En
mis frecuentes visitas a las parroquias suelo comenzar o finalizar mi visita ante la imagen de Nuestra Señora de
Jasna Gora. Hablo como obispo, pues para un obispo una parroquia es como su
casa, al igual que para el párroco. Pero en esta parroquia quiero hablarles no como obispo sino como parroquiano.
Tan profundos son los lazos creados entre nosotros en el pasado. Por eso - y de
modo muy particular – quiero hoy hablar
ante ustedes como parroquiano.
Ustedes saben que si bien nunca viví aquí, he trabajado aquí. Esa
enorme fábrica de productos químicos sobre la cual les ha hablado el padre párroco, fue mi lugar de
trabajo durante los cuatro años de la ocupación. Y durante esos cuatro años fue
justamente aquí que nació mi vocación sacerdotal. Por eso mis lazos tan especiales con esta parroquia. Mi vocación comenzó a formarse mientras
trabajaba en la cantera de piedra y terminó de madurar en esta fábrica de soda,
en el predio donde se encuentra esta iglesia.
Digo “esta iglesia” pero pienso en aquella otra que ya no existe y que vuestros hijos seguramente no podrán
recordar. Era una vieja capilla de
madera, prácticamente una barraca, que servía como casa de Dios, antes que se
terminara de construir esta hermosa, moderna y grande iglesia. Como parroquiano hoy deseo saludar a Maria
Santisima y deseo agradecerle como
vuestro obispo por la gracia sacerdotal que maduró justamente en esta
parroquia.
Estos
son los profundos lazos que me unen a ustedes. Estos lazos también me unen para
siempre con nuestra Madre Santísima. Siempre que paso cerca de esta fabrica, especialmente cuando paso cerca de la Sala de calderas recuerdo el curso y los momentos
decisivos de mi vida. A menudo veo ante mis ojos un pequeño librito de tapas
celestes. Cuando era operario de Solvay lo llevaba siempre conmigo, junto al
pedazo de pan, para el turno de la tarde o de la noche. Durante el turno de
mañana era más difícil encontrar un momento para leer. El librito se titulaba Tratado sobre la devoción a la Santísima Virgen Maria. El autor
era - en aquellos tiempos era beato y fue elevado a los altares como santo - Ludovico Maria Grignon di Monfort. Permítanme mencionarlo el dia que Nuestra
señora inicia su peregrinación en visita a vuestra parroquia.
Aquel
pequeño librito de tapas celestes parecía un librito de Misa, y me sirvió de
lectura durante muchos días y semanas. No solo lo leía entonces, aún lo conservo.
Lo leía, en realidad desde el comienzo al final y lo volvia a empezar. De este
librito he aprendido la devoción a Nuestra Señora. Ya traía
yo esa devoción de niño, después como
escolar, finalmente como universitario. Pero el verdadero sentido y la
profundidad de esta devoción me lo ha enseñado este librito leído durante los
turnos de trabajo, en esta fábrica de soda.
Lo he leído tantas veces que tanto por fuera como por dentro estaba
impregnado de soda. Recuerdo muy bien aquellas manchas de soda porque
justamente esas manchas son con una parte importante de toda mi vida interior. Quería
recordarles esto hoy. Les recuerdo este hecho, carísimos hermanos y hermanas,
pero ante todo quería recordarte a ti, Madre santísima de cuando venia aquí a la parroquia de Borek Falecki parroquia a la cual debo mi vocación, durante esa particular experiencia de trabajo manual.
Recordándolo quiero agradecértelo Madre Santísima. Deseo además aparte de mi testimonio personal representar el testimonio de toda la comunidad.
Por eso, Madre Santísima ven a nosotros, que te acogemos en espíritu de perfecta
devoción, de completa confianza en ti. Hemos puesto en tus manos nuestro
pasado. Hemos
puesto en tus manos nuestro pasado una memorable tarde de aniversario del
milenio de la conversión de Polonia, cuando nos visitaste en tu imagen errante.
Has estado en la Catedral de Wawel y después en la procesión de Wawel a Skalka
y después nuevamente de Skalka a Wawel,
allí en la pared de la capilla de Segismundo. A tu alrededor se
encontraban centenares de miles, tus fieles, confesores de Cristo en esta
maravillosa capital polaca. Recuerdo en aquel tiempo ante tu imagen pusimos en
tus manos todo nuestro pasado. Yo he puesto en tus manos todo nuestro pasado y he
aprendido a ser tu devoto justamente aquí en Borek Falecki. Ahora que Maria, carísimos, sin su imagen, se encuentra entre nosotros (1), se eleva aun más la
fuerza de nuestra fe. Y además se confirma nuestro acercamiento a la Santa
Virgen. La ausencia de su imagen llena nuestros ánimos de desilusiones viendo como se violan nuestros sentimientos
religiosos. No obstante en esta parroquia queremos confiarte, Madre de Cristo,
todo nuestro futuro. Lo hacemos con todo nuestro esmero, parroquia por parroquia, familia por familia,
en especial porque queremos formar una base solida para el futuro de nuestro pueblo, para el futuro de la
Iglesia de Cristo en nuestra nación.
Esta base solida la encontramos en la más completa devoción a a ti,
Madre de Cristo, Virgen Santísima porque es profunda nuestra veneración,
nuestro amor a ti. Un poeta polaco J. Lechon,
dijo.« Porque aun aquel que en nada cree, cree en ti» Nuestra fe es la base sobre la cual
construimos y a la cual confiamos nuestro futuro. Te confiamos aquellos que vendrán después de
nosotros, para que gocen de unidad de espíritu con nosotros, para que este
espíritu no se apague jamás; para que sientan dentro de si al Espíritu Santo
cuya esposa eres.
Nos
volvemos a ti, Madre santísima, esposa del Espíritu Santo, para que tu
solicites y obtengas que el Espiritu Santo sea el Espíritu de nuestra juventud,
de nuestros ancianos, de nuestros esposos, de nuestras familias; para que sea
el Espíritu de nuestro trabajo, nuestras fabricas, nuestros campos y nuestras
casas. Ora por nosotros y obtiene para nosotros el Espíritu Santo cuya esposa
eres, o Madre de la divina gracia, Reina de Polonia, Sostén de los fieles,
Madre nuestra de Jasna Gora. Ruega por
nosotros y guíanos. En tus manos está todo nuestro pasado, y en tus manos, todo
nuestro futuro.
(1)
En
1966 la imagen en peregrinación es confiscada y enviada al Santuario de Jasna
Gora, pero los fieles polacos siguen con las peregrinaciones con tan solo el marco del cuadro por toda Polonia.
(Homilia del Obispo Karol Wojtyla en Borek Falecki 8 de noviembre de 1968)
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