Queridos hermanos y hermanas:
Buenos días, y gracias
por estar hoy aquí. Me alegro de tener este encuentro con todos ustedes con
motivo de la canonización de María Antonia de San José, nuestra madre Antula,
a quien ustedes han venido a manifestar su devoción.
Saludo a mis hermanos
Obispos provenientes de Argentina – de la diócesis Primada, que después la
dejaron sin nada – y a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles
que los acompañan. La caridad de Mama Antula, sobre todo en el
servicio a los más necesitados, hoy se impone con gran fuerza, en medio de esta
sociedad que corre el riesgo de olvidar que «el individualismo radical es el
virus más difícil de vencer. Un virus que engaña. Nos hace creer que todo
consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones» (Carta enc. Fratelli tutti, 105).
En esta beata encontramos un ejemplo y una inspiración que reaviva «la opción
por los últimos, por aquellos que la sociedad descarta y desecha» (Exhort.
ap. Evangelii gaudium, 195). Que el Señor nos
dé la gracia de seguir su ejemplo y que este ejemplo los ayude a ser ese signo
de amor y de ternura entre nuestros hermanos.
Recordemos también que el
camino de la santidad implica confianza, abandono, como cuando la beata María
Antonia llegó sólo con un crucifijo y descalza a Buenos Aires, porque no había
puesto su seguridad en sí misma, sino en Dios, confiaba en que su arduo
apostolado era obra de Él. Ella experimentó lo que Dios quiere de cada uno de
nosotros, que podamos descubrir su llamada, cada uno en su propio estado de
vida, pues cualquiera que sea, siempre se sintetizará en realizar “todo para la
mayor gloria de Dios y salvación de las almas”. Esta premisa, que está en la
base de la espiritualidad ignaciana, de la cual la beata Mama Antula se
nutrió, la movió siempre en toda su labor. Y tanto es así, que una de sus
principales preocupaciones cuando fue suprimida la Compañía de Jesús, fue la de
impartir ella misma los ejercicios espirituales, buscando así ayudar a todos a
descubrir la belleza del seguimiento de Cristo. Sin embargo, esto no le fue
fácil, pues debido a la aversión que se había propiciado contra los jesuitas,
le llegaron a prohibir dar los ejercicios, de manera que decidió impartirlos
clandestinamente. Esta dimensión de la clandestinidad no podemos olvidarla, es
muy importante. En este sentido, otro mensaje que nos da la beata en nuestro
mundo de hoy es el de no rendirnos frente a la adversidad, no desistir en
nuestros buenos propósitos de llevar el Evangelio a todos, a pesar de los
desafíos que esto pueda representar. Muchas veces incluso en «la propia familia
o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde, hay que
conservar la fe y tratar de irradiarla» (ibíd., 86). Firmemente arraigados en el
Señor debemos ver en esto una ocasión en la que podemos desafiar nuestro
entorno para llevar la alegría del Evangelio.
Además de la devoción que
la beata tenía a san José, de quien lleva su nombre, me gustaría destacar su
gran ardor por la Eucaristía, la cual debe ser el centro de nuestra vida, y de
la cual emana la fuerza para realizar nuestro apostolado (cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 10). Los invito a
participar en serio, el día domingo, en la celebración de Cristo, muerto y
resucitado, en la cual proclamaremos como santa a Mama Antula. Los
invito a que seamos testigos de este regalo para el pueblo argentino, pero
también para toda la Iglesia. A ella, que tanto promovió las peregrinaciones,
pidamos que nos ayude en nuestro peregrinar juntos hacia la casa del Padre.
Que la Virgen de Luján
interceda por todos los fieles que peregrinan en Argentina, y por la Iglesia
universal. Y no se olviden de rezar por mí. Que Dios los bendiga. Muchas
gracias.
Discursodel Santo Padre Francisco a los peregrinos de Argentina
Invito visitar pagina web de Mama Antula y familia antuliana
No hay comentarios:
Publicar un comentario