(imagen de Wikipedia)
María fue elevada al cielo en cuerpo y
alma: en Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para
nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y
la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo
dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros:
"He aquí a tu madre". En el cielo tenemos una madre. El cielo está
abierto; el cielo tiene un corazón.
[…]
María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria
del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está
alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios,
está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía
estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros,
más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta
cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de
nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede
ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" -así
lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos
escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo,
participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra
vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.
(Benedicto XVI – Homilía en la Solemnidad de la Asunción dela Santisima Virgen Maria, Parroquia Pontificia de Santo Tomás de Villanueva,
Castelgandolfo, 15 de agosto de 2005
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