“…el amor de Dios ha sido
derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado”(Rm
5,5). Este don del divino amor se ha “encarnado” en nuestro amor humano,
transformándolo interiormente, purificándolo interiormente, purificándolo y
fortaleciéndolo, convirtiéndose asi en
la fuerza impulsora del ethos cristiano.
¿Qué significa esto? ¿Cómo podemos experimentar la transformación
divina?
Cada uno de nosotros
llega a ser amigo de Dios por medio del don de lea gracia. ¿Cómo es posible
esto? La amistad necesita fundamentalmente de una relación de igualdad, de un
objetivo común y de comunicación reciproca. Ahora bien, elevándonos al nivel
sobrenatural con su gracia (2 Pt 1,4) Dios nos dona la posibilidad de
encontrarlo. Y nuestro fin es el de la vida eterna en Dios, de hecho nos es
dado vivir en comunión de reciprocidad con Dios por medio de nuestro hermano
Jesucristo (1Cor, 1,9). Por medio de la vida de oración y la apertura a las
inspiraciones divinas, podemos mantener nuestra confianza, nuestra familiaridad
y nuestra amistad con Dios.
El amor de la caridad –
única realidad celestial que ya podemos experimentar en esta tierra – surge de
la relación con nuestros hermanos. Nuestro amor hacia todos aquellos que vemos
y conocemos no está en oposición al amor a Dios, en cuanto amamos a los demás
por Dios. Tal como amamos a nuestros amigos, amamos también a sus hijos, por lo
tanto no podemos amar a Dios sin amar a sus amigos. El amor divino que se propaga nos hace amar a
los oros, a quienes deseamos el mismo bien que nosotros recibimos de Dios. Es
muy importante comprender que nuestro amor hacia los demás no es prueba
suficiente de nuestro amor hacia Dios.
En realidad, el amor de la caridad incluye un autentico interés por los otros a
nivel afectivo y a veces también en sus necesidades concretas. Pero siempre
existe el riesgo que ello implique solamente un amor afectivo y egoísta si
llegase a faltar la primacía del amor hacia Dios en cuanto Dios. La centralidad
de Dios, sostenida por la fe, garantiza que el amor hacia el prójimo sea
verdadero y de “calidad” excelsa. Ello conlleva también la preocupación por el
verdadero bien del prójimo, en particular de su santidad. Si no deseamos el
bien más alto para el prójimo corremos el riesgo de engañarnos pensando que
amamos: en realidad estamos enamorados de nosotros mismos y de nuestras
necesidades y probablemente estemos manipulando a la otra persona La fe en Dios
purifica el amor humano, nos ayuda a soportar las dificultades, a perseverar en
el amor autentico y a estar verdaderamente interesados por el bien del otro.
Ahora bien, si amamos a
los otros con el amor divino de la caridad, ¿debemos amar a todos del mismo
modo? No, puesto que no es posible, porque es naturalmente diversa la
intensidad de nuestro amor. Es normal que el amor divino de la caridad, con el
que amamos a los otros, sea más intenso hacia aquellas personas que están más
cerca de nosotros, que aquel que albergamos hacia aquellos más lejanos (aunque
tuviesen mas necesidad que nuestros amigos mas íntimos). Pero no debemos
sentirnos culpables por ello. El amor sobrenatural es un amor autentico cuando
involucra a la persona que amamos, y es natural amar mas a algunas personas con
respecto a otras. De hecho, si decimos que amamos a todos del mismo modo, en
realidad no amamos a nadie.
A veces alimentar la
virtud de la caridad, requiere de un esfuerzo, una negación de sí mismo, la
aceptación de la cruz con fe, pero es precisamente a fuerza de ello que se llega a a un gozo y a una paz
profundos.
P. Wojciech Giertych, O.P. Teólogo de la Casa Pontificia
El
Rev.Wojciech Giertych, O.P., de familia polaca, nació en Londres (Gran Bretaña)
en 1951. Desde 1976 es miembro de la Provincia de Polonia de la Orden de los
Predicadores (dominicos). Obtuvo el Doctorado en Teología en la Pontificia
Universidad Santo Tomas de Aquino de Roma, donde actualmente enseña. Ha
trabajado en la formación de estudiantes de la Provincia dominicana de Polonia
de 1984 a 1988. Ha sido miembro del Consejo General de la Orden como Socio del
Maestro para Europa Central y Oriental (1998-2002) y Socio para la Vida
Intelectual (2002- 2005). Desde noviembre de 2005 es Teólogo de la Casa
Pontificia y Consultar de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Ha
publicado varios libros y artículos de teología moral.
Artículo publicado en el Boletín
mensual de la Postulación (Postulación de la Causa de Beatificación y Canonización
del siervo de Dios Juan Pablo II) TotusTuus Nr 3 marzo 2008
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