“El hombre es un ser que
busca. Toda su historia lo confirma. También la vida de cada uno de nosotros lo
atestigua. Muchos son los campos en que el hombre busca e investiga y luego
encuentra, y a veces, después de haber encontrado, comienza de nuevo a buscar.
Entre todos estos campos en que el hombre se revela como un ser que
busca, hay uno, el más profundo. Es el que entra más íntimamente en la
humanidad misma del ser humano. Y es el más vinculado al sentido de toda la
vida humana.
El
hombre es el ser que busca a Dios.
Varios
son los senderos de esta búsqueda. Múltiples son las historias del alma humana
precisamente en esos caminos. A veces las vías parecen muy sencillas y
próximas. Otras veces son difíciles, complicadas, alejadas. Unas veces el
hombre llega fácilmente a su “¡eureka!”, ¡he encontrado! Otras
veces lucha con dificultades como si no pudiera penetrar en sí mismo ni en el
mundo y, sobre todo, como si no pudiese comprender el mal que hay en el mundo.
Es sabido que incluso en el contexto de la Navidad este mal ha hecho ver su
rostro amenazador.
No
son pocos los hombres que han descrito su búsqueda de Dios por los caminos de
la propia vida. Son aún más numerosos los que callan considerando como su
misterio más profundo y más íntimo todo lo que han vivido en esos caminos: lo
que han experimentado, cómo han buscado, cómo han perdido la orientación y cómo
la han encontrado de nuevo.
El
hombre es el ser que busca a Dios.
Y
hasta después de haberlo encontrado, sigue buscándolo. Y si lo busca
sinceramente, lo ha encontrado ya; como dice Jesús al hombre en un célebre paso
de Pascal: “Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado” (B.
Pascal, Pensées, 553: Le mystère de Jésus).
Esta
es la verdad sobre el hombre.
(Juan Pablo II –
audiencia general 27 de diciembre de 1978)
No hay comentarios:
Publicar un comentario