El Dios
"escondido"
1. El Dios de nuestra fe, el que de modo
misterioso reveló su nombre a Moisés al pie del monte Horeb, afirmando "Yo
soy el que soy", con relación al mundo es completamente
trascendente. El ..."es real y esencialmente distinto del mundo... e
inefablemente elevado sobre todas las cosas, que son y pueden ser concebidas
fuera de él" (DS 3002): "...est re et essentia a mundo
distinctus, et super omnia, quae praeter ipsum sunt et concipi possum
ineffabiliter excelsus" (Cons. Dei Filius, Concilio Vaticano I,
cap. I, 1-4). Así enseña el Concilio Vaticano I, profesando la fe perenne de la
Iglesia.
Efectivamente, aún cuando la existencia de Dios
es conocible y demostrable y aún cuando su esencia se puede conocer de algún
modo en el espejo de la creación, como ha enseñado el mismo Concilio, ningún
signo, ninguna imagen creada puede desvelar al conocimiento humano la
Esencia de Dios como tal. Sobrepasa todo lo que existe en el mundo
creado y todo lo que la mente humana puede pensar: Dios es el
"ineffabiliter excelsus".
2. A la pregunta: ¿quién es Dios?, si se refiere
a la Esencia de Dios, no podemos responder con una "definición" en el
sentido estricto del término. La esencia de Dios —es decir, la divinidad— está
fuera de todas las categorías de género y especie, que nosotros utilizamos para
nuestras definiciones, y, por lo mismo, la Esencia divina no puede
"cerrarse" en definición alguna. Si en nuestro pensar sobre Dios
con las categorías del "ser", hacemos uso de la analogía del ser, con
esto ponemos de relieve mucho más la "no-semejanza "que la
semejanza, mucho más la incomparabilidad que la comparabilidad de Dios con
las criaturas (como recordó también el Concilio Lateranense IV, el año 1215).
Esta afirmación vale para todas las criaturas, tanto para las del mundo
visible, como para las de orden espiritual, y también para el hombre, en cuanto
creado "a imagen y semejanza" de Dios (Cfr. Gen 1,
26).
Así, pues, la conoscibilidad de Dios por medio de las criaturas no remueve su esencial "incomprensibilidad". Dios es "incomprensible", como ha proclamado el Concilio Vaticano I. El entendimiento humano, aún cuando posea cierto concepto de Dios, y aunque haya sido elevado de manera significativa mediante la revelación de la Antigua y de la Nueva Alianza a un conocimiento más completo y profundo de su misterio, no puede comprender a Dios de modo adecuado y exhaustivo. Sigue siendo inefable e inescrutable para la mente creada. "Las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espíritu de Dios", proclama el Apóstol Pablo (1 Cor 2, 11).
(de la Audiencia General de Juan Pablo II, 28 de agosto de 1985)
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