(imagen Wikimedia)
“….Este momento decisivo
en la historia de la salvación es precisamente la "Inmaculada
Concepción". Dios en su amor eterno eligió desde la eternidad al hombre:
lo eligió en su Hijo. Dios eligió al hombre para que pueda alcanzar la plenitud
del bien, mediante la participación en su misma vida: Vida divina, a través de
la gracia. Lo eligió desde la eternidad, e irreversiblemente. Ni el pecado
original, ni toda la historia de culpas personales y de pecados sociales han
podido disuadir al Eterno Padre de este plan de amor. No han podido anular la
elección de nosotros en el Hijo, Verbo consustancial al Padre. Porque esta
elección debía tomar forma en la Encarnación y porque el Hijo de Dios debía
hacerse hombre por nuestra salvación; precisamente por eso el Padre Eterno
eligió para El, entre los hombres, a su Madre. Cada uno de nosotros es hombre
por ser concebido y nacer del seno materno. El Padre Eterno eligió el mismo
camino para la humanidad de su Hijo Eterno. Eligió a su Madre del pueblo al
que, desde siglos, había confiado particularmente sus misterios y promesas. La
eligió de la estirpe de David y al mismo tiempo de toda la humanidad. La eligió
de estirpe real y a la vez de entre la gente pobre.
La
eligió desde el principio, desde el primer momento de su concepción, haciéndola
digna de la maternidad divina, a la que sería llamada en el tiempo establecido.
La hizo la primera heredera de la santidad de su propio Hijo. La primera entre
los redimidos con su Sangre, recibida de Ella, humanamente hablando. La hizo
inmaculada en el momento mismo de la concepción.
La
Iglesia entera contempla hoy el misterio de la Inmaculada Concepción y se
alegra en él. Este es un día singular en el tiempo de Adviento.”
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