El misterio del corazón, se abre a través de las heridas del cuerpo; se abre el gran misterio de la piedad, se abren las entrañas de misericordia de nuestro Dios (San Bernardo, Sermo 61, 4; PL 183, 1072).
Cristo dice en la liturgia
del viernes: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón" (Mt 11,
29).
Quizá una sola vez el Señor
Jesús nos ha llamado con sus palabras al propio corazón. Y ha puesto de relieve
este único rasgo: "mansedumbre y humildad". Como si quisiera decir
que sólo por este camino quiere conquistar al hombre; que quiere ser el Rey de
los corazones mediante "la mansedumbre y la humildad". Todo el
misterio de su reinado está expresado en estas palabras. La mansedumbre y
la humildad encubren, en cierto sentido, toda la
"riqueza" del Corazón del Redentor, sobre la que escribió San Pablo a
los efesios. Pero también esa "mansedumbre y humildad" lo
desvelan plenamente; y nos permiten conocerlo y aceptarlo mejor; lo hacen
objeto de suprema admiración.
Las hermosas letanías del
Sagrado Corazón de Jesús están compuestas por muchas palabras semejantes, más
aún, por las exclamaciones de admiración ante la riqueza del Corazón de Cristo.
Meditémoslas con atención.
Así, al final de este
fundamental ciclo litúrgico de la Iglesia, que comenzó con el primer domingo de
Adviento, y ha pasado por el tiempo de Navidad, luego por el de la Cuaresma, de
la Resurrección hasta Pentecostés, domingo de la Santísima Trinidad y Corpus
Christi, se presenta discretamente la fiesta del Corazón divino, del
Sagrado Corazón de Jesús. Todo este ciclo se encierra definitivamente en Él; en
el Corazón del Dios-Hombre. De Él también irradia cada año toda la vida de la
Iglesia.
El proximo viernes celebramos la
festividad del Sagrado Corazón de Jesús, fecha singular en este mes de junio,
particularmente consagrado a la devoción al Corazón de Jesús, al misterio
profundo del amor de Dios que se nos revela en el Corazón de Cristo abierto por
la lanza, como nos recuerda el Evangelio.
El corazón es un símbolo, que
nos habla del interior, de lo espiritual del hombre. En el Corazón de Cristo se
nos muestra el misterio de amor de aquel Hombre crucificado que era a la vez
Hijo de Dios. Es el misterio de ese Cristo que habita en nuestros corazones
mediante la fe. De El San Pablo nos desea que podarnos comprender "cuál es
la anchura, la longura, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de
Cristo, que supera toda ciencia...".
El costado abierto de Cristo
es una llamada, una invitación: "Aprended de mí que soy manso y humilde de
corazón". Ello equivale a una llamada a descubrir todas las riquezas
encerradas en el Corazón del Redentor. Esas riquezas que se nos muestran en las
letanías del Sagrado Corazón de Jesús. Meditémoslas. Así podremos encontrar, en
ese Divino Corazón, el compendio del ciclo litúrgico y el raudal de gracia que
brota de esa "fuente de vida y de santidad".
Este Corazón es "fuente
de vida y de santidad".
(de
la Audiencia General del Papa Juan PabloII del 20 de junio de 1979)
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