«La verdad os hará libres» (Jn 8, 32)
Estas palabras de Jesús
constituyen el hilo conductor de la reciente encíclica Veritatis splendor, que ha querido ser un
anuncio de verdad y un himno a la libertad: valor tan sentido por el hombre de
nuestro tiempo y profundamente apreciado por la Iglesia.
Pero, ¿qué es la
libertad?
La cultura contemporánea
vive de modo dramático esa pregunta. En efecto, se halla muy difundida la
tendencia a considerar la libertad algo absoluto, desligado de todo
límite y sentido de responsabilidad. Ahora bien, una libertad así
entendida seria evidentemente inauténtica y peligrosa. Por consiguiente, no es
casualidad el hecho de que todas las sociedades sientan la necesidad de regular
de alguna manera su ejercicio.
¿Dónde encuentra su
legitimidad esa regulación? Si se tratara de una intervención puramente
pragmática y convencional, sin un arraigo profundo, las sociedades quedarían
radicalmente expuestas al triunfo del arbitrio, amenazadas siempre por el
atropello y el dominio del más fuerte. La verdadera garantía de una libertad
ordenada está en su fundamento moral, reconocido por los individuos
y las comunidades en su conjunto.
Primera parte del Ángelus del Domingo 17 de octubre de 1993 sobre el tema de la libertad que Juan Pablo II aprovechaba para anunciar su encíclica Veritatis Splendor
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