En la Audiencia general del 16 de octubre de 2002 el Santo Padre Juan Pablo II anunciaba la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae dedicada a la oración del Rosario y a su meditación, y proclamaba el "Año del Rosario" desde octubre de 2002 hasta octubre de 2003. Aclaraba que lo hacia por varios motivos, no solo porque era el vigésimo quinto año de su pontificado, “sino también porque se celebra el 120° aniversario de la encíclica Supremi apostolatus officio, con la que, el 1 de septiembre de 1883, mi venerado predecesor el Papa León XIII comenzó la publicación de una serie de documentos dedicados precisamente al Rosario. Hay, asimismo, otra razón: en la historia de los grandes jubileos existía la buena costumbre de que, después del Año jubilar dedicado a Cristo y a la obra de la Redención, se convocaba uno en honor de María, para implorar de ella la ayuda con el fin de hacer que fructificaran las gracias recibidas.”
También anunciaba que en la carta apostólica proponía añadir otros cinco misterios que habia llamado "misterios de la luz" y que “comprenden la vida publica del Salvador, desde el bautismo en el Jordán hasta el inicio de la Pasión” En la carta nos presente su experiencia personal, y es una guia en el rezo y la meditacion del Rosario.
“El Rosario - decía el Santo Padre - aunque se distingue por su carácter
mariano, es una oración centrada en la cristología. En la sobriedad de sus
partes, concentra en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual
es como un compendio.[2] En él resuena la
oración de María, su perenne Magnificat por
la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo
cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a
experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente
obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre
del Redentor”
En la carta apostólica el Santo Padre nos confìa : “Esta oración ha tenido un
puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes.... me ha
acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado
tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo. Hace veinticuatro
años, el 29 de octubre de 1978, dos semanas después de la elección a la Sede de
Pedro, como abriendo mi alma, me expresé así: «El Rosario es mi oración
predilecta. ¡Plegaria maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su
profundidad. [...] Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, un
comentario-oración sobre el capítulo final de la Constitución Lumen gentium del Vaticano II, capítulo
que trata de la presencia admirable de la Madre de Dios en el misterio de
Cristo y de la Iglesia.”
Invito visitar:
Documentos de los Pontífices sobre el Santo Rosario
Maria en los Misterios gloriosos – catequesis de Juan
Pablo
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