En una serie de Catequesis sobre Vicios y virtudes, que el Papa Francisco comenzó con una Introducción:Custodiar el corazón el 27/12/2023 – “Uno debe ser el guardián de su propio corazón.” y que fue desarrollando durante todo el mes de enero y mitad de febrero en la catequesis del 7 de febrero pasado hablo sobre la "tristeza amiga" y la tristeza que es una "enfermedad del alma"
(…) hay una tristeza que conviene a la vida cristiana, y que con la gracia de Dios se transforma en alegría: ésta, por supuesto, no debe rechazarse y forma parte del camino de conversión. Pero existe también un segundo tipo de tristeza que se insinúa en el alma y la postra en un estado de abatimiento: es este segundo tipo de tristeza el que hay que combatir resueltamente y con todas las fuerzas, porque procede del Maligno. Esta distinción la encontramos también en San Pablo, que cuando escribe a los Corintios dice lo siguiente: «La tristeza que proviene de Dios produce un arrepentimiento que lleva a la salvación y no se debe lamentar; en cambio, la tristeza del mundo produce la muerte.» (2 Cor 7,10).
Hay, entonces, una tristeza
amiga que nos lleva a la salvación. Pensemos en el hijo pródigo de la parábola:
cuando toca el fondo de su degeneración, experimenta una gran amargura, y esto
le impulsa a recapacitar y a decidir volver a la casa paterna (cfr. Lc 15,
11-20). Es una gracia gemir por los propios pecados, recordar el estado de
gracia del que hemos caído, llorar porque hemos perdido la pureza con la que
Dios nos soñó.
Pero hay una segunda
tristeza, que es una enfermedad del alma. Surge en el corazón
humano cuando se desvanece un deseo o una esperanza. Aquí podemos referirnos al
relato de los discípulos de Emaús. Aquellos dos discípulos salen de Jerusalén
con el corazón desilusionado, y se confían al forastero, que en cierto momento
los acompaña: «Nosotros esperábamos que fuera él – o sea, Jesús - quien librara
a Israel.» (Lc 24,21). La dinámica de la tristeza está ligada a
la experiencia de la pérdida. En el corazón del ser humano nacen
esperanzas que a veces se ven defraudadas. Puede tratarse del deseo de poseer
algo que no se puede conseguir, pero también de algo importante, como la
pérdida de un afecto. Cuando esto sucede, es como si el corazón del ser humano
cayera en un precipicio, y los sentimientos que experimenta son desánimo,
debilidad de espíritu, depresión, angustia…. En esta situación, algunos, tras
un tiempo de agitación, se apoyan en la esperanza; pero otros se regodean en la
melancolía, dejando que ésta se pudra en sus corazones…...adormecerse en una
tristeza sin fin. Ciertos lutos prolongados, en los que una persona
sigue agrandando el vacío de quien ya no está, no son propios de la vida en el
Espíritu. Ciertas amarguras resentidas, en las que una persona tiene siempre en
mente una reivindicación que le hace adoptar el papel de víctima, no producen
en nosotros una vida sana, y menos aún cristiana. Hay algo en el pasado de
todos que necesita ser sanado. La tristeza, de ser una emoción natural, puede
convertirse en un estado de ánimo maligno.
Es un demonio taimado, el de
la tristeza. Los padres del desierto la describían como un gusano del corazón,
que roe y vacía a quien lo alberga. Esta imagen es buena, nos ayuda a
comprender. Entonces, ¿qué debo hacer cuando estoy triste? Detenerte y ver:
¿esta tristeza es buena? ¿No es una buena tristeza? Y reaccionar según la
naturaleza de la tristeza. No se olviden de que la tristeza puede ser algo muy
malo que nos lleva al pesimismo, nos lleva a un egoísmo que difícilmente se
cura… debemos tener cuidado con esta tristeza y pensar que Jesús nos trae la
alegría de la resurrección.
Por muy llena que esté la
vida de contradicciones, de deseos incumplidos, de sueños no realizados, de
amistades perdidas, gracias a la resurrección de Jesús podemos creer que todo
se salvará. Jesús ha resucitado no sólo para sí mismo, sino también para
nosotros, a fin de rescatar todas las felicidades que no se
han realizado en nuestras vidas. La fe expulsa el miedo, y la resurrección de
Cristo quita la tristeza como la piedra del sepulcro….. Que el Espíritu de
Jesús resucitado nos ayude a vencer la tristeza con la santidad.
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