Los
Papas y la Rerum Novarum
La
Iglesia no cesa de hacer oír su voz sobre las res novae, propias de
la época moderna, y exhorta a todos a esforzarse al máximo para afirmar una
auténtica civilización que aspire al desarrollo humano integral y a la solidaridad.
Un pilar de la doctrina social de la Iglesia estrechamente vinculado a la Rerum
Novarum de León XIII es la carta encíclica Quadragesimo Anno del Papa Pío XI.
Promulgada el 15 de mayo de 1931, en el 40 aniversario de la Rerum Novarum, se
sitúa en un contexto histórico profundamente marcado por la gran crisis de Wall
Street de 1929, que sacudió el mundo industrial no sólo en América. En ella, el
texto de León XIII se define como una «magna charta» del orden social. Pío XI
enmarca en primer lugar el período de la Rerum Novarum: «a finales del siglo
XIX, el planteamiento de un nuevo sistema económico y el desarrollo de la industria
– escribe el Pontífice reflexionando acerca de los fenómenos que en parte
caracterizan también nuestros tiempos - habían llegado en la mayor parte
de las naciones al punto de que se viera a la sociedad humana cada vez más
dividida en dos clases: una, ciertamente poco numerosa, que disfrutaba de casi
la totalidad de los bienes que tan copiosamente proporcionaban los inventos
modernos, mientras la otra, integrada por la ingente multitud de los
trabajadores, oprimida por angustiosa miseria». El texto del Papa Ratti
advierte contra lo que se denomina un «imperialismo internacional del dinero» y
describe los perjuicios de un sistema en el que las finanzas dominan la
economía y la economía real. Una situación muy similar a la que vivimos hoy.
Un
manantial en tiempos de guerra
En
el 50 aniversario de la «Rerum Novarum», Pío XII, en su radiomensaje de Pentecostés de 1941, en
una época marcada como hoy por el drama de la guerra, subrayaba, entre otras
cosas, que de la carta encíclica de León XIII había brotado «un manantial de
espíritu social fuerte, sincero y desinteresado». Un «manantial que, si hoy
puede quedar en parte cegado por una avalancha de acontecimientos diversos más
potentes, mañana, removidas las ruinas de este huracán mundial, al iniciarse el
trabajo de reconstrucción del nuevo orden social, aspiración digna de Dios y
del hombre, infundirá un nuevo y poderoso impulso y una nueva oleada de vida y
desarrollo en todo el florecimiento de la cultura humana». La encíclica Rerum novarum, acercándose al pueblo, que
abrazaba con estima y amor - -añadió Pío XII- penetró en los corazones y en las
inteligencias de la clase obrera y les infundió sentimiento cristiano y
dignidad civil». En su radiomensaje de Nochebuena de 1942, Pío XII subrayó
también que la Iglesia no dudaba en deducir las consecuencias prácticas de la
nobleza moral del trabajo.
Estas
exigencias comprenden, además de un salario justo, suficiente para las
necesidades del obrero y de la familia, la conservación y el perfeccionamiento
de un orden social que haga posible una segura, aunque modesta propiedad
privada a todas las clases del pueblo; favorezca una formación superior para
los hijos de las clases obreras particular-mente dotados de inteligencia y
buena voluntad; promueva en las aldeas, en los pueblos, en la provincia, en el
pueblo y en la nación el cuidado y la realización práctica del espíritu social
que, suavizando las diferencias de intereses y de clases, quita a los obreros
el sentimiento del aislamiento con la experiencia confortadora de solidaridad
genuinamente humana y cristianamente fraterna.
Recomponer
las razones de la justicia
La
encíclica de León XIII está guiada ante todo por un principio rector, por una
exigencia que sigue siendo actual: la que exhorta a recomponer las razones de
la justicia. El 14 de mayo de 1961, Juan XXIII dirigió un discurso a los
pueblos del mundo en el que anunciaba una nueva encíclica y recordaba la
aportación de la Rerum novarum.
El
humilde Papa, su sucesor, que os habla, era un muchacho de diez años en 1891, pero
recuerda muy bien que en su parroquia y vecindario las palabras iniciales de
aquel documento Rerum Novarum (cursábamos entonces los
primeros años de latín) eran repetidas en las iglesias y reuniones como el
título de una enseñanza no improvisada, desde luego, sino antiquísima, como el
Evangelio de Jesús Salvador, y presentada en aquel mes de mayo de 1891 con una
luz nueva y más adaptada a las actuales circunstancias del mundo. Se trataba de
cuestiones y situaciones recientes, sobre las cuales cada uno quería exponer su
opinión, y muchos erróneamente, provocando peligro de confusión y tentación de
desorden social. El Papa León XIII, Pontífice admirable, quiso extraer de los
tesoros de la enseñanza secular de la Iglesia la doctrina justa y santa, la
verdad que ilumina para dirigir el orden social conforme a las necesidades de
su tiempo. Aquella Carta-Encíclica Rerum Novarum, situándose con gran valentía,
al mismo tiempo que con claridad y decisión, sobre todo entre las relaciones
diferentes de los campesinos y obreros, llamados proletarios, por una parte, y
los propietarios y empresarios, por otra, indicaba que era indispensable
restablecer las razones de la justicia y equidad en beneficio y provecho de
unos y otros, invocando como necesarios tanto la intervención del Estado como
la acción honrada y leal de los interesados, trabajadores y empresarios.
Mater et
magistra
En el 70 aniversario de la Rerum Novarum, otro documento, promulgado el 15 de mayo de 1961, vuelve sobre temas y cuestiones abordados por León XIII. Se trata de la carta encíclica Mater et Magistra de Juan XXIII. El Papa Roncalli, recordando ese texto, señala dos palabras clave: comunidad y socialización.
«Una
de las notas más características de nuestra época – escribe el Pontífice -
es el incremento de las relaciones sociales, o se la progresiva
multiplicación de las relaciones de convivencia, con la formación consiguiente
de muchas formas de vida y de actividad asociada, que han sido recogidas, la
mayoría de las veces, por el derecho público o por el derecho privado». La
Iglesia está entonces llamada a colaborar para construir una auténtica
comunión. De este modo, el crecimiento económico no debe limitarse a satisfacer
las necesidades de los hombres, sino que también debe promover la dignidad
humana. Esta cuestión también es crucial hoy: la búsqueda del progreso, que
también puede ser promovida por la inteligencia artificial, no puede ignorar la
dignidad de los trabajadores.
En
el 80 aniversario de la Rerum Novarum, se promulgó la Carta Apostólica Octogesima Adveniens de
Pablo VI. El mundo ha cambiado profundamente.
«El
crecimiento desmedido de las ciudades - escribe Pablo VI, que en 1967 promulgó
la encíclica Populorum Progressio sobre
el desarrollo de los pueblos - acompaña a la expansión industrial, pero
sin confundirse con ella. Basada en la investigación tecnológica y en la
transformación de la naturaleza, la industrialización prosigue sin cesar su
camino, dando prueba de una incesante creatividad. Mientras unas empresas se
desarrollan y se concentran, otras mueren o se trasladan, creando nuevos
problemas sociales: paro profesional o regional, cambios de empleo y movilidad
de personas, adaptación permanente de los trabajadores, disparidad de
condiciones en los diversos ramos industriales». Todos ellos son fenómenos que
se repiten, aunque con diferencias, incluso en nuestros días.
Una voz
profética
Pero,
¿por qué habló el Papa León XIIII de cuestiones sociales? ¿Tenía derecho a
hacerlo? El domingo 16 de mayo de 1971 -dos días después de la publicación de
la Carta Apostólica Octogesima Adveniens- Pablo VI también respondió a estas
preguntas en la homilía de la Misa que presidió en la Plaza de San Pedro. La
Iglesia y el Papa mismo -subrayó en aquella ocasión el Papa Montini- ya habían
denunciado en otras ocasiones los errores sociales, de ideas especialmente, que
estaban generando en los nuevos tiempos, los del trabajo industrial precisamente,
graves inconvenientes; pero aquella vez la palabra fue más fuerte, más clara,
más directa; hoy podemos decir que fue liberadora y profética».
¿Por
qué habló el Papa? ¿Tenía derecho? ¿Tenía la competencia? Sí, respondemos,
porque tenía el deber. Aquí se trataría de justificar esta intervención de la
Iglesia y del Papa en asuntos sociales, que son por por naturaleza sus asuntos
temporales, asuntos de esta tierra, de los que parece excluirse la competencia
de quienes derivan su razón de ser de Cristo, que declaró que su reino no era
de este mundo. Pero, bien mirado, para el Papa no se trataba del reino de este
mundo, digamos simplemente de la política; se trataba de los hombres que
componen este reino, se trataba de los criterios de sabiduría y de justicia que
deben inspirarlo; y en este sentido la voz del Papa, que se hacía abogado de
los pobres, obligados a seguir siendo pobres en el proceso generador de la
nueva riqueza, de los humildes y de los explotados, no era otra cosa que el eco
de la voz de Cristo, quien se hizo centro de todos los afligidos y oprimidos
para consolarlos y para redimirlos.
Laborem Exercens y Centesimus Annus
En
el 90 aniversario de la Rerum Novarum, se promulga la encíclica Laborem Exercens de Juan Pablo
II. «Celebramos el 90° aniversario de la Encíclica Rerum Novarum en vísperas de nuevos
adelantos en las condiciones tecnológicas, económicas y políticas que, según
muchos expertos, influirán en el mundo del trabajo y de la producción no menos
de cuanto lo hizo la revolución industrial del siglo pasado».
El
1 de mayo de 1991, en el centenario de la «Rerum Novarum», fue promulgada la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo
II. La del Papa Wojtyła es una «relectura» de la encíclica leoniana. El
Pontífice polaco insta a «mirar atrás», a descubrir de nuevo la riqueza de los
principios fundamentales formulados en la Rerum Novarum.
Invito
a «echar una mirada retrospectiva» a su propio texto, para descubrir nuevamente
la riqueza de los principios fundamentales formulados en ella, en orden a la
solución de la cuestión obrera. Invito además a «mirar alrededor», a las «cosas
nuevas» que nos rodean y en las que, por así decirlo, nos hallamos inmersos,
tan diversas de las «cosas nuevas» que caracterizaron el último decenio del
siglo pasado. Invito, en fin, a «mirar al futuro», cuando ya se vislumbra el
tercer milenio de la era cristiana, cargado de incógnitas, pero también de promesas.
Incógnitas y promesas que interpelan nuestra imaginación y creatividad».
El 15 de mayo de 1991, al final de la celebración del primer centenario de la
Rerum Novarum, Juan Pablo II pronunció estas palabras.
Desde
el inicio de su encíclica, el Papa León XIII subrayó el hecho de que, como
consecuencia de las nuevas técnicas, la producción de bienes había aumentado
rápidamente, y la humanidad se encontró ante una riqueza nunca experimentada en
el pasado. Él no rechazaba esta «res nova» como tal; al contrario, veía en ella
una nueva realización de la voluntad de Dios de perfeccionar la obra de su
creación mediante el trabajo del hombre y para el bien del hombre. Pero la
preocupación del Papa era ver que esta nueva riqueza, en lugar de ser accesible
a todo el género humano, se concentraba en realidad en las manos de un pequeño
grupo de personas, mientras que la masa del proletariado quedaba excluida de su
disfrute y se empobrecía cada vez más.
Caritas in Veritate
En su encíclica Caritas in Veritate de 2009, Benedicto XVI describe varios cambios que afectan al tejido social y laboral.
«El
conjunto de los cambios sociales y económicos hace que las organizaciones
sindicales tengan mayores dificultades para desarrollar su tarea de
representación de los intereses de los trabajadores, también porque los
gobiernos, por razones de utilidad económica, limitan a menudo las libertades
sindicales o la capacidad de negociación de los sindicatos mismos. Las redes de
solidaridad tradicionales se ven obligadas a superar mayores obstáculos. Por
tanto, la invitación de la doctrina social de la Iglesia, empezando por
la Rerum novarum, a dar vida a asociaciones de
trabajadores para defender sus propios derechos ha de ser respetada, hoy más
que ayer, dando ante todo una respuesta pronta y de altas miras a la urgencia
de establecer nuevas sinergias en el ámbito internacional y local».
«La
movilidad laboral, asociada a la desregulación generalizada, ha sido un
fenómeno importante, no exento de aspectos positivos porque estimula la producción
de nueva riqueza y el intercambio entre culturas diferentes. Sin embargo,
cuando la incertidumbre sobre las condiciones de trabajo a causa de la
movilidad y la desregulación se hace endémica, surgen formas de inestabilidad
psicológica, de dificultad para abrirse caminos coherentes en la vida».
De la Rerum Novarum a la Laudato si'
El
24 de mayo de 2015 fue firmada la Laudato si', la carta encíclica del Papa
Francisco sobre el cuidado de la casa común. Ese año, el cardenal Gualtiero
Bassetti escribió en un artículo para L'Osservatore Romano que
«la importancia de esta encíclica es comparable a la relevancia que tuvo la
publicación de la Rerum Novarum en 1891 por el Papa León XIII». «Aquella
encíclica del Papa Pecci abrió la mirada materna de la Iglesia sobre un mundo
entonces todavía inexplorado para el magisterio pontificio: el de la cuestión
obrera». «Con la Rerum Novarum se arrojó luz sobre una fase de transición
importantísima: el paso de la sociedad agrícola a la industrial, del campo a la
fábrica y, en definitiva, de las notabilidades a la sociedad de masas. Hoy
existe una transición ulterior». «La sociedad de masa se ha convertido en una
sociedad global cada vez más pulverizada y líquida. En la encíclica de León
XIII -subraya el cardenal Bassetti-, las referencias ambientales eran la
«fábrica» en la que trabajaban los obreros y el «suelo» ocupado por esa
fábrica, mientras que los sujetos que actuaban en ella eran los obreros y los
patronos. Hoy, estas realidades han cambiado profundamente. El sistema de
producción está en todas partes. Y todos los aspectos de la creación pueden ser
potencialmente utilizados y manipulados por las tecnociencias con profundas
repercusiones en la vida de todo ser humano».
El Papa de las cosas nuevas
Las
nuevas tecnologías han acompañado a menudo el camino del ministerio petrino a
lo largo de los dos mil años de historia de la Iglesia. Estrechando la mirada
al pontificado de León XIII, encontramos documentos preciosos. El Papa de la
Rerum Novarum es, en particular, el primer Pontífice de la historia
inmortalizado por una cámara cinematográfica. Estamos en los albores del cine.
En la película, la más antigua que existe en Italia, se ve al Pontífice
bendiciendo.
La
de León XIII es también la primera voz de un Pontífice grabada y se conserva en
los archivos de Radio Vaticano. Se puede escuchar al Papa Pecci leyendo
fragmentos de la Carta Encíclica «Humanum Genus» sobre la «Condena del
relativismo filosófico y moral de la masonería». La grabación lleva la fecha de
publicación de la encíclica, el 20 de abril de 1884. Fue realizada con el
fonógrafo de rodillo de cera Edison (patentado en 1877) y entregada
posteriormente a Radio Vaticano.
Vía Rerum Novarum
La
ruta de la encíclica promulgada en 1891 también señala el camino hoy y es un
puente entre el pasado y el futuro. Si se busca la Via Rerum Novarum en mapas
en papel y digitales, las indicaciones coinciden en que conduce a Carpineto
Romano. En esta localidad, cuna del Papa León XIII, hay de hecho una carretera
que lleva el nombre de la encíclica. Este documento sigue siendo un camino al
que miran los Pontífices, la Iglesia y el mundo. Como dijo León XIV en el
encuentro con el Colegio Cardenalicio, la familia humana está llamada, a lo
largo de este camino, a afrontar «nuevos desafíos en la defensa de la dignidad
humana, de la justicia y del trabajo».
(copiado
textualmente de Vatican News, donde invitan suscribirse al boletín pulsando aquí
Tambien
publicada en la pagina web del autor Amedeo Lomonaco
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