny, líder de los Hermanos bohemios de la iglesia evangélica,
participo con Juan Pablo II en un servicio ecuménico en la catedral de San Vito
en Praga, conmemorando el milenio del martirio de San Adalberto, primer
evangelista de Bohemia. En una ceremonia el 27 de abril el Papa reconoció
el testimonio común a Cristo de protestantes y católicos bajo la
persecución comunista. En esos testimonios, dijo encontramos el coraje
para perdonar y derribar “las barreras de la
sospecha y de la desconfianza recíprocas, para edificar la nueva civilización
del amor” en la nueva democracia checa.
El
dialogo de anglicanos y católicos romanos continúo demostrando que era mas fácil
romper las barreras de prejuicios de siglos que atravesar acuerdos teológicos.
Cuando el arzobispo de Canterbury, George Carey, llego al Vaticano en Diciembre
de 1996, Juan Pablo II admitió, en
observaciones al arzobispo y a su entorno, que “los pasos a dar quizás no estén del todo
claros para nosotros”. Si bien, continuó, “estamos aquí para
comprometernos a seguir intentándolo”. Luego invito a sus hermanos y
hermanas de comunión anglicana a reflexionar sobre los motivos y razones de las
posiciones expresadas. Ordinatio sacerdotalis fue una de esas “posiciones”
como así también la invitación de pensar en el ejercicio de una primacía papal
que pudieran aceptar los anglicanos. Juan Pablo II evidentemente asumió que la
invitación no había sido respondida muy satisfactoriamente.
El estancamiento en el dialogo anglicano católico romano, la
inhabilidad ortodoxa de responder con una única voz a los constantes
pedidos de Juan Pablo II por la reconciliación del milenio y el abandono del
ecumenismo fundado teológicamente que pregonaba Konrad Raiser en su
conferencia de 1995 – hechos concretos de la vida ecuménica de los
1990 – agregados a la probabilidad que pocos católicos habían
internalizado la visión del catolicismo ecuménico de Lumen Genitim que comprometía a todos, evidenciaba que Ut unum sint expresaba una visión
adelantada a su tiempo, una visión a largo plazo en la historia. Juan
Pablo II reconocía que quizás habría algo de romanticismo en
el inmediato post conciliar acerca de las posibilidades de una
reconciliación eclesial pronta y completa dentro de Occidente y entre Este y
Oeste. .Pero Ut Unum Sint
pide a los católicos romanos perseguir ese objetivo fiel y concienzudamente, en la convicción que esto es lo que Cristo
desea para su Iglesia. No será un camino fácil. Juan Pablo II insistió que
debe continuarse.
(George Weigel: Witness of Hope, del capitulo 19 Only
One World – A visión ahead of its time)