Cyprian Norwid
Norwid. fue, de la tríada de escritores
románticos polacos, el que más influyó sobre Karol Wojtyła/ Juan Pablo II. Era
el más joven de los tres, por tanto, el más cercano cronológicamente. Había
nacido en 1821 e inicialmente se dedica al arte, en concreto, a la pintura y a
la escultura, que estudia en Florencia. En Roma conocerá a Mickiewicz y en
París a Słowacki y Chopin. Será la cercanía con estos círculos la que
intensificará su vocación de escritor, aunque ya había escrito poesía
previamente. Una serie de infortunios y una situación de gran precariedad le
llevará a escribir una obra extraordinaria, Nuestra epopeya, 1848, donde Norwid
hizo suyo el espíritu de Don Quijote de la Mancha22. En él, Don Quijote, esto
es, el autor y su generación, cabalga en busca de Dulcinea, Polonia, con la
única compañía de las serpientes y los pájaros (la policía de los imperios y
los poetas polacos emigrados). Es el de Norwid un poema complejo que va
amplificándose, desde el individuo, pasando por la patria y el mundo, hasta concluir
en la historia. Estos cuatro temas serán justamente los cuatro círculos
concéntricos que estarán presentes en su obra. Impelido a buscar un futuro
mejor, viaja a Estados Unidos, donde ejerce como grafista durante dos años,
tras los cuales vuelve a Europa (Londres y finalmente París). Será en esta
última ciudad, rodeado de adversidades de todo tipo y de una enorme melancolía,
donde produzca lo más brillante de su obra, como, por ejemplo, Ad leones, de
1883, donde reflexiona sobre el papel del artista en el mundo contemporáneo,
que es eminentemente utilitario. El título hace alusión a la metáfora que
utiliza: el mundo capitalista es como los leones dispuestos a devorar a los
cristianos que se les arrojan, pero entre estos hay una mujer con una cruz, que
consigue detener a las fieras. También escribió ensayos sobre ética, filosofía,
cultura y política, como Sobre el arte. Para los polacos, Sobre Juliusz
Słowacki, Silencio o Flores negras; y dramas, como El anillo de la gran dama,
donde cuenta la vida de un artista pobre, humillado por los salones de la
aristocracia. Sus poemas tienen unas resonancias muy novedosas, como, por
ejemplo, en Promethidion o Sobre la libertad de la palabra, donde habla del
hombre como creador y del papel de la cultura. Desde su punto de vista, el arte
es un trabajo realmente elevado, pues aúna el trabajo físico y el intelectual,
es decir, es un metáxy entre la materia y el espíritu, entre lo específico de
cada cultura y lo universal de la civilización, entre el individuo y la sociedad.
Norwid, a pesar de ser el creador de un nuevo lenguaje poético y de haber
tenido la voluntad de renovar la literatura polaca –en cierto sentido se puede
decir que fue más allá del propio Romanticismo–, fue un autor muy poco
entendido en su época y serán las generaciones posteriores las que verán en él
un referente, en la estela de la Biblia, Homero, Platón, Dante y Calderón. Su
obra sintetiza las tradiciones pagana y cristiana, los elementos clásicos y los
románticos, la genialidad de las culturas de Europa Central y las del Sur23. De
hecho, la poesía de Norwid trasciende sus propias fronteras y en muchos casos
se convierte en metafísica e incluso en teología, en una visión completa y
compleja de la realidad: el hombre es una criatura con una doble dimensión
psíquica y física, que es además histórica y que no puede desligarse de
elementos no materiales, como son la naturaleza, la tradición cultural y la
civilización. Por eso el ser humano norwidiano es un ser enlazado con la vida y
con toda la tradición común de la humanidad. De manera muy cervantina, el tema
del amor aparece en Norwid relacionado con el esencial equilibrio entre hombres
y mujeres y como soporte de una verdadera cultura. Y de manera no menos
cervantina, el tema de la patria no estará marcado por el exclusivismo, sino
por una formidable generosidad hacia el ser ajeno e incluso hacia el
acercamiento de toda la humanidad. Para Norwid, que se mueve con soltura tanto
en la cultura clásica como en el conjunto de la cultura occidental europea, el
hombre perfecto es Cristo, que es un Hombre Eterno, ya que es el único que une
en una sola persona lo humano y lo divino, lo material y lo espiritual.
Finalmente, hay otros dos aspectos por los que Karol Wojtyła leería fascinado a
este romántico24: primero, su tratamiento del tema del trabajo, el lugar del
hombre en el mundo capitalista. A Norwid le parecía lacerante que el desarrollo
del urbanismo y la civilización industrial causasen tantas diferencias entre
las clases sociales, así como la infelicidad del artista y la soledad. Por eso
se convierte en un crítico de la deshumanización del trabajo, pero a su vez
ofrece una nueva concepción del mismo, por ejemplo, en su poema Canto desde
nuestra tierra, ya no desde la maldición bíblica, sino como factor de creación,
en el sentido más noble del término y de trampolín moral. Al haber tenido la
experiencia americana, Norwid reflejará en su obra cómo este crecimiento moral
se traduce en la lucha por la libertad, la democracia y los ideales de la moral
cristiana. En ese sentido –como hará el propio Wojtyła en su obra Hermano de
nuestro Dios–, tendrá una visión inteligentemente crítica hacia el socialismo.
Y en segundo lugar, Norwid se hace eco en su obra, aunque en gran parte, como
hemos visto, la desarrolla fuera de lo que había sido Polonia, del mundo eslavo
en general. Desde su punto de vista, el crecimiento de los nacionalismos había
llevado a la situación de que los eslavos no pudieran saber más cuál era su
lugar en el mundo y en la historia, y a un fuerte enfrentamiento –que él mismo
sufría– respecto a Rusia. Su obra refleja el profundo anhelo de una integración
entre los valores de Occidente y el resto de Europa, deseo que sin duda latirá
en el hacer de Juan Pablo II y sus esfuerzos de acercamiento con Rusia durante
años. Finaliza aquí la primera parte de este artículo, sobre la influencia del
Romanticismo polaco en el humanismo de Juan Pablo II. Queda para una segunda
cómo terminó de gestarse en su época como profesor de Ética en la Universidad
de Lublin y su plena manifestación, ya como Juan Pablo II.
(Invito leer articulo completo)
de Más allá de la Ilustración francesa: El humanismo polaco de Karol Wojtyła (1ª Parte) Beyond the French Enlightenment: Karol Wojtyła’s Polish Humanism (Part 1) ––––– NIEVES GÓMEZ ÁLVAREZ
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