El evento jubilar mariano del Año de la Misericordia comenzado ayer 7 de octubre con la Solemne
Celebración Eucarística en la Basílica de Santa María la Mayor culminará el próximo domingo, con la Santa Misa presidida por el Santo Padre en
la Plaza de San Pedro.
“Por muchos aspectos – decía el Santo Padre en su homilía - ,
la oración del Rosario es la síntesis de la historia de la misericordia de Dios
que se transforma en historia de salvación para quienes se dejan plasmar por la
gracia. Los misterios que contemplamos son gestos concretos en los que se desarrolla
la actuación de Dios para con nosotros. Por medio de la plegaria y de la
meditación de la vida de Jesucristo, volvemos a ver su rostro misericordioso
que sale al encuentro de todos en las diversas necesidades de la vida. María
nos acompaña en este camino, indicando al Hijo que irradia la misericordia
misma del Padre. Ella es en verdad la Odigitria, la Madre que muestra el camino
que estamos llamados a recorrer para ser verdaderos discípulos de Jesús. En
cada misterio del Rosario la sentimos cercana a nosotros y la contemplamos como
la primera discípula de su Hijo, la que cumple la voluntad del Padre (cf. Mc
3,31-35; Mt 12,46-50; Lc 8,19-21)
La
oración del Rosario no nos aleja de las preocupaciones de la vida; por el
contrario, nos pide encarnarnos en la historia de todos los días para saber
reconocer en medio de nosotros los signos de la presencia de Cristo. Cada vez
que contemplamos un momento, un misterio de la vida de Cristo, estamos
invitados a comprender de qué modo Dios entra en nuestra vida, para luego
acogerlo y seguirlo. Descubrimos así el camino que nos lleva a seguir a Cristo
en el servicio a los hermanos. Cuando acogemos y asimilamos dentro de nosotros
algunos acontecimientos destacados de la vida de Jesús, participamos de su obra
de evangelización para que el Reino de Dios crezca y se difunda en el mundo.
Somos discípulos, pero también somos misioneros y portadores de Cristo allí
donde él nos pide estar presentes. Por tanto, no podemos encerrar el don de su
presencia dentro de nosotros. Por el contrario, estamos llamados a hacer
partícipes a todos de su amor, su ternura, su bondad y su misericordia. Es la
alegría del compartir que no se detiene ante nada, porque conlleva un anuncio
de liberación y de salvación.
(Papa Francisco leer texto de la homilía completa en Radio
Vaticana)
Librito de la Santa Misa que será celebrada por el
Santo Padre Francisco mañana domingo 10 de octubre
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