“…el
sacerdote llama a Maria su Madre, comprendiendo en esta palabra la relación completa
de un hijo adulto. Debe comprender que representa tal Maternidad, y pronunciar esta palabra con absoluto convencimiento
interior. Esta concordancia interior de
la relación del sacerdote con la Madre de Jesucristo, quien a partir del
Calvario se convirtió en la Madre de todos los hombres, se expresa en los siguientes principios:
1.
Puesto que el Único Hijo de Dios es el objeto
especifico de la Maternidad de Maria y yo, ser humano, tengo derecho a su
Maternidad solamente en cuanto me encuentro en el mismo estado que su Hijo y
debo, por lo tato, hacer todo para
encontrarme constantemente en este estado. Como esto es un estado de gracia,
debo por lo tanto vivir en gracia y por medio de ella continuar para llegar a
ser como el Hijo de Dios. No debo degradar su Maternidad siendo hijo indigno.
2.
Debo,
por lo tanto, de acuerdo al mandato de Jesucristo, hacer de Maria la Madre de
la Gracia de Dios en mi, Madre de mi vida interior sobrenatural. O, si
la vida sobrenatural en el hombre necesita de una madre; cuanto lo necesita! Lo
conduce a un nuevo principio de existencia, mas allá de la naturaleza. La
Naturaleza, sin embargo, es fuerte y quiere ser independiente, quiere ejercer
su propio control sobre sus facultades, inclinaciones, deseos. Cede tan solo
con resistencia a las nuevas fuerzas de vida que trae consigo la gracia. Es más, la vida sobrenatural requiere que el
hombre permanezca siendo niño. Es difícil para el hombre permanecer en el estado
de niño si no siente la madre. Sin una madre, es tan fácil perder la conciencia
de ser hijo, y es por ello que El nos dio una Madre. Su propia Madre.
3.
Y ahora basados en este convencimiento de la
maternidad de Maria en relación a nosotros, podemos y debemos permitirle estar
en todo lo que concierne nuestro sacerdocio.
Cuanto más adultos son los hijos, tanto más fácil será para nosotros
vivir con la permanente conciencia de su Maternidad, quizás aun sin palabras.
La total actitud interior determinara Su Maternidad en relación a nosotros y
nuestra condición de hijos en relación a Ella. Yo deseo las mismas cosas que
tu, Madre:
De
esta manera debemos revisar nuestra
actitud como sacerdotes hacia Maria como Madre basados en el rico origen de ser
hijos de Dios. Debemos basar nuestra actitud en este fundamento. Se trata de un gran misterio, el hecho de ser
nacidos de Dios por medio de la gracia, un misterio incomparablemente mayor que
dar a luz, otorgando vida bajo las ordenes de la naturaleza. Debemos vivir acorde a este misterio. Después de todo, lo llevamos adentro, aunque
su esencia supera nuestras mentes. Y es solamente este misterio de ser hijos de
Dios que coloca la Maternidad de Maria,
en el plano apropiado en relación a nosotros.
En el momento que la redención del mundo llegaba a su realización,
cuando llegaba a su zenit, Maria, la Madre de Jesus, estaba parada a los pies de la Cruz junto con
un sacerdote. Jesus le dijo a Su Madre:
“Este es tu hijo” y después le dijo al sacerdote: “Esta es Tu Madre”.
Fuente: The Making of the Pope of the Millenium -Kalendarium of teh Life of Karol Wojtyla
(parte del texto de dos conferencias en un retiro para sacerdotes realizado en la Universidad Católica de Lublin (Agosto 24-26, 1954) sobre el tema: La Madre de Dios en la vida del sacerdote.
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