(…) - pagina 10 de la presentación- pág 138 en la
Revista de Teología citada al final.
Desde
la clausura del Vaticano II, Karol Wojtyla se esforzó denodadamente por la
puesta en práctica del Concilio en su patria. Disponemos en lengua castellana
de una recopilación de escritos redactados entre 1965 y 1977, en los que ha
repasado la historia y la doctrina conciliar con la intención de dar a conocer
el Vaticano II. En un trabajo de 1967, titulado “la síntesis del pensamiento
conciliar”, quiso recapitular los logros del Vaticano II manifestados en sus 16
documentos, partiendo de este principio hermenéutico: “El Concilio ha sido un
acontecimiento histórico cuyo esse y prodesse no se limita a las
constituciones, declaraciones y decretos, aunque estos constituyen
indudablemente una objetivación de su pensamiento y acción”.18 Al concilio como
acontecimiento se le concede gran importancia; sin embargo, no hay otro modo de
acercarse al significado del Vaticano II que adentrándose en sus contenidos.
a) La clave sustancial: Iglesia ad intra – ad extra A la hora de sintetizar los documentos no basta la mera secuencia cronológica de su promulgación, ya que cada uno de ellos hizo un itinerario complejo que, por ejemplo, en el caso de la constitución sobre la revelación, se extendió durante las cuatro etapas. El orden cronológico de promulgación de los documentos depende en último término del modo de proceder colegial del Concilio.20 Ello reclama en cada caso un estudio específico de la gestación de los textos. Ahora bien, lo que el entonces arzobispo de Cracovia buscaba era una clave sustancial que ordenara los documentos, es decir, que permitiera percibir la relación más profunda entre ellos. Y sugería este hilo directriz: “La clave para la clasificación de los documentos conciliares podría ser la diferenciación formulada durante el primer período y, por primera vez quizá, por el cardenal L. J. Suenens. Así pues, la principal misión del Concilio consiste, primero, en contestar a la pregunta Ecclesia, quid dicis de te ipsa; y segundo, en responder a toda una serie de interrogantes que se plantea la humanidad actualmente, y que, al preguntarse a sí misma, proyecta también sobre la Iglesia. El Concilio ha de ser eclesiológico pero no en un sentido estrecho y cerrado de la palabra, sino en un aspecto amplio y abierto a todos los asuntos del mundo contemporáneo”.21 Pablo VI, en su primera encíclica Ecclesiam suam, también había recogido este propósito del Concilio expresado en la fórmula Ecclesia ad intra – Ecclesia ad extra, que él retradujo al binomio conciencia de la Iglesia – diálogo. El primer binomio ayudó a perfilar el pensamiento conciliar y, una vez concluido el Concilio, sigue ofreciendo un hilo directriz de ese pensamiento integral. Por su parte, el Papa Montini, “gracias a su magistral pareja de conceptos conciencia de la Iglesia – diálogo contribuyó a enfocar la naturaleza pastoral del Concilio”, tal y como lo había concebido Juan XXIII.22 El concilio eclesiológico —concluía Wojtyla— era un concilio pastoral: “En efecto, el objetivo del Vaticano II era la accommodata renovatio —y no solo una dogmatica determinatio de la Iglesia— y, además, una accomodata renovatio con una clara orientación pastoral y ecuménica”.
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